EL INFIERNO


Cuando alguien te pregunta: Que prefieres, irte al Cielo o al infierno no sé qué te imaginas. Pero de ésta disyuntiva ha quedado presente una anécdota muy querida que contaba mi madre con mucho cariño en recuerdo de mis abuelos.

Mi abuela era originaria de Teloloapan, y al casarse con mi abuelo originario de Iguala, establecieron su residencia en aquel lugar que ha sido y es un entrañable legado para sus hijos, nietos y bisnietos, por el amor profundo que nos inculcaron hacia la tierra Guerrerense.

Ahí ellos formaron su familia, instalaron sus negocios y medios de vida. Eran personas muy respetables y conocidas. Les gustaba mucho conversar, y era frecuente que se reunieran con sus amistades para platicar sobre temas ligeros o profundos en su cada cual particular punto de vista.

El tema de la vida después de la muerte, siempre ha suscitado innumerables creencias. Así que una de las inquietudes comunes en aquellas reuniones era el cómo se pasaría a la “eternidad”.
Mi madre nos contaba que mi abuela se regocijaba mucho al recordar la respuesta de un apreciable amigo. Don Panchito.

  •           Mire Doña Antonia, el cielo posiblemente estaría bien. pero hay que pensar en la paz de tan prolongada estancia. Es verdad que en el infierno hace su calorcito.!!! pero también hay su revoloteo!!!


Ese comentario invariablemente hacía que las risas pusieran fin a la discusión, con la complacencia de todos. ¡Eso del revoloteo creo que a todos les convencía!

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