LA GENDARMERÍA



No cabe duda de que las lecciones de vida son atemporales. Al parecer aprendemos lento.
Sobre todo, es un conflicto permanente el mantenerse en el equilibrio necesario para evolucionar como ser humano con la gracia de la sencillez.

Mi abuela entre sus muchas amistades contaba con una persona que además era su compadre. Compadrito y comadrita se decían.

El compadrito trabajaba en la oficina de la gendarmería. Nombre dado en el pueblo al lugar en donde se presentan los guardias del orden público.

La gendarmería era un galerón con toda clase de artefactos, muebles desvencijados, papeles oficiales y comunes, archiveros de casos, investigaciones en curso y terminadas, sitio para comer, dormir, y descansar. Todo en uno. para uso indistinto según lo que se ofreciera en determinado momento.

En este ambiente laboraba el compadrito que ante tal panorama procuraba acomodar lo mejor posible todo el espacio. No obstante, nadie apreciaba tanto esfuerzo. Todo mundo entraba y salía sin poner mucha atención.

El compadrito por lo tanto se quejaba y su sentencia era cotidiana: ¡Ya verán!  Ya verán cuándo yo no esté.  ¡Se acabó la gendarmería!

Yo creo que no lo decía en tono impertinente. Pero para otros el acento que ponía era muestra de soberbia. “¡Se cree mucho, como si fuera indispensable”!

Mucho tiempo pasó en tratar de que se guardara el orden, se reconociera su esfuerzo, se hiciera la gente más gente.

Al final el compadrito se murió. La gendarmería efectivamente siguió funcionando como si nada.
Ya no sé si reír o llorar. :)(

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