Hilando
recuerdos y frases de familia, mi madre decía que su delantal y a veces toda
ella; ¡Olía a torta compuesta! Nos causaba gracia la frase, era muchas veces
repetida, sin que se le prestara mayor atención.
Sería porque no se sabe, ni se aprecia el valor de lo que significa, hasta más tarde.
Lo que ahora sé y reconozco, es que ella dedicaba gran parte de su tiempo en preparar la comida.
El desayuno, la comida del medio día, y la cena. Interminable labor de creatividad, de magia, de malabares económicos, de nutrición y variedad. Nunca nos enteramos si para ella era cansado, y rutinario.
Cada día, durante muchos años, preparó algo diferente. Con ingredientes de todo tipo para hacer rendir el dinero del “gasto”, y básicamnte con el gusto y la sazón de su tierra Igualteca.
Describo
brevemente algunos ejemplos.
El aporreado estilo Guerrero para el desayuno, era un revuelto de huevo con cecina machacada y frita, rebosante de salsa roja de jitomate. Tortillas calientes o recalentadas.! Mmm!
Para la comida del medio día; Clemole de pollo, sazonado con epazote. Una mezcla de chile pasilla y guajillo secos, ajos, y para servirlo, cebolla fresca picadita. ¡Otro Mmmm!
La cena sencilla. Siempre con la presencia del maíz. La masa para preparar las delicias que son comunes en las casas de todo México en diferentes formas de gordita, enchiladas, picaditas, tostadas con salsa verde, roja, de chiles serranos, jalapeños,de árbol, pasilla, entre otros, hecha en el molcajete.
Después de hacer este corto recuento, ya veo el porqué de su frase. Con un solo día al frente de la mesa de trabajo en la cocina, y la estufa en donde se funden tantos sabores y olores no cabe duda de que el olor a torta compuesta era de esperarse.
¡Solo queda agradecer y, mucho! Esa dedicación. Ese olor que se ha transformado en aroma.
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