TORTAS PASEADAS


Hay recuerdos de la niñez que posibilitan en cualquier día, hacer un cambio de humor muy afortunado.


Se confabulan para traer imágenes con las cuales se vuelve a sitios de recreo, paseos, vacaciones, escuela o casa en donde existen emociones de todo tipo. Aunado al reconocimiento del gran esfuerzo de los padres y madres que pese a muchas circunstancias adversas y no pocos desacuerdos de pareja, por las distintas crianzas, costumbres, ideales y aspiraciones, mantienen el compromiso de criar a los hijos y brindarles lo mejor que tienen en cada momento. 


El resultado de todas esas vivencias, configuran estilos de vida. Personalmente considero que es un asunto tan valioso, que me hace pensar en una adaptación “multimodal” que es útil para siempre y para todo. 


Me explico:  Para los incontables paseos dominicales, mi madre disponía en una canasta comida lo que tenía a mano. Particularmente preparaba tortas.  Ya fuera que nos llevaran al campo, a un parque, al tradicional bosque de Chapultepec, o un lugar más lejos por cualquiera de las carreteras que confluyen en la gran Ciudad de México hacia Cuernavaca, Hidalgo, Puebla, Toluca etc. cuando había que comer, se hacía un alto para empezara el reparto de lo que había en la cesta. 


Sobra decir que las “tortas paseadas” eran mis preferidas. ¡Qué bien que sabían!  Entre que de niño uno disfruta con todo entusiasmo lo que hay. Como el agua; No importa si es de un río, lago o charco. Lo verde; Que tampoco importa si es de bosques, llanos, praderas, cerros o jardines. Explorar; Con todo cuidado o a toda carrera, el caso es que después del ejercicio las tortas sabían a gloria. 


Con la cantidad de comida que se llevaba, gracias al ahorro y al cuidado que ejercía absolutamente mi madre, era frecuente que hubiera sobrantes. Así que, inclusive después de haber llegado a casa ya tarde-noche, se me ocurría hurgar entre el mantel que cubría la canasta. Busca, busca, ¡y… bien! Una torta paseada y re-paseada era una cena inmejorable. 


Es un verdadero privilegio el haber tenido esa comida, esos paseos, y valorar profundamente el como un estilo de vida se transforma “multimodalmente” para aprovechar en cualquier circunstancia lo que se nos ofrece y optar siempre porque se perciba como lo mejor.

 

UNA HISTORIA EXTRAÑA


Sucedió como corolario de una serie de noticias trágicas por el fallecimiento de una persona cercana, muy querida. Involucra a gente de la familia, otras personas también conocidas, de quienes no habría que dudar por sus declaraciones.

Era un día normal en el mes de Octubre, dentro de la rutina del protagonista. Él estaba en ruta para hacer algunos pagos. Llevaba su caja de herramientas, para más tarde abrir su negocio y empezar a trabajar.

De pronto sintió un dolor agudo muy fuerte en el pecho. Era difícil respirar y el dolor aumentaba. Apretó contra sí sus cosas y los pasajeros del autobús desconfiaron de su comportamiento. No sabían que ocurría, alertaron al chofer para que detuviera la unidad y viniera a revisar que estaba pasando.
El chofer se dio cuenta de que el pasajero estaba grave. Bajó a todos y llamó a los servicios públicos de auxilio. De acuerdo con los relatos, no hubo ya algo que hacer. Un infarto terminó en poco tiempo inesperadamente con la vida de aquel señor.

Ambulancia, policías, ministerio público y traslado del cuerpo a una delegación para abrir un expediente en un acontecimiento que se persigue de oficio en esas circunstancias. Llamar a los familiares, empezar los trámites terribles aunados al desconcierto, la pena y el dolor…

Cerrado ese caótico episodio, el hijo regresó al lugar de trabajo de su padre. Como hijo mayor, siempre estuvo al pendiente de ayudarlo. Lo visitaba para platicar con él y procuraba hacerle compañía. Tuvo que dar por terminados los asuntos de trámites, trabajos pendientes, avisar a los clientes, ordenar todas las herramientas y notas de trabajo. Muchas veces mientras tanto, pasaban por la calle personas que conocían al señor, y preguntaban por él. 

Los vecinos de otros negocios también preguntaban, dado que habían notado que su local permanecía cerrado. Cada vez era más pesado y abrumador dar la misma noticia: “Mi padre ha muerto. Gracias, ya no vendrá más por estos lugares”. La gente le decía que lo sentía mucho. Le daban la mano, un abrazo, y continuaban su camino.

Finalmente, terminada esa labor de despedida, bajó la cortina. De vez en cuando regresaba para revisar el local, ponerlo en venta, y mantener los pagos al corriente.

En el mes de enero pasadas las fiestas de fin de Navidad y año nuevo, los dueños de un restaurante al que acudía el señor, vieron al hijo. Le preguntaron “Si a su papá le había gustado la cena de Navidad”. Con gran tristeza él les contó que su padre había fallecido.

Lo siguiente dejó a todos impactados. El hijo señaló que en la fecha de la Navidad su padre ya no estuvo presente, que había muerto en el mes de Octubre. Los dueños del restaurante amablemente dijeron que con eso no se jugaba. Que no les hiciera esos comentarios. ¡ELLOS habían despachado la cena de Navidad a su padre en persona!...

Lo desconocido es impresionante. Inexplicable. Hay muchas suposiciones. Tomamos la que más nos tranquiliza para seguir viviendo, hasta que llegue el momento personal de descubrir el gran misterio todavía no revelado.

Paz para todos. Amen.

CÓMO TE VA EN LA FERIA?


Cuando repasamos etapas de vida personal o de alguien que ha convivido muy de cerca con nosotros, seguro encontramos que la vida nos confronta con situaciones difíciles para aprender, y sobre la base de vivencias críticas buscar salidas y alternativas.

 Cómo te va en la feria, es tal vez una manera muy dura de darte cuenta de que, si no pones la atención total para crear un anhelo que oriente la acción, hay muchos callejones y laberintos que parecen insalvables. Como ejemplo, he tenido encuentros con personas que han superado obstáculos increíbles. 

Puedes imaginar a una persona, trabajar en lo que se pueda, aprender algo útil que sirva de modo de vida, para ganar dinero y solventar las necesidades de una familia como algo ineludible.

 
Este muchacho, llegó a una casa de gente adinerada, en donde se había solicitado un servicio. Él era joven, tenía toda la energía, pero se había desarrollado con carencias extremas. A tal grado que cuando atravesó un patio vio las charolas de la comida de los perros. Contenían un guisado de mollejas de pollo. Cómo explicar esa visión y las ganas de comerlas…

Cómo entender la frustración y el dolor de saberse obligado a asumir responsabilidades fuera de tiempo. El no tener la oportunidad de estudio ni diversión, ni algo tan sencillo como crecer y formarse una sana ambición de trabajo honesto que posibilite un mejor futuro…

Sin embargo, en el laberinto que lo acorraló durante mucho tiempo y puso a prueba todas sus capacidades, él pudo encontrar la salida.

Leyó cuanto libro cayó en sus manos, se adiestró en un oficio, siempre estuvo dispuesto a viajar para conocer otros lugares, ejerció su voluntad para dejar vicios, cultivó su imaginación para algún día pisar realmente las tierras de países lejanos, se acompañó de personas ejemplares, y dejó a quienes le invitaban a seguir en ambientes deplorables, apreció el silencio y la soledad como grandes maestros.  

Seguramente insisto, has conocido historias similares. Lecciones de vida que te marcan.  Personas que nos dan la oportunidad de reflexionar y darnos cuenta de que la feria de la vida transcurre con momentos y situaciones temporales.

Se dice que cada uno habla “según le va en la feria”. No obstante, como es Tú feria puedes cambiar los juegos. Elige. Se trata de no perderse, buscar salidas, y resolver laberintos.

ASÍ ES SU MODO

Esta frase se integró a nuestro vocabulario familiar en una visita al mercado de Iguala.
Aunque actualmente es una gran ciudad, el mercado sigue en su lugar original conservando las costumbres de compra y venta en los pobladores y la gente de los lugares vecinos.

Desde siempre Iguala se ha caracterizado por su gran actividad comercial. Es el centro de comercio más importante de la zona. Ahí llega mercancía de todo tipo, es conocida su fama por la venta de joyería de oro que poco a poco se ha ido trasladando a locales y edificios especiales. 

El mercado, por lo tanto, conserva su mayor intercambio sobre productos frescos. Muchos de los cuales son de fabricación artesanal, como los quesos y la longaniza, de recolección en los huertos o patios familiares, y en el campo. Mangos criollos, ciruelas, tamarindos, pipichas, nanches entre otros.

De temporal como los jumiles, y a veces desgraciadamente, dada la pobreza imperante en lugares de la sierra la gente viene a ofrecer animales que atrapan como iguanas, armadillos, víboras y ardillas.  
Esa parte del recorrido en el mercado o en las aceras que lo rodean es muy desagradable. La vista de animales atados o en jaulas es triste de muchas maneras. Son recordatorios de la necesidad lacerante en los lugares apartados, donde las personas tienen que supervivir con lo que tienen a mano y en este caso a costa de la depredación de otras especies que tampoco cuentan con la protección debida. 

En una ocasión, vi a una ardilla que corría sin parar en la rueda de la jaula. Es lo único que un pobre animal preso puede hacer. Personalmente fue una visión de verdad angustiante. Para ver si se podía hacer algo que aliviara esa situación, pero sin pensar en comprar, dije al vendedor que esos animales no son mascotas, que era cruel tenerla encerrada etc.  El señor solo volteó a verla. Me dijo: “Así es su modo”, y volvió a su estado de letargo. 

Ese “modo” se ha quedado en la mente para referirse tanto a estados de ánimo que muestran: Alegría; Tristeza; Entusiasmo; Desgano y cualquier otro en la variedad que presentamos en la convivencia diaria.
Puede que sea para “ver y callar” o pensar más profundamente en la comprensión de la manera de ser de otros. Aceptar el punto de vista tan diverso sobre un asunto, el cómo cada quien entiende al mundo, y no obstante el desacuerdo en muchos temas y actitudes, seguir adelante, de todos modos.

LA SEÑITO MATILDE


Ella era una profesora jubilada, de quien  en su honor una escuela llevara su nombre. En casa le decíamos La Señito, como una muestra de respeto a su profesión y a que tenía muuuchos años. Vivía cerca de nuestra casa. No recuerdo exactamente a partir de que fecha, pero mi madre, al ver que le costaba trabajo caminar y pasaba a diario rumbo a la tienda a comprar algo para comer, le ofreció que de la comida que preparaba para nosotros, podía ponerle sopa y guisado en unos recipientes para llevar. Ella aceptó de muy buena gana.

Con el paso del tiempo, mi mamá se fue enterando un poco de su vida, y como éramos niños, nos contaba su historia para que fuéramos acomedidos, le ayudáramos a cargar su bolsa del mandado, y la acompañáramos hasta su casa. Supimos que había sido maestra de educación primaria para niños y niñas. Que vivía en aquella casa cercana, con un hijo retirado del ejército, pero que su compañía realmente era un viejo perro al que llamaba el “Oso”, el cual siempre iba a su paso, tan cansado como ella, a recorrer la media cuadra para llegar a la tienda en donde compraba su “mandado”.

La Maestra le contó que algunas veces se paraba frente a nuestra puerta que era de barrotes, para vernos jugar. Una vez quedó encantada al ver que habíamos llenado el largo patio con un montón de ramas secas que en nuestra imaginación formaban un bosque. Les habíamos enredado listones y flores de papel. Para ella, cuya vida había transcurrido entre gritos, alboroto y carreras de niños, esa visión la cautivó de manera que eso facilitó que se acercara a mi madre y aceptara pasar agradecida todos los días por la comida cuándo le ofreció ese servicio.

A partir de ese día cuándo me tocaba el turno de llevar su bolsa y la comida, entraba a su casa con un sentimiento de recelo. El ambiente era frío, estaba como en penumbra a pesar de ser de día. A veces se oía ruido en el piso de arriba al que se llegaba por una escalera semicircular de color rojo como de piedra molida.

Una vez al voltear vi en lo alto a su hijo. Era un hombre mayor muy delgado de rostro huesudo. Por lo que sabíamos, pasaba su vida  en solitario y casi nunca bajaba. Me sorprendió ver su cara con un parche negro que le cubría un ojo. Así que puse las cosas en la mesa de la cocina lo más rápido que pude y salí corriendo hacia la calle.

En otras ocasiones ella decía que su hijo no estaba. Entonces con más calma y curiosidad me asomaba al jardín que estaba en la parte posterior de la casa. Se veía totalmente descuidado, lleno de basura de hojas y plantas secas. Si el Oso escuchaba ruido entre la hojarasca, o alcanzaba a ver algún gato, casi se arrastraba, pero lo perseguía con todas sus fuerzas.  

La Señito se angustiaba por su querido perro, me decía que si ella se moría que iba a ser de él. Tan viejo y enfermo nadie lo iba a querer. Por eso ella deseaba que él partiera primero, para estar tranquila y luego ella se iría en paz.

Años más tarde se concedió su deseo. El Oso se puso muy enfermo, me tocó ver su agonía. Vi las lágrimas que ella derramó con la tristeza profunda por su compañero de vida. Tiempo después le tocó a mi madre presenciar la muerte de la maestra. De acuerdo con su relato, le quería decir algo, pero ya no podía hablar. Tal vez era que tomara dinero debajo de su colchón que le quería regalar, o que me diera la cajita con un prendedor de una escuelita con su campana que me había prometido. Ya nada de eso fue posible. Sólo quedó su recuerdo y mi deseo de que en donde quiera que esté sea muy feliz, acompañada de su fiel  perro el Oso.

EL POPOCATÉPETL


De las historias de familia que son para toda la vida, ir a escalar al imponente Popocatépetl o a la majestuosa Iztaccíhuatl es otra enseñanza de mi papá.

Él tenía alma de alpinista. Amaba especialmente al volcán. Cuando era la temporada para subir por las condiciones más seguras de la nieve, ya tenía listos los piolets, los crampones, chocolates, té de limón, y jugos. Llevaba a quienes queríamos ir con él.

Emprendíamos el viaje hacia Amecameca. De ahí había que tomar una camioneta que nos llevaba hasta el refugio de Tlamacas. El primer punto para pasar la noche y atacar la cima en la madrugada.

Para mí, estar en ese refugio era casi no dormir. El frío y la emoción se combinaban para estar atenta a los sonidos. En la obscuridad se escuchaban hasta muy tarde, las pláticas y risas de otros montañistas jóvenes que llegaban a todas horas y se preparaban también para intentar subir. Muchos de ellos realmente no sabían a lo que se iban a enfrentar.

Los alpinistas conocedores, respetan el silencio. llevan todo el equipo necesario y al final acallan las voces para que la noche sea apacible. Mi papá alguna vez perteneció a los grupos de alpinismo que se proponen conquistar los picos más altos de México y logran un reconocimiento a su esfuerzo. Sabía bien el solemne significado de pisar el suelo sagrado de los volcanes. Como no tenía los medios económicos para comprar buenos equipos, él mismo fabricaba las herramientas necesarias.

La Montaña y el Volcán son símbolos de Fuerza; De Resistencia; De Honor. La confrontación consigo mismo está en el fondo de una escalada. Caminar en la blanquísima nieve “eterna” de las alturas libera el espíritu y te llena de humildad.

Todas las ocasiones que fuí a esa aventura tuve esa sensación y un valioso aprendizaje. Cada paso en el terreno pedregoso y en la arena suelta de algunos tramos, me provocaban desaliento y mucho cansancio. Me animaba el ver a los cuervos negros graznar, volando cerca de nosotros. También ver a mi padre que no aceptaba pretextos de dolor de cabeza, ni de dientes, ni mareos causados por el acenso.

Cuando por fin hacíamos un descanso, el agradecimiento silencioso era enorme. Mi papá nos daba una taza de té caliente, y un trozo de chocolate que sacaba de su mochila. Lo repartía, y al tomar el pequeño refrigerio, sabíamos que era para que se tuviera la idea fija en llegar al siguiente refugio a más de 4,500 metros de altura.  

Si las condiciones del tiempo cambiaban, no importaba si ya se veía el borde del labio menor del volcán, regresábamos todos sin hablar con ese sentimiento de no haber llegado a la cumbre ese día, pero con la certeza de que el volcán con sus nieves eternas estaría para retarnos nuevamente.

No importaba si en alguna ocasión no pude ni subir las escaleras en casa para ir a mi recámara a dormir, sucia, despeinada, con la ropa arrugada, pero con la fascinación de haber pisado esa nieve blanca y brillante que a veces había visto desde lejos, pero que también conocía con la cara de frente al viento helado, y con el corazón latiendo a tope.



EL IZTACCÍHUATL

¡Que privilegio para México tener al “Popo” y al “Izta”!
Que privilegio para mi haber tenido un papá que amaba a la majestuosa Iztaccíhuatl. En alguna ocasión lo acompañé a una caminata maravillosa desde las faldas de la montaña. Uno de los caminos inicia desde el pueblo de San. Rafael.

Teníamos la meta de subir hasta el refugio de La Joya a 3,890 metros de altura, visitar las cascadas del Diamante, y posiblemente seguir hasta el segundo refugio en Chalchoapan que se encontraba a 4,630 metros de altura.

El recorrido entre el bosque de grandes árboles era en silencio, acompañado por el sonido de las pisadas en la la tierra llena de hojas de color marrón y amarillo, piñitas de los pinos, cantos de aves y de pequeños arroyos que se forman por el deshielo. Había que andar con cuidado para no resbalar.

Por la tarde-noche llegamos al refugio que era una nave de dos aguas con suelo de piedra durísima y espacio para albergar a muchas personas, nada más.

Así que; A poner “algo” en el piso para acostarse, apretar bien mi chamarra con un auto abrazo, y cerrar los ojos para tratar de dormir, porque a la mañana siguiente sería la visita a las cascadas. Eso, si no me despertaba el frío, y como no había un baño…, tenía que salir en la noche helada o, mejor dicho, gélida.

No obstante, ¡El espectáculo era de ensueño! La luna enorme brillando entre las copas de los árboles, iluminaba todo el terreno. Las pozas de agua del deshielo hacían un murmullo suave, y reflejaban a la luna llena.

Se podía escuchar el ulular de los Búhos y, ver el vuelo fantasmal de las lechuzas. Con esas imágenes grabadas para siempre, por la mañana no se sentía mucho el dolor de espalda.

Emprendimos la caminata. Con el rocío nocturno y el de la madrugada el sendero era resbaloso. En un momento se angostaba de tal manera que solamente en fila india se podía avanzar. Por un lado, la pared de roca altísima, y por el otro, un desfiladero con una inclinación peligrosa por lo que mi papá me había dado por precaución un piolet que yo llevaba bien agarrado.

Siguiendo el sendero di un paso en falso, y clavé el piolet en la tierra, tan fuerte, que se partió. La cara de mi papá cambió de color, dio media vuelta y lo seguí. La caminata había terminado. Para un alpinista, un piolet quebrado es señal de no continuar.

Nunca he olvidado esa experiencia. La belleza mágica y el respeto por el “Izta”, sigue para la admiración de todo el mundo desde lejos o de cerca. Yo la tengo en el corazón y en el orgullo de haber pisado su suelo desde adentro.  Gracias Pa.

SÓLO PARA CUADERNOS, NO PARA HOJAS SUELTAS


La pertenencia a grupos y la aceptación entre los integrantes es uno de los motivos para la creación de grandes obras.

Especialmente me refiero al sentido de amistad que se desarrolla entre personas geniales, inquietas, generosas, alegres, líderes en multitud de tareas productivas, con altos beneficios que se distribuyen en abundancia.  

No es fácil ser un cuaderno. Es más bien simple, cuando se tienen principios de vida semejantes.
He tenido la fortuna de conocer a personas que suman inteligencia, sencillez, educación y por eso mismo, se encuentran en posiciones de gran trascendencia. Su trabajo sostiene gran parte de los avances reales en áreas de desarrollo que de otra manera estarían desiertas.

Los resultados que producen a veces son exhibidos por gente oportunista ávida de reconocimiento mediante la farsa. A esos se les dice hojas sueltas que no caben ni pueden formar cuadernos valiosos.
 
Sólo para cuadernos es la sinceridad hasta de una crítica. Un consejo siempre con el permiso acordado mutuamente para opinar por la hermandad que los une. Son Contlapaches genuinos dispuestos a la ayuda sin demoras, aun en medio de juntas y  la toma de decisiones cruciales.  

Es un hecho que las situaciones de vida cambian. La edad, el trabajo, la familia, las rutinas están inmersas en una constante modificación. Pero los cuadernos armados con materiales fuertes resisten esas condiciones. No importa el tiempo se reconocen como la primera vez. Se alegran con los triunfos de otros y mantienen como una fuente brotante su derrama de actitudes de Fe y Confianza para sí mismos y para los demás.

Entiendo que es algo rebuscada mi explicación. ¡La lectura entre líneas no obstante es provocadora para la curiosidad de los verdaderos cuadernos!


Gracias a la Física; Gracias a la Ingeniería; Gracias a las Redes; Gracias a la maravilla y poder de la Tecnología; Gracias a las Finanzas; Gracias a la Actuaría; Gracias  a los GEEKs; Gracias al Conocimiento; Gracias a la Disciplina. Esos son parte   de otros materiales fuertes que forman cuadernos entrañables.




DE QUE LADO MASCA LA IGUANA


DE QUE LADO MASCA LA IGUANA.
Era una frase dicha por mi papá. La aplicaba en diferentes ocasiones para resaltar un buen logro, una manera exitosa de conseguir algo, como reafirmación para mí, porque él se sentía orgulloso, a su manera, de cada uno de sus hijos. 

De que lado masca la iguana también era un recordatorio de la mucha satisfacción que sentía por él mismo, cuando en sus tiempos de infancia y juventud fue superviviente del barrio bravo de la colonia Guerrero en la ciudad de México en donde creció.

A veces nos contaba muy brevemente, de las peleas callejeras que tuvo que enfrentar como autodefensa y para consolidar una fama de ganador que amedrentara a otros niños y jóvenes de bandas que dominaban en la cuadra o en la colonia. Los retos de bravucones, que había que ganar o literalmente echarse a correr para salvar su vida fue su estado “normal”. Peligros y trampas de otros tipos que atentaron contra sí mismo y lo atraparon para autodestruirse se los callaba pero estuvieron presentes de muchas maneras.
 
Salir a caminar, cuando se podía en los días de descanso, con sus pantalones anchos de pinzas que ajustan la cintura  eran la moda para lucirse con propios, extraños, y sobre todo con las muchachas, lo cual era  el complemento de las batallas ganadas.


Por eso la frase le alegraba. Él sabía en cuántas ocasiones se impuso por la fuerza, con agilidad de piernas, de inteligencia instintiva, y también de la  inteligencia que de manera autodidacta adquirió por su gusto a la lectura de poemas, historia, geografía, temas de todo tipo, que gracias a su gran memoria atesoró durante los años. Lo cual, amplió su visión para superar  en principio un entorno hostil que no le daba tregua para mostrarse dominante, destructivo. Luego,  para dejar lastres, y retomar con el tiempo su vida de trabajo.  

En algunas ocasiones nos llevaba a visitar la iglesia de San Fernando, templo muy significativo para él. Central en su barrio y  en su vida. Nos decía que ahí su madre pasaba muchas horas. Casi nunca llegaba al fondo de sus recuerdos. Se veía que eran tristes, pero a la vez se animaba sabiendo que tuvo que asumir responsabilidades y tareas de hermano mayor para compensar las muchas carencias económicas, de seguridad, apoyo y acompañamiento de las que a él le faltaron pero que cumplió para sus hermanos menores.

Con esta perspectiva, personalmente la frase y sus enseñanzas tienen un significado muy importante. Es una reflexión que  me ha heredado junto con un aspecto reservado de su carácter.

Me enseñó a su modo a ver  desde diversos planos, ¡De qué lado masca la iguana y se lo agradezco profundamente! 



2 DE NOVIEMBRE, IGUALA Y CASA


En torno a lápidas, altares, y en cualquier lugar en donde está puesta una señal en recuerdo de alguien, es el día en donde las almas de los vivos y de los muertos se juntan.

La vida del panteón de Iguala en esta fecha es según la tradición, una fiesta para celebrar. Se escuchan las melodías de bandas, mariachis, tríos, y toda clase de músicos interpretando las canciones preferidas de los muertos.  Hay abundancia de comida que se comparte con conocidos o desconocidos. Cada tumba florece con una variedad de colores entre los que destaca el amarillo brillante del Cempaxúchitl, el morado intenso del Terciopelo, las Siemprevivas , Nubes, Lilis, cadenas de una flor blanca con centro rojo que forman cruces, collares y más, que se ponen como adorno Junto con velas de cebo y veladoras.

Cada año como un ritual solemne entre risas y recuerdos se vive la tristeza apacible por los seres queridos. Se encienden velas, se sahúma con incienso y copal el lugar, así que el ambiente se llena de ese olor intenso que en los altares de las casas impregna toda la ofrenda. Ese aroma característico me encanta. No obstante, de niña me disgustaba porque al día siguiente los alimentos expuestos toda la noche en el altar, se comen. Se dan a los vecinos, familiares y conocidos. Igual que se los recibe como intercambio.

Era una pena porque en mi paladar se perdía el sabor del pan de canela, naranja o azahar, con forma de animales y fantasmas; De los tamales de ciruela, los de dulce que en Iguala se les conoce como “heridos” por una línea roja que los distingue. Los tamales nejos que acompañan al mole verde; También la fruta como los nanches, y los mangos, todo tenía un gusto uniforme a incienso y copal.

Sin embargo, es un modo tan propio, tan sincero de celebrar, que hoy, después de haber participado desde la infancia con mis abuelos, mi madre, me llena de alegría. Porque he visto que en la casa  de uno de mis hijos, él puso un altar para los muertos, hizo un caminito con los pétalos del Cempaxúchitl que en la noche adquiere un tono brillante para que se siga iluminado el camino de las almas. AMEN.