Hay recuerdos de
la niñez que posibilitan en cualquier día, hacer un cambio de humor muy afortunado.
Se confabulan para
traer imágenes con las cuales se vuelve a sitios de recreo, paseos, vacaciones,
escuela o casa en donde existen emociones de todo tipo. Aunado al
reconocimiento del gran esfuerzo de los padres y madres que pese a muchas
circunstancias adversas y no pocos desacuerdos de pareja, por las distintas
crianzas, costumbres, ideales y aspiraciones, mantienen el compromiso de criar a
los hijos y brindarles lo mejor que tienen en cada momento.
El resultado de
todas esas vivencias, configuran estilos de vida. Personalmente considero que
es un asunto tan valioso, que me hace pensar en una adaptación “multimodal” que
es útil para siempre y para todo.
Me explico: Para los incontables paseos dominicales, mi
madre disponía en una canasta comida lo que tenía a mano. Particularmente
preparaba tortas. Ya fuera que nos
llevaran al campo, a un parque, al tradicional bosque de Chapultepec, o un
lugar más lejos por cualquiera de las carreteras que confluyen en la gran
Ciudad de México hacia Cuernavaca, Hidalgo, Puebla, Toluca etc. cuando había
que comer, se hacía un alto para empezara el reparto de lo que había en la cesta.
Sobra decir que
las “tortas paseadas” eran mis preferidas. ¡Qué bien que sabían! Entre que de niño uno disfruta con todo
entusiasmo lo que hay. Como el agua; No importa si es de un río, lago o charco.
Lo verde; Que tampoco importa si es de bosques, llanos, praderas, cerros o
jardines. Explorar; Con todo cuidado o a toda carrera, el caso es que después
del ejercicio las tortas sabían a gloria.
Con la cantidad
de comida que se llevaba, gracias al ahorro y al cuidado que ejercía
absolutamente mi madre, era frecuente que hubiera sobrantes. Así que, inclusive
después de haber llegado a casa ya tarde-noche, se me ocurría hurgar entre el
mantel que cubría la canasta. Busca, busca, ¡y… bien! Una torta paseada y
re-paseada era una cena inmejorable.
Es un verdadero
privilegio el haber tenido esa comida, esos paseos, y valorar profundamente el
como un estilo de vida se transforma “multimodalmente” para aprovechar en
cualquier circunstancia lo que se nos ofrece y optar siempre porque se perciba
como lo mejor.