Sucedió como corolario de una serie de
noticias trágicas por el fallecimiento de una persona cercana, muy querida.
Involucra a gente de la familia, otras personas también conocidas, de quienes
no habría que dudar por sus declaraciones.
Era un día normal en el mes de Octubre, dentro
de la rutina del protagonista. Él estaba en ruta para hacer algunos pagos.
Llevaba su caja de herramientas, para más tarde abrir su negocio y empezar a
trabajar.
De pronto sintió un dolor agudo muy fuerte
en el pecho. Era difícil respirar y el dolor aumentaba. Apretó contra sí sus cosas
y los pasajeros del autobús desconfiaron de su comportamiento. No sabían que
ocurría, alertaron al chofer para que detuviera la unidad y viniera a revisar
que estaba pasando.
El chofer se dio cuenta de que el pasajero
estaba grave. Bajó a todos y llamó a los servicios públicos de auxilio. De
acuerdo con los relatos, no hubo ya algo que hacer. Un infarto terminó en poco tiempo
inesperadamente con la vida de aquel señor.
Ambulancia, policías, ministerio público y traslado
del cuerpo a una delegación para abrir un expediente en un acontecimiento que
se persigue de oficio en esas circunstancias. Llamar a los familiares, empezar
los trámites terribles aunados al desconcierto, la pena y el dolor…
Cerrado ese caótico episodio, el hijo
regresó al lugar de trabajo de su padre. Como hijo mayor, siempre estuvo al
pendiente de ayudarlo. Lo visitaba para platicar con él y procuraba hacerle
compañía. Tuvo que dar por terminados los asuntos de trámites, trabajos
pendientes, avisar a los clientes, ordenar todas las herramientas y notas de
trabajo. Muchas veces mientras tanto, pasaban por la calle personas que
conocían al señor, y preguntaban por él.
Los vecinos de otros negocios también
preguntaban, dado que habían notado que su local permanecía cerrado. Cada vez
era más pesado y abrumador dar la misma noticia: “Mi padre ha muerto. Gracias,
ya no vendrá más por estos lugares”. La gente le decía que lo sentía mucho.
Le daban la mano, un abrazo, y continuaban su camino.
Finalmente, terminada esa labor de
despedida, bajó la cortina. De vez en cuando regresaba para revisar el local,
ponerlo en venta, y mantener los pagos al corriente.
En el mes de enero pasadas las fiestas de
fin de Navidad y año nuevo, los dueños de un restaurante al que acudía el
señor, vieron al hijo. Le preguntaron “Si a su papá le había gustado la cena
de Navidad”. Con gran tristeza él les contó que su padre había fallecido.
Lo siguiente dejó a todos impactados. El
hijo señaló que en la fecha de la Navidad su padre ya no estuvo presente, que
había muerto en el mes de Octubre. Los dueños del restaurante amablemente
dijeron que con eso no se jugaba. Que no les hiciera esos comentarios. ¡ELLOS
habían despachado la cena de Navidad a su padre en persona!...
Lo desconocido es impresionante.
Inexplicable. Hay muchas suposiciones. Tomamos la que más nos tranquiliza para
seguir viviendo, hasta que llegue el momento personal de descubrir el gran
misterio todavía no revelado.
Paz para todos. Amen.
No tengo palabras, yo había hablado con el esa misma mañana, preguntado cómo había ido el cumpleaños del menor de los hijos, que pensaba hacer esos días, esa mañana, mientras para mí etan las 15:00 e iba saliendo de una oficina pyblica, lo único que qierqu era un modo de hanlha con el un rato, aunque fuera un momento, nunca pensé que sería la ultima, que guardaria esa corta platica para siempre como la última.
ResponderBorrarLo siento.
BorrarHabría que tener muy presente por lo tanto, que tampoco sabemos cuándo es el último encuentro con alguien, para hacer y decir lo conveniente con todas las personas.
Especialmente con las que queremos. Gracias por compartir tu vivencia.
Un EXCELENTE PERSONA UN FUERTE ABRAZO donde se encuentre
ResponderBorrarGracias por tu apreciación!
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