EL PICHI


Realmente su nombre era Pichicuas. Tenía un color como del trigo, pajita, con algo de blanco en sus patas. Su talla pequeña, pero con un andar garboso y ligero. Muy alegre, activo, súper inteligente. 


El haber crecido junto a niños le desarrolló su instinto explorador y de caza. Su sensibilidad para entender el lenguaje de las señas lo hizo alerta para observar cada detalle. “Quieto; ¡Vamos!; Busca! No te muevas” …


Cuando fue cachorro, sus compañeros de aventuras también lo eran, así que conjuntaron sus energías para correr, jugar, y darse un descanso al final de la jornada comiendo toda clase de golosinas y frutas.


De adolescente y joven acompañó todos los días a su ama mayor muy temprano por la mañana a comprar la leche para la familia. En ese entonces había un establo un poco lejano de la casa en donde vivían, pero a su ama mayor le gustaba la caminata y sobre todo conseguir buenas cosas como la leche recién ordeñada. En la primavera y verano a veces iban también los niños, pero en tiempo de invierno, ellos se quedaban dormidos y él y su ama mayor hacían el recorrido solos. 


El frío se sentía fuerte, el vaho salía de la boca así que los cachorros humanos se quedaban bien cobijados en casa. 


Cuando ellos crecieron y tenían la edad aproximada a su vida perruna, la jornada era compartida bajo la supervisión del ama mayor. Se acompañaban todos y en el camino había carreras, juegos, trucos, pero sobre todo estaban alerta para avistar a las bandas de los callejeros que amenazaban con darle una tunda. A veces lo habían logrado y él salía lastimado. Por eso el mayor reto era que sus compañeros lo defendieran, esquivaran a los malosos, espantaran a los peleoneros y como último recurso, lo cargaran en brazos para que no le hicieran daño. 




Los domingos eran días de misa. Como él no podía entrar se quedaba en la puerta del templo. Escuchaba toda la ceremonia echado. Movía las orejas para monitorear cualquier sonido, con lo cual sabía cuándo la celebración había concluido y se sentaba atento oliendo el paso de la gente. Cuando veía a su manada daba brincos emocionado y partían todos de regreso a casa. 




¡Llegó a tanto su inteligencia y buen comportamiento que lo llevaban de vacaciones a Acapulco!
Se metía al mar, lo tapaban con arena, tomaba agua de coco, hacía las mismas escalas “estratégicas” nunca sufrió de mareos ni se ensució en el auto. A tal grado que unos vecinos humanos lo “pidieron prestado” para llevarlo también con ellos a Acapulco. Él ya conocía el mar, y no hubo problema.
Precioso canito, espero que en dónde estés ahora, tengas todo lo que te ganaste por ser un maravilloso amigo y compañero. :)

8 comentarios:

  1. Como recordar esa mascota infantil la mía se llamaba bray tan hermosa y comprensiva, gracias por tu pichicuas

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    1. Que bonito nombre el de bray.
      Son seres perfectos, que nos regalan el tesoro invaluable de su compañía.
      Gracias por tu comentario.

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  2. Sí. Seguramente muchos recordamos a esos compañeros de vida con mucho cariño.
    Gracias!

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  3. Pichi!!! Pichi!! Acurrucado debajo del asiento del autobús, sin un solo ruido, , a sabiendas de que era lo que se esperaba de el, tal vez alucinaciones mías, pero juraría que lo vi más de una vez por el pasillo, cuando su cuerpo pero ya se encontraba enterrafo en el jardín.

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  4. Sí, También sabía viajar en transporte público. Fué pionero y los choferes le permitían el paso!

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  5. Sí!!! Compañero de infancia, muy inteligente, de esos que "solo les falta hablar" realmente era un ser maravilloso! gracias por tu comentario!

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