Milenarios
robles de inmensa estatura. Cálida presencia que nos llena de paz y seguridad.
Cada uno guarda la emoción que viste a esas personas que si se tiene la fortuna de que
estén vivos recibe un abrazo y un saludo cariñoso. Oferta de apapachos y hasta de
malcrianza. Si están muertos, conservar el recuerdo vivo de su amor
incondicional.
Sus historias
son reales. Tanto si son relatos de cuentos que escuchamos cuando niños, como
de su vida personal cuando de adultos nos enteramos de anécdotas y experiencias
que como seres humanos vivieron con errores, “pecados” y aciertos.
De cualquier manera,
prevalece en mí por los relatos en familia, su buen hacer como padres al
recordar como hacían para que se tomara una medicina. Ponerla en una cuchara, “saborearla”
e invitar a probar al enfermo que se rehusaba aferrado a abrir la boca.
Alentar la
confrontación, con su respaldo, en situaciones o tareas complicadas para dar la
seguridad de poder contra las circunstancias atemorizantes. Dar órdenes firmes,
o la exigencia sin discusión de los comportamientos debidos para encontrar salidas
y no quejarse de las condiciones.
Tener aprecio
por un libro y animarse a leer mucho como un medio de aprender, desarrollar la
imaginación y construir lo que la mente es capaz de crear. Pensar mucho más
allá de lo conocido y sentir lo infinito como una fuerza al alcance para no
claudicar, y mantenerse firme.
Herencia de valores
transmitida por generaciones encarnada en nuestra madre y padre, inmenso
orgullo personal, para afinar con inteligencia el presente y seguir adelante.
Son cronistas
confiables de sucesos históricos como los asaltos al tren en la época de la
revolución, o los fusilamientos a los contrarios a una causa. Portadores de
medallas o actores importantes en asuntos públicos, así como de actos de
caridad en las cárceles y hospitales.
Mi abuelo,
maestro estricto para “regresar “a grados escolares anteriores a su propia hija
para mostrar la disciplina debida al estudio. Abogado de las causas sociales y
de las medidas exactas para las balanzas que pesan los alimentos que se venden.
Buscador incansable de la Justicia y el conocimiento.
Mi abuela, con
manos fuertes pero capaces de dar una caricia tierna y cobijarnos con su
rebozo. Ceño austero por haber librado batallas personales difíciles emocional
y materialmente. Pero siempre presente a pesar de su propio bienestar.
Es poco lo que
se dice en estas líneas. Pero es posible provocar en su lectura recuerdos
inefables, propios, gratos o amargos de los cuales estamos hechos para orgullo,
o para el cambio que por su remembranza sigan siendo guía en nuestro andar.
Tal vez no me
equivoque si escribo que habrá más cosas por las cuales agradecer a ellos
quienes “como a hombros de gigantes” nos permiten ver el pasado, lo presente y
el horizonte con mayor claridad.
¡Salve abuelos!
Se lo merecen.
Recordar a nuestros ancestros con honor,respeto y amor siempre presentes en nuestra vida llenos de su vida con amor
ResponderBorrarAsí es. Gracias.
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