Después de haber
pasado un soleado día al aire libre jugando en el enorme jardín entre risas y
carreras, el grupo de niños fue llamado a meterse a la casa porque la tarde se
había tornado airosa, y el cielo comenzó a tomar un color plomizo, cargado de
nubes que amenazaban una gran tormenta eléctrica que era común en aquella zona
de bosque durante esa estación ahora irreconocible de un clima que cambia de improviso.
Entraron a la
casa y se sentaron en torno a la mesa de la sala para iniciar los juegos con
los tableros en los cuales podían participar todos y seguir la reunión ya
resguardados, al cuidado de una persona adulta que solo de vez en cuando les
echaba un vistazo, y les llevaba golosinas que ellos comían con mucho agrado y
algarabía.
Afuera se
gestaba la tormenta con el aullar del viento que pasaba entre los árboles. los
mecía haciendo un sonido singular que casi obligaba a escucharlo. Se formaban
remolinos que arrastraban a las hojas y las ramas se sacudían en creciente
intensidad y fuerza… La tormenta había iniciado.
Algunos
muchachitos estaban inquietos al darse cuenta. se asomaban a las ventanas y a
la puerta para ver como a partir de la puesta del sol, empezaba la tarde-noche imponente
con las ráfagas de aire desplazando a la claridad que se apagaba poco a poco. Al
oír el crujido de las ramas de los altos árboles que se mecían, ellos temerosos cerraron para regresar a sus
lugares.
La puerta
temblaba con el aire que se filtraba por las rendijas y por debajo silbando. En
un momento se fue la luz eléctrica, y hubo un silencio repentino en el grupo. Escucharon
con mayor inquietud a la tormenta. Después de unos breves parpadeos volvieron a
brillar los focos, y todos continuaron un poco más calmados mirándose las caras
de susto, pero entretenidos por la diversión.
De pronto; ¡La
obscuridad envolvió todo el ambiente! el silencio se volvió intenso, la persona
adulta que los cuidaba decidió prevenirse con la búsqueda de unas velas, pero
no lograba encontrar alguna en los cajones de un mueble en la recámara en donde
se encontraba. Se hizo interminable la espera. Oyó a los niños bajar el volumen
de sus pláticas para centrar su atención en aquel lugar, ahora cubierto de
sombras que aparecían por todos lados con cada relámpago que cruzaba iluminando
un instante el bosque, para dejarlo nuevamente envuelto en la negrura de la
noche.
En un momento
entró una corriente de aire muy fuerte que abrió la puerta azotándola, lo cual,
sobresalto a algunos que se acercaron a otros tratando de no sentir el miedo
que se contagiaba con el paso del viento, el estruendo de los truenos y
relámpagos ahora más frecuentes, anunciando que la tormenta estaba en todo su apogeo lanzando
inquietantes latigazos de luz y furiosos ruidos de los truenos que eran escalofriantes.
¡Cada impacto
les erizaba los cabellos! En una visión borrosa que permitió otro relámpago,
desde el fondo de una garganta salió un grito, y ¡una mano temblorosa señaló
hacia el marco de la puerta de la cocina! Todos los ojos voltearon a una,
retrocediendo entre tropezones con las sillas y cosas a su paso. El adulto salió
despavorido de la recámara y se dirigió corriendo como pudo para reunirse con
ellos que con la respiración entrecortada, vio que se habían unido para seguir señalando
sin saber hacia dónde, mientras el resplandor de un nuevo relámpago iluminó
toda la casa seguido del estruendo de otro trueno que hizo vibrar los vidrios
de las ventanas.
¡¡¡¡Ahí está!!!!
Gritó alguien. ¡¡¡¡Ahí está!!!! Ya nadie sabía que pasaba, se formó un coro de
gritos. Algunos niños sintieron como una leve brisa que pasaba cerca de su
cara, otros que en su cabeza se enganchaba algo rasposo. Al adulto se le heló
la sangre, buscaba a ciegas lo que los niños señalaban y su piel se puso “como
de gallina”. Se dirigió lo más rápido que pudo hacia la cocina para abrir un
cajón en donde había las benditas velas, en plena obscuridad se alcanzaba a oír
un gran zumbido y toqueteo en las paredes, el techo, por toda la habitación.
Al fin, con una
vela encendida alumbró hacia aquel ruido peculiar para enfocar algo. ¡¡¡Que
sorpresa para todos!!! Un enorme escarabajo tornasol revestido por las sombras,
en su desesperación trataba sin conseguirlo de salir de aquella casa
terrorífica, aun que fuera en medio de la tempestad y la tormenta, pero que
seguro era más benigna que el alboroto y revuelo que había causado su presencia
al ser arrastrado sin querer por el viento, cuando se abrió la puerta mal
cerrada.
En las mentes
infantiles quedó grabada esa historia para toda la vida con un sentimiento
maravilloso de entusiasmo. Más, el saber que los escarabajos son mensajeros
sagrados en el eterno y mágico Egipto.