CUENTOS DE MELODÍAS, Y SOMBRAS


Que pasa cuando en medio de la noche se escucha una melodía ejecutada en un piano, que nadie ha tocado dese hace tiempo… o si en tu casa por la tarde se observa una sombra de pie con la figura de un caporal con sombrero de ala y una larga capa que le cubre…

Es posible que los cuentos a continuación despierten en  alguien  el recuerdo de alguna situación inexplicable, pero que se guarda en la memoria, y acude pronto como un ensueño para contar y compartir experiencias.  

Hacía ya mucho tiempo que la joven que tocaba aquel piano se había marchado de casa. Sólo quedaban como habitantes, un matrimonio que convivía cada uno en su espacio y casi con un mínimo de conversación. No obstante,  en la casa debieron  haberse guardado muchos sonidos. Los de una familia que ahí había vivido hasta que cada hijo se fue independizando.  Los juegos y ladridos de  dos perros que cuidaban el patio, y  en general ruidos  pasados del trajín cotidiano,  de muchos años de vida presentes ahora  en  la memoria  de cada uno de la pareja  de adultos mayores para acompañarles sus tardes y noches en soledad.

 Sin embargo, el piano con sus notas era frecuente que despertara al hombre de la pareja y lo hiciera ponerse en alerta. Él se levantaba muy despacio de la cama, caminaba lentamente, mientras se escuchaba el toque de las teclas en la obscuridad. Como era una casa de dos pisos, en la planta alta dónde estaban las recámaras la suya estaba  en frente del barandal que conducía hacia la escalera  por un pasillo para llegar a la planta baja. Cada vez que se escuchaban las notas del instrumento, se aproximaba con mucho cuidado hasta el barandal y comenzaba a caminar para lograr asomarse al rincón en dónde se encontraba el piano.  

A veces de golpe, el sonido se apagaba. Ya no tenía sentido tratar de bajar…  Si el sonido continuaba, con mayor sigilo se agachaba y continuaba procurando alcanzar el descanso de la escalera desde donde ya era visible la banqueta que hacía juego con el piano, pero que permanecía vacía aún que los acordes todavía se escuchaban. De pronto, nada. Todo era silencio. El piano  estaba en su lugar callado y con la tapa puesta. No había algún movimiento en toda la sala.

En una  ocasión, cuándo se hizo el silencio,  él alcanzó a ver una sombra.  Por su forma se apreciaba que era la silueta de un hombre. Vestía una capa corta y  portaba un sombrero. Desde la perspectiva  en que había logrado colocarse para ver entre la obscuridad, la sombra estaba dándole la espalda. Ésta contemplaba un cuadro entre la sala y el comedor de la casa.  El hombre pensó que se atrevería a llegar a él.  Se dijo para sus adentros que ojalá y  aquello no se diera vuelta… como era una persona mayor de edad, lentamente se quiso aproximar para observarlo de cerca. ¡¿Quién era?!  Cómo había entrado!? él sintió que era arriesgado ponerse de frente, pero lo alentaba la curiosidad por ver quien era. Quien en la quietud de la noche permanecía de pie contemplando un cuadro en la sala de su casa... Dió un  paso, dos, lentamente,  y cuando menos se lo esperaba, así de la nada, la sombra desapareció.


Sin poder explicarse que había pasado, se quedó en el frío de la noche, sintiendo los latidos de su corazón todavía acelerados. Pudo hacer un respiro profundo para tranquilizarse, y regresó a su cuarto con la incertidumbre de lo que había presenciado.

¿Habrá en todas las casas apariciones desconocidas que traen mensajes, o sólo inquietan a los habitantes sin algún propósito malévolo, pero como una forma de despertarles la imaginación hacia vivencias que muevan su curiosidad por lo desconocido?

En ésa misma casa, el hombre de la pareja también aseguró que con frecuencia él se topaba con una figura muy  ágil y graciosa.  Aparecía  a cualquier hora dado que la casa estaba la mayor parte del tiempo callada. Lo había podido sorprender cuándo él bajaba para prepararse algo en la cocina. El personaje estaba entretenido, como en busca de algo.  Al darse cuenta de la presencia del hombre, la figurilla corría a esconderse. Se metía entre los muebles, se escurría por debajo de la escalera o se metía en un closet de la planta baja que  servía además como alacena y estaba lleno de cajas. 


Varias veces el hombre lo había visto y trataba de seguirlo con su mirada. Pero lo más que pudo fué ver  sus rasgos como los de un  pequeño duende irlandés. La  manera peculiar de sus ropas lo distinguía. Eran de color verde, calzaba zapatillas de punta. Su traje era de dos piezas, con chaleco y un sombrero negro de hongo. Se veía muy gracioso de acuerdo a la descripción, que con detalle había reconocido  el hombre admirado de su presencia.  Era emocionante para él cada vez que lo sorprendía. Trataba de alcanzarlo  al menos con sus ojos para adivinar su escondite. Como lo había visto desaparecer a veces debajo de la escalera, con  trabajos se asomaba por debajo de los escalones. 
Si lo veía correr hacia el closet, abría  de golpe la puerta para tratar de acorralarlo. Pero inevitablemente el duende se  le escapaba y se escabullía.

  A raiz de aquellos relatos, en uno de sus cumpleaños, la nuera del señor le regaló un muñeco-duende algo similar al de sus  visiones. Él lo puso sentado en la cabecera de su cama como agradecimiento. Pero le alegraba siempre mucho la visita  o permanencia en casa, del otro amigo que de vez en cuando se le aparecía y en una carrera rápida se le volvía a perder de vista ya fuera debajo de la escalera, en el closet o esfumándose en el pasillo.

 Los personajes; Sombras y sonidos, son parte de variados relatos en muchos lugares.

Otra historia es la de una mujer que  presenció personalmente una aparición que no pudo explicarse. 

Su casa se localizaba en un fraccionamiento rural.  Las construcciones formaban un conjunto en  cuyo centro había un espacio de áreas verdes, con una zona de juegos, caballerizas,  y palapas para la convivencia  de unos pocos vecinos que habitaban por temporadas  alguna de las casas.  En los linderos exteriores había terrenos para la siembra de maíz que cruzaban senderitos que marcaban con su andar rutinario, perros, los dueños de las siembras, y los trabajadores que cuidaban la milpa.  La gente del lugar contaba además del tránsito de las víboras chicoteras o las culebras Cincuates que hipnotizaban a las mujeres que acababan de tener a sus niños para robarles la leche de los recién nacidos… También de los Aluxes que salían de noche para cruzar las milpas y llegar a las casas de los alrededores en busca de cosas interesantes para ellos que les gusta el material brillante y algunos objetos para su colección…

Una tarde la mujer se había quedado en casa sola. Ya pronto se haría de noche y preparó algo de comida para irse a su recámara. Las habitaciones para dormir estaban al lado de un corredor largo. La suya era la última de aquel pasillo que en principio comunicaba con la sala-comedor. 
 Se llevó una charolita con lo necesario para leer y cenar sentada en su cama. Tenía un tocador con un gran espejo justo al frente de la cama,  desde dónde se podía ver parte del pasillo que llegaba a la sala. Ella se acomodó, tomó un bocadillo y comenzó su lectura.

 No se dio ni cuenta que afuera ya estaba obscuro, pero empezó a escuchar el sonido de los animales del campo que en aquella hora despiertan con toda una serie de cantos, y carreras por todo el sembradío que estaba en los límites posteriores de  la casa que ella ocupaba. En una pausa que hizo para tomar un vaso con agua levantó la vista para descansarla y cerró un poco los ojos. Cuando los volvió a abrir miró por el espejo que en el fondo de la sala  había una sombra alta. Ella percibió que se encontraba parada mirando de frente hacia el espejo, pero no se le veían bien las facciones porque estaban todas las luces apagadas. 

Ella no podía ver más claramente el rostro de aquella silueta, si bien, sentía su mirada directa. Como estaba sola, trató de tranquilizarse con su diálogo interno que empezó a preguntarse que sería aquella visión que de cualquier manera era inquietante, pero que permanecía inmóbil captando su atención  de una manera  que la desconcertaba. Ella sabía que el fraccionamiento era seguro. Estaba rodeado y había vigilancia. así que empezó a recorrer con la vista las lámparas exteriores y los focos de la recámara  suponiendo que fuera un reflejo proyectado de un mueble o  al través  de las cortinas de la sala… 

 No podía pedir ayuda,  porque el  único teléfono era fijo y se encontraba en la sala. Tampoco podía salir para ir con un vecino a menos que pasara justamente por la sala, que comunicaba con la puerta de entrada. La sombra estaba inmóbil. La silueta se parecía a la figura de un capataz. Tenía un  sombrero ancho con las cintas del barbiquejo ajustadas a la cara… su gabán era largo como los  que se usan para guarecerse de la lluvia. Se le veían muy bien las piernas con botas y se adivinaba una actitud inquisidora. Los brazos le caían a los lados y en una mano sostenía una fusta para acicatear a los caballos. Todo estaba en silencio. Nada se movía ni  dentro ni afuera.

La mujer no acababa de comprender que sucedía. Reinició con la búsqueda de fuentes de luz que hicieran aquella imagen desde la obscuridad. Ya había permanecido un buen rato con esa visión y nada sucedía. Apartaba la vista del espejo, pero de reojo volvía a enfocar a la sombra en el fondo obscuro.  Por fin se atrevió a quitarse las cobijas que la cubrían y lentamente ponerse de pie para salir al pasillo y mirar de frente aquella figura inexplicable. Se calzó unas sandalias y sin hacer ruido se agachó para salir despacio por la puerta de su recámara hacia el pasillo… 

Ya no revisó la imagen del espejo. No quiso encender la luz para no desviar su atención del encuentro que en su mente se había formado para encarar aquella aparición y ver de dónde se proyectaba o si realmente se encontraba alguien dentro de su casa… Empezó a caminar poniendo atención a cualquier sonido o movimiento. El corazón le latía cada vez con mayor fuerza, pero contuvo el aliento para seguir por el pasillo, poco a poco, hasta la sala en penumbra. Ella sabía que las cortinas casi transparentes dejaban pasar unos pocos rayos de luces lejanas lo cual  pensó le ayudaría a enfocar lo que estuviera dentro. Ya estaba en el principio del pasillo justo para el acceso a la sala. Se puso de pie y tomo un profundo suspiro. ¡Salió de golpe y apunto la vista hacia el lugar de la sombra… ¡Nada! Ni formas de muebles, ni reflejos engañosos ni presencia obscura que se le quedara mirando.

Al otro día comentó algo a los campesinos y gente del lugar, pero solo obtuvo nuevas historias de los Aluxes que sí “son reales” que viven por los cerros cercanos a las poblaciones y que llegan de visita por sus túneles y caminos entre las milpas hacia las casas. Pero que no son malos ni asustan con terror… Inclusive  se dice que si se les solicita, son ayuda para resolver asuntos que la gente tiene y en los cuales ellos intervienen a favor de los que los convocan, a cambio de alguna recompensa.

1 comentario:

  1. Ya se me había olvidado lo del piano!!!! mi abuelo comentaba que inclusive cuando empezaba a oírlo ya mejor se acomodaba para escucharlo más a gusto, ya no pretendía ver quién era para poder seguir escuchando, al parecer era el que mejor tocaba de la familia... jajajaja

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