Ella había nacido
en un lugar con esa cualidad de grandeza que la necesidad del comercio tiene
que confrontar en algún momento, con otro mundo lleno de cosas que confunden.
Pero fue educada con la sabiduría de sus ancestros y el cobijo de la tierra madre
como le llamaban a su suelo, a sus campos de cultivo y al horizonte más allá de
sus montañas. Aprendió a sembrar café, frijol, maíz, calabazas y chayotes que
junto con otras yerbas eran el alimento sencillo que nutría a su cuerpo
desde niña. Era afortunada, porque en otras comunidades los niños solamente
comían quintoniles y quelites como desayuno, comida y cena, si bien les iba.
Por eso cuando llegó la edad de empezar sus estudios pudo caminar las horas que
requería llegar a la escuela rural en medio de la nada.
La escuela o
mejor dicho los estudios, era una ambición que sus padres le habían inculcado
para algún día salir de su pequeño pueblo y conocer otros modos de vida. Ganar
dinero y formarse un futuro mejor. Escapar de juntarse con un muchacho que la
mayoría de las veces tenía el vicio del alcohol y de manera primitiva, por puro instinto hasta la
violencia, la embarazaría como a tantas niñas y muchachas les había sucedido.
Al principio
ella no entendía bien lo que le decían. Su infancia era apacible obedeciendo a
su madre y a su padre que le enseñaban con una inteligencia más abierta, el
contraste que alcanzaban a ver según su propia experiencia si se quedaba con
ellos en el pueblo o se animaba a aprovechar lo que ellos podían ofrecerle al
vislumbrar otro destino.
Estudie “mija” ponga
atención a sus maestros. Lea los libros que le prestan y entienda todo lo que ahí
dice. Aquí en su casa está segura, pero no le vamos a durar toda la vida. Tiene
que aprender a valerse por si misma. No se deje engañar de cualquier hombre. La
van a burlar y de ribete tendrá que cargar con un hijo. No se crea de cuentos
que la asusten. Sus abuelos y nosotros siempre estaremos a su lado. “Onde quera
que usté vaya”. Eso que le quede muy claro. No importa si es lejos, tiene “juerzas
paguantar” lo que le caiga. Ahí estaremos. no lo dude.
Poco a poco esas
palabras se convirtieron en un eco que en sus vibraciones la empujó para terminar
la primaria. Luego estudió la secundaria y llegó hasta el antepenúltimo
semestre de la preparatoria, sorteando durante todo el camino los peligros de
encuentros que la hubieran lastimado como le advirtieron su mamá y su papá que
sin darse cuenta eran distintos y le enseñaron cosas diferentes.
Comprobó el cómo
a muchas de sus compañeras, ni les permitían ir a la escuela. Les decía que
para qué les serviría. Entre mucha ignorancia eran víctimas de un abuso cobarde por
sus propios parientes. Padres, tíos, primos, hermanos las atacaban en un acto vil de
embriaguez y salvajismo. Muchas tuvieron hijos o hasta se murieron por
complicaciones de un embarazo con alto riesgo para niñas todavía en desarrollo.
La vivencia de
esas cosas la alertó para cuidarse y apreciar sobremanera la bondad de otras
familias que conservan sus valores ahí mismo paralelo a la barbarie. La fuerza
y solidaridad para ayudarse. Como comunidad participaban en la construcción de
viviendas. Labranza y cuidado de las siembras. Festejaban con gran júbilo la
cosecha y repartían entre todas las semillas, los frutos, así como el resguardo
para la nueva temporada de sembrar y abastecerse. Ella supo estar presente y
atesoró la parte buena de su gente.
Sin embargo,
llegó un tiempo en que las cosechas no alcanzaron. El mal pago a tanto esfuerzo
de los agricultores obligó a mirar a otros lados para completar a penas su
supervivencia. Se enteró que los precios se manejaban sin escrúpulos y a
conveniencia de los que iban a comprar sus cosechas particularmente del café
que su familia sembraba. Así que sus hermanas mayores aceptaron trabajos de
servicio doméstico hasta la capital igual que otras mujeres de la comunidad.
Se
arriesgaron a aprender en la gran ciudad a transportarse en el metro, autobuses
y combis. Llegaban a casas en dónde les pagaban poco, pero comparado a nada no
tenía más remedio que soportar otros abusos dentro de una discriminación flagrante
por su aspecto indígena. Pero se aguantaban unos meses para juntar dinero y
cooperar para el mantenimiento de la familia. Con la ilusión de poder regresar
para la temporada de la cosecha y quedarse en su casa hasta otro ciclo de la
siembra que era el único medio que tenían para continuar con su vida.
En muchas
ocasiones llegaban a contar de mujeres conocidas que eran encerradas toda la
semana sin descanso y al final las dejaban ir sin pago. Las echaban a la calle sin
más. Si bien les iba, lograban comunicarse y entre ellas se ayudaban para
quedarse en un cuarto que alquilaban hasta reunir el dinero para pagar el
pasaje de regreso al pueblo. Tenían que hacer un gran esfuerzo por ahorrar
porque el pasaje era caro. A veces lo que ganaban en un mes, apenas alcanzaba
para pagar un solo boleto. De las compañers que nadie se enteraba, hasta la piel se les
ponía chinita de imaginar que ninguna persona les ayudara y se perdieran para siempre.
Ellas a pesar de
todo pensaban que tenían suerte. Volvían a la casa en las temporadas de cosecha
del café que seguía sembrando la familia. Le contaban de todo esto y en una
ocasión la animaron para turnarse el trabajo y que conociera la capital, porque
sus “patrones” eran comprensivos y les daban permiso de que cualquiera de ellas
sustituyera a su hermana para que pudiera ir al pueblo y ayudar a sus padres en
las tareas del campo cuando fuera necesario.
Con todas esas
experiencias también le recordaban que como ella y su hermanita menor habían
estudiado. Pensara en terminar su preparatoria. Su hermana menor ya lo
había hecho. Y todas estaban atentas para ver que pudieran tener una mejor
oportunidad de vida. La hacían reflexionar un poco, pero aceptó un día el
intercambio y se fue a la capital con una de ellas.
Empezó entonces
otra etapa de trabajo. Pudo comprarse un teléfono celular y sabía muy bien
usarlo. Se dio cuenta de otro mundo de concreto. Multitudes que corrían y se
empujaban sin consideración para ninguno. Se adaptó pronto a ir y venir, pero se
preguntaba si por la materia que había reprobado y que le desanimó a concluir
su preparatoria estaría siempre en desventaja allá en su tierra y acá en una
ciudad tan indiferente a sus ilusiones.
Ella había
estudiado, pero le faltó un semestre para terminar la prepa… Quería conocer países
y lugares que veía en la internet. Sabía que hay gente que la quería. Tenía muy
presente que a su hermano hombre, como señalaba, le habían apoyado en la comunidad
para enviarlo a la frontera a estudiar con todos sus gastos pagados. ¡Ya era
médico! Regresaba al pueblo para mostrar que sí se podía progresar. Ella
en el fondo no entendía esto. porqué se daba preferencia a los muchachos. .Pero un encuentro inesperado la hizo recapacitar.
Una vez ella conoció a una mujer joven. La encontró de camino a su trabajo. Parecía
perdida entre las calles y le solicitó que la orientara para llegar a una dirección. Platicaron mientras
llegaban al destino que estaba en la vía hacia dónde ella se dirigía. La persona
le hizo notar que tenía que terminar sus estudios. Emprender nuevamente el
camino para lograr un cambio en su vida. Que el querer superarse dependía de
ella misma. Aún que su esfuerzo tuviera que ser enorme.
Dejar a un lado sus
estudios era una inversión desperdiciada. El tiempo corre y se daría cuenta que
siendo mayor se limitarían sus oportunidades. Ella tenía dones que no todos
poseían. Se habían puesto en sus manos cualidades de inteligencia para ser
aprovechadas. Qué se diría al final de su existencia si dejaba enterrados esos
dones. O que, sabiendo, dejara desperdiciar su capacidad de darse cuenta de que
era digna de obtener lo que deseara. Nadie; le había dicho esa persona, puede
estudiar por ti,y apropiarse del conocimiento.
¿Si yo pudiera aprender por ti y
entregarte un diploma para ejercer una tarea, te convendría? Ella con una gran sonrisa contestó que no. Era
imposible. Estaba claro que si quería obtener una habilidad sólo ella tenía que
adiestrarse para aprenderla.
Romper los
cuentos de hadas igual que las historias de terror era necesario. El primer
paso le propuso: Decide lo que quieres. ¿Cómo vas a
encontrar ayuda si no sabes hacia dónde te diriges? Para el que no sabe a qué
puerto quiere llegar, ningún viento es favorable. Tienes ahora una primera tarea. Decidir lo que
quieres. Le había dicho: Piensa en cinco años en dónde quieres estar. Qué
trabajo estarás haciendo. En qué situación te ves.
No es la fecha ni
un dato lo importante, sino tu deseo de enfocar lo que quieres que suceda.
El final se
construye cada día. ¿Me explico? Visualiza el paso de ésos cinco años que te propongo. Pero con las acciones diarias que tienes que realizar. El logro, la meta o el
objetivo, no aparecen de repente. Se construyen día a día. Es decir; Se les da
forma como un pedazo de barro que se tiene entre los dedos, y que se va
moldeando hasta conseguir una pieza que tenemos en mente pero que se construye
con las manos.
Además; Tú sabes
que no estás sola. Cuando fijes tu objetivo con un gran deseo de lograrlo, te
llegará la ayuda necesaria. Tal vez alguien te dé la información que necesitas.
Te orientará para encontrar alternativas. Te llegarán diferentes recursos y apoyo que
sabrás elegir. Si estás atenta a seguir las enseñanzas que con tanto amor te
dieron tu madre, tu papá, tus abuelos y las personas de tu comunidad que siguen
sus tradiciones con inteligencia para respaldarte. Aún que no estén presentes
junto a ti, pero siempre en tus pensamientos como te aseguró tu padre.
Ella le dijo que ya habían llegado a donde trabjaba. Que siguiera derecho y a la segunda cuadra se encontraba la dirección
que buscaba.
Aquella persona
le agradeció su compañía y se puso en marcha. volteó con un gesto de entusiasmo
levantó el brazo, y gritó: ¡Vamos Lucy! Está en tus manos!. y desapareció en la distancia.
Bonita historia gracias 🤗🙈
ResponderBorrarGracias a ti por tu comentario!
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