He tenido tanto
tiempo, sin mucho esfuerzo de mi parte, que me he preguntado muchas veces para qué elegí venir. Es cierto que ha
sido un recorrido bueno. Podría decir que Muy bueno. Mis padres se dedicaron
totalmente a mi educación. Tuve el cuidado de una nana y siempre se me
ofrecieron opciones para buscar cuál era el camino que quería seguir. No obstante,
reconozco que como nada me entusiasmaba con esa hambre de realizar un sueño
como tantas veces he escuchado de otros, igual participé en clases de danza,
equitación, y muchas actividades recreativas, nada más porque sí.
También pude elegir una carrera. Pero estudié porque tuve la oportunidad. Nunca
fue algo importante para desarrollarme profesionalmente. Es más, en mi época laboral, cuando se me propuso realizar otras funciones acepté con tal de ya no
ejercer lo que sabía. Preferí aprender otras tareas para quitarme de un puesto que obtuve por la carrera que nunca me gustó.
Todos los
recuerdos ahora que los quieres traer a mi mente, están regados sin orden en
muchas etapas de mi vida. Puedo con mucha facilidad visualizar mi pasado y estar,
por ejemplo; En la iglesia en dónde mi nana, a escondidas de mis padres, me llevó
para hacer la primera comunión. Ella era muy devota. Con muy buena intención me
contó de santos y rituales que para mí no significaron algo. El haber ido a una
escuela privada durante mi primera infancia fue suficiente para aborrecer los
castigos y amenazas de un sufrimiento eterno que ni me podía imaginar, gracias
a la buena vida que llevaba.
De manera que el
temor con que intentaron doblegar mi desobediencia a las reglas del colegio
para aceptar creencias obligadas por el miedo al infierno o a lastimar el
corazón de santos fue inútil. Me sirvió sin embargo para nunca más creer en lo
que ellas decían. Me parecía en cambio que lo hacían para mantener a sus
alumnas como un rebaño sumiso, pacíficamente en un corralito fácilmente
manejable. Eso lo entendí más tarde y definitivamente esa visión quedó fuera
para dirigir mi vida. Reafirmé sin embargo a un grandioso Maestro de maestros que ilumina desde siempre mi existir.
Reforzado todo
esto por las enseñanzas de mi padre que me dio muchos libros a leer para que abriera
los ojos desde muy pequeña, hacia otros horizontes de un misticismo diferente que
pugnaba por el ejercicio de la libertad personal sobre comportamientos de
rectitud hacia mi misma y hacia los demás.
Así que, a pesar
de los fallidos deseos de mi nana, le agradezco el haberme llevado ese día, porque me
causó un sentimiento de haber dado como un salto cuántico hacia otra dimensión
espiritual que nada tuvo que ver con el ritual que se realizaba en la escuela, ni con la gente que pretendió asustarme. Pero me hizo sentir todavía más
libre de los métodos de castigo, y de las imposiciones sin razón.
En mi edad
adolescente sucedieron muchas cosas maravillosas. Aún que me quedó un poco
cierto sentimiento de abandono, o quizas de no aceptación. Mi madre procuró una disciplina para lo que yo tenía que hacer. A su manera me hizo relacionarme con un medio de
personas con posibilidades económicas en dónde aprecié mucho los vestidos y la
apariencia. Creo yo que no como para competir sino de algo que era normal en ese contexto para
“estar bien”. Ese mundo no me hizo ver contrastes, ni tuve la necesidad de comparar con otros más o menos afortunados. Lo social; Entendido por el
ambiente de familia, imagen, nivel de jerarquía en el trabajo, y posición
económica fueron algo que formó mi entorno de manera natural.
No recuerdo sin
embargo, sí de verdad me pasó inadvertido o quizás en un momento me dejé llevar para
creer que era merecedora de todo aquello sin pensar. Gastaba dinero, tenía
amistades que me invitaban a paseos ahora veo exclusivos, pero para mí no
fueron motivo de marginar a otros. Al contrario, se me enseñó que las personas
que hacían los servicios debían ser tratadas con respeto.
Así transcurrió
el tiempo de juventud con infinidad de gustos, sin problema. En unas vacaciones fuí al extranjero. Ese recuerdo lo tengo especialmente grabado en mi mente. Me invitó una pareja amiga que no tenía hijos así que me asignaron con mucho cariño por su cuenta ese lugar. Eran dueños de un navío.
Una vez salimos a navegar y hubo tormenta. Yo como siempre iba a disfrutar de
todo sin advertir ni peligros ni obligaciones. El papá de esa familia se
encargó de preparar el viaje y el día era !Radiante!
Supongo que hubo
cambios de clima que él observó. Nos advirtió estar preparadas. En un momento estábamos en medio de una lluvia
torrencial. El viento desplegaba con mucha fuerza las velas. Nos dijo
que agarráramos fuerte un mástil. Las olas golpeaban por todos lados y el
movimiento del velero se tornó peligroso. Podríamos salir disparados hacia el
agua, con el mar picado que rugía crispando las olas a nuestro alrededor.
¡Para mí ésa
experiencia ha sido una de las más emocionantes y agradables! Revivo el escenario con
toda clase de sensaciones de estar en otro mundo. Admirando a la naturaleza, que
hasta la fecha me conmueve profundamente, hasta las lágrimas, con el sentimiento de ser parte de
ella. ¡Ahí sí como la comunión con el universo entero! No hay terror ni sobresaltos. Es un lugar seguro. Si por fuera es atemorizante o espantoso para mí es energía desbordada que me ampara. No me solté del mástil, pero no por miedo.
Estaba como en un transe que cada vez que lo rememoro me da paz y mucha
alegría. Tanto, que después de esa aventura de regreso con la pareja mi familia temporal, ya no
quise pensar en el fin de las vacaciones. Si se hubiera dado, con gusto no
habría regresado con mis padres a mi país. Me querían tanto en las dos partes
que era fácil pensar en la estancia con unos o con otros Claro, después se da
uno cuenta que no es lo mismo. Agradezco por lo tanto lo que pude disfrutar,
pero mi padre y mi madre son sagrados.
¡Ah! Ahora viene
a mi memoria que hubo un tiempo en que la timidez la tuve a flor de piel. Me
gustaba mucho estar escondida. Si había visitas en casa me ponía detrás de las
cortinas o los muebles. Escuchaba las voces de la reunión, pero prefería estar
fuera de la vista de todos. Nadie lo hubiera creído puesto que mi madre era muy
sociable. Asistía regularmente con sus amigas. Se divertían jugando y
platicaban de todo y de todos. Nunca supe el porqué yo me escondía. Fui a
terapia. Tomé cursos. Medité de muchas formas. Desconozco si muy adentro no
lograron salir a mi conciencia los sentimientos de rechazo, soledad, o
abandono. Ahora lo puedo ver con más calma. Pero si así hubiera sido, no fueron
obstáculo para mis propias convivencias.
¡Tuve muchos
admiradores! Te puedo decir que, de colores, y variedad de nacionalidades. Mi
mejor amigo de raza negra. Por supuesto era un escándalo. A mi no me importaba
el que dirán. Más bien ni lo pensaba. Otra vez para variar, marginar a alguien
de mi agrado no estaba en mis costumbres. Convivir era lo importante. Como
tampoco había la crítica o comparación en mi casa para mi era natural. Me
relacionaba con seres humanos. Si fui mal vista, o perdí algo ni me acuerdo. Me
da gusto que así haya sido. Realmente crecí en un ambiente de aceptación.
Te he contado en muchas ocasiones que tuve la fortuna de ser "adoptada" por otra familia. Ellos han sido un complemento maravilloso durante toda mi vida. Me dieron hermanos y hermanas entrañables. Me mostraron ejemplos de generosidad. En tiempos de luto, de abundancia, de dificultades o de alegría. Su afecto es sincero. Son de un
pueblo elegido. Me aceptaron como iguales. Muchas de esas hermanas y hermanos ya
se han ido. Las extraño tanto! Me dieron lecciones de afecto y solidaridad
innumerables. Con ellos he vivido cuentos de hadas. Pero también narraciones
tristes y de resignación que no entendí, pero respeto. Se han ido como ejemplos
de confianza. De tranquilidad ante lo inevitable. Prepararon hasta el mínimo
detalle de su despedida y se cumplió cada rito en su esperanza. Muy diferente,
pero con una convicción imperturbable.
¡Cuando escucho
en estos tiempos de segregación por características “diferentes” me pregunto a
que se deben! Puede ser el mundo grande,
pero se ha hecho pequeño tan rápido que más valdría estar unidos para tratarnos
bien, cuidar en dónde estamos y ser observadores respetuosos de esas
diferencias. No me gusta hoy enterarme de tragedias, y desmanes. Sé que
desafortunadamente existen. Pero a mi edad es un deber cuidarme para no estar
de estorbo como he llegado a escuchar de la gente que desprecia a los ancianos.
Sólo me queda hacer oración por ellos que no han tenido las bendiciones que a mí me
colman.
Bueno, continúo.
La cuestión de ser esposa, la rehuí a toda costa. Considero que tener un hijo o
hija es una gran responsabilidad. No me sentí con la suficiente fuerza,
compromiso ni paciencia. Se oye duro, pero es mi realidad. Orientar el
desarrollo de una conciencia humana para mi es abrumador. Amo a los bebés y a
los niños. Pero de lejos fue mejor. Mi instinto materno no fue indispensable. Conocí
de muchas historias de mal trato a la pareja. De relaciones por pura hormona
como dicen. Eso es denigrante. En mi posición de privilegio pude decidir
librarme de tales experiencias y no me pesa.
Me salvé de los prejuicios para
las “solteronas amargadas” como se decía en mi época. Pero antes y ahora mismo
se puede elegir por cuenta propia y no por la presión de la sociedad de tantas
caras que ha sido siempre hipócrita para hacer a modo lo que le conviene. Como si fueran
modas se usaban las dobles y triples vidas.
Lo que es permitido o se ve mal se
dictaba con una máscara de crítica moralista para señalar y enjuiciar sin ton ni son. De eso estoy segura. Me consta que en aquellos tiempos y desconozco si ahora mismo, se sometían
al mejor postor. Me desagrada mucho que la gente enarbole valores a su conveniencia.
Por eso no los tomé en cuenta y me quedé para "vestir santos", o lo que les
ocurriera vociferar para ofender y señalar como verguenza. A mí no afectó. Hice lo que a mí me convenía y listo.
Como ves, mi
crianza sigue vigente y me hace estar orgullosa con todos mis años a cuestas. ¡Ah!
que conste que ya son muchos! Pero sigo aquí y ni hablar. Para algo será.
¿Sabes que
recuerdo con frecuencia? Mis días de despilfarro. No me interesó nunca ver a
futuro. Si había dinero lo gastaba. El ahorro y la previsión no estuvieron en mi
lista. Ya sé que suena un mal consejo. ¡Pero era tan fuerte mi convicción para
regresar a casa! Y me refiero no a la casa de este mundo. Ni la mía ni de mis
padres. Sino a la casa que añoro desde mi nacimiento. La que sé que no está aquí. ¿Me explico? Estoy
convencida que he salido por mi decisión de experimentar. Pero tengo muy
presente que mi hogar definitivo no es en la tierra que tan generosa se ha
portado conmigo.
Es mi casa de
principio. Es mi casa para siempre. Ahí quiero regresar. Se ha alargado ese
retorno y me vuelvo la rebelde que acostumbro, pero ahora sin respuesta y eso
me mortifica. Tú sabes que mi cuerpo se ha tornado torpe. A veces el dolor es
insoportable. Y cada vez con más frecuencia pienso el “para qué”. Vuelvo a
animarme como siempre.
¿Qué lección debo aprender? Qué es lo que tengo que
corregir. no me digo qué me falta. Porque comprendo que habrá infinitas cosas
a mejorar. Pero he estado interesada en un tema que alguien me dijo. - Ya no
quiero regresar. Si hay muchas vidas por vivir, pero tengo la opción de elegir.
Ya no quiero otra vuelta-. Dicen que se puede. No sé si la tomaría. ¡Habría que decidirlo desde ahora! Y me ataca otra duda: ¿Será?
¿Es la
incertidumbre tan poderosa que ata a la misma rueda, conocida por pura
“seguridad”? y Ahí voy de nuevo. ¿Será que dudar es un gran abismo que
paraliza? ¡Te diré que con eso he lidiado durante todo el tiempo que he vivido
y me disgusta! ¡Cómo puedo poner en entredicho mi retorno tan deseado con un
falso contrincante tan despreciable como la duda! ¿Es
eso tal vez lo que me detiene? ¿Te acuerdas cuándo me ayudaste a hacer un
ejercicio de mi partida? Tú sabes que te dije que estaba convencida. Que era un
buen momento. En la sala de cirugía. La anestesia. El paso para ya no
despertar. ¡Yo me acuerdo! ¡Era bueno! Lo quería. Bajamos la frecuencia.
Entonamos oraciones. Me despedí con la ilusión del no retorno...
Ya sabemos que
no pasó. Qué hizo falta? no lo sé. Pero nos volvimos a encontrar y aquí sigo. En
la espera de partir.
Me alegra
conversar sobre eso y lo demás. Son recuerdos muy bonitos y la esperanza sigue
en pie. Qué tan pronto o cuánto tiempo más queda, no lo sabemos. ¡Pero sigo aprendiendo de eso no
hay duda! Quiero hacer buenas acciones. Ayudar a los que pueda. Conversar con
el señor del cilindro que me saluda cuando paso por la calle en mis paseos. Salir a lo que necesito todavía me es posible, y lo hago con ánimo para ver parte de mi entorno clásico de la gran ciudad con sus
ruidos característicos de un ir y venir interminable.
Sigo siendo afortunada. Ahora me detengo a
corresponder una sonrisa. Aceptar la ayuda acomedida de mucha gente. Lo que
antes no sabía se me ha revelado con paciencia. Por
ahora sigo en espera. ¿Pero sabes? Me preparo diariamente. Será suave. Muy
consciente. ¡Con una gratitud tremenda! No habrá luces deslumbrantes. Sólo
claridad diáfana que deja ver todo. Nada de voces confundidas ni acertijos ni
antesalas. Mi casa está bien fincada. Hay paz en sus antemuros y plazuelas.
Por ahora así lo pienso. ¡La verdad será mejor y mejor! Esa imagen se me ocurre porque
han sido mis límites con mi querido cerebro que piensa y piensa a veces hasta
el cansancio. Si en el momento preciso aparece otra visión yo encantada. Es mi
casa. Eso es lo que me importa. Sea cual sea su fachada.
Muchas gracias
por tu escucha. Sabes bien que nos queremos. No es fácil relatar tantas vivencias.
De verdad; ¡Son muchos años! Pienso que me faltan las palabras. Tengo que preparar mi visita al fisioterapeuta, al
neurólogo, a la serie de especialistas que por suerte me atienden sin demora y
de buen talante. Bueno algunos no. Pero son los menos. es también de agradecerse
la atención de todos ellos. Este cuerpo necesita mantenimiento.
Pero ya tengo listo
el documento de voluntad anticipada. Una cosa es cuidarme dentro de lo posible
tomando en cuenta mi edad. Pero eso de alargar un sufrimiento de manera
artificial no me interesa. Pienso que la vida es una dinámica en equilibrio del
alma y el cuerpo. Si ambos están de acuerdo, no hay problema. Pero si anteponen
mi traje de diario con mi vestido de gala. ¡Me rehúso! Nada de aparatos que me
hagan respirar. Nada de artificios para pasar alimentos que no puedo ya
disfrutar. Conservar en ese estado solamente al cuerpo inerte no lo acepto.
¿Te acuerdas de
esos Maestros, Yoguis, gurús, justos y santos que han podido liberar su cuerpo cuando su
tiempo es llegado? Reconozco que no he estudiado lo suficiente. Pero son
aspiraciones que para el que las logra ejecutar deben ser muy gratas. ¡Un día
de éstos volvemos a intentar! ¡Qué tal si ya he llegado a otro nivel sin darme
cuenta y esta vez sí paso el examen! Ufff otro lapsus reiterado. ¡¡¡¡Sin conciencia
no hay avance!!!!
En fin, mientras
vuelva mi alma al cuerpo. Seguiré agradeciendo. Las historias. Los instantes,
La ilusión de volver a mi casa. Qué digo la ilusión. La certeza indestructible.
Me mantendrá firme, alegre y en paz.
Vamos ahora a
tomar una taza de té o café, lo que apetezcas. Son bebidas deliciosas, Mis
hermanas me enseñaron a prepararlas con tanto esmero y cariño que me recuerdan
lo consentida que he sido en cada etapa de mi vida. ¡Eso no lo voy a olvidar
nunca! Lo tengo muy presente! Muchas gracias por tu compañía.
Aquí tienes
galletas de mantequilla, suspiros de ángel, y confituras de las pastas de la
tienda árabe que nos encantan. ¿Cierto? ¡Buen
provecho compañera! ¡Por mi partida tan
deseada!
¡El mareo que
ahora traigo, es una lástima que no sea por el vino! Pero el café es un ritual de
pura ley como los amigos. Me fascina su aroma. Me recuerda las reuniones con mis
hermanas y hermanos tan queridos.
En su casa
muchas veces degustamos en tazas pequeñitas el café turco; ¡Delicioso! Cargado
y un poquito amargo. Con galletas especiales horneadas recién hechas. Voy a imaginar una
reunión en donde partir será un ritual magnífico con mis dos familias a mi
lado. Otro día continuamos. ¿Te parece?
Me gusto mucho ese repaso de vida que hay que hacer en todas las etapas, habría que hacer como una auditoría cada cierto tiempo
ResponderBorrarMuchas gracias por tu reflexión. Sí. vale la pena!
BorrarEs interesante pues toca vivencias del tiempo transcurrido en una persona muy actual en su futuro .
ResponderBorrarGracias. Cada historia personal es muy interesante!más si se identifica en alguna etapa con la de otras vivencias y se posibilita un aprendizaje.
ResponderBorrarAbrazo!