Lanzarse a recorrer algún lugar en este vasto planeta produce diversas emociones. Para unos es una mezcla de nervios y ansiedad insuperable. Para otros es aprovechar las oportunidades de conocer ambientes que con muy buen ánimo resultan en aventuras memorables. En cada paseo se hace como un paréntesis personal que invita a la reflexión. Emprender una salida hacia terrenos extraños es entre otras cosas, encontrarse ante nuevos paisajes, mezclas de ingredientes suculentos para probar otros sabores. Conocer muchos rostros que se sorprenden y te sorprenden con sus gestos.
Convivir con
todo tipo de personalidades es un aspecto que merece una mención especial. Casi
siempre las anécdotas que alegran las vivencias de viajar están ligadas con
personas que hacen ver el cómo cada uno se adapta a las diversas
circunstancias. Se intenta comprender mejor a los semejantes y de paso a cuestionarse
sobre el cómo nos perciben los demás.
Se presentan
situaciones nunca imaginadas. Personas que cierran los ojos habiendo llegado a
su asiento, para no ver el despegue del avión, si es su primer viaje aéreo, o a
veces aún que sean viajeros frecuentes. Aparentan calma, pero cuándo relatan,
la sensación de ver desde lo alto parcelas, montañas, ríos y ciudades, al mismo
tiempo que cruzar las nubes, les resulta maravilloso o atemorizante. Se
contienen tantas emociones que al aterrizaje aplauden con entusiasmo. Se
aprende que lo que para unos es rutina, para otros es algo novedoso y muy
emocionante.
Si es un paseo
por tierra, al mirar por la ventanilla del autobús se induce como un trance
hipnótico mirando sin mirar, pero consciente del paso de los kilómetros entre valles
y montañas. Algunas veces con la vista de bosques, lagos o ríos que acompañan a
los viajeros para embellecer su ruta. De acuerdo con el presupuesto, gustos, salir
de lo conocido y de la rutina, hay infinidad de formas para emprender paseos
cortos o viajes más largos a cuál más extraordinarios.
En una ocasión por
diversas circunstancias me embarqué en un viaje de excursión en grupo. Como
eran lugares en donde no hay muchas opciones de alojamiento, la guía dijo que me
proponía tomar una habitación doble. Me convenció de que además de que no había
alternativa por la escasez de hoteles, en ese recorrido, la compañera que había
seleccionado para compartir la habitación era simpática. A menos que quisiera
cancelar. me comentó que sería bueno hacer como un ejercicio de camaradería fuera
de mi egoísmo habitual, dado que en ese programa en particular se requería
estar dispuesta a compartir. Con todas las reservas del caso, acepté el desafío.
La primera noche
salí en medio de la madrugada a solicitar el cambio de habitación. Porque mi
compañera roncaba como oso salvaje y no había yo podido pegar los ojos. El
recepcionista me dijo que lo sentía mucho pero el hotel estaba lleno. Muy
acomedido buscó en la base de datos. comprobé que efectivamente no había otra
habitación, ni otro hotel con vacantes. Con mucha amabilidad me regaló unos
tapones para los oídos. Regresé al cuarto muy molesta. Mi compañera entre
sueños dijo que si roncaba le tirara una sandalia a la cabeza o le llamara fuerte
por su nombre y se callaría. Dicho lo cual se acomodó y siguió bien dormida Supongo
que conocía perfecto lo que hacía. Para mí fue noche de insomnio re checando
para las siguientes paradas, una habitación sencilla que como se había previsto
no existía.
Por la mañana la
compañerita muy fresca, dijo que si íbamos a caminar un rato antes del desayuno.
Que me cedía el primer lugar en todo. Eso quería decir; Para elegir la cama, la
ventana, el lado del asiento en el autobús, en el barco, etc. Que lo sentía
mucho, y procuraría ya no hacer ruido en la noche. Fue tan insistente en sus
disculpas que terminó por hacerme sentir un poco mal. Así que nos fuimos a
caminar. Al regreso, mientras me quedé en la habitación ella se fue al comedor
para apartar lugar en la mesa. Otra novedad que me causó malestar pero que al
fin comprendí iba a ser parte del viaje en cada lugar del itinerario.
Con esa
conclusión en mente, a partir de ese día tuve presente la comprensión al prójimo
como muchas veces había leído, pero no practicado. Empezó a ser conmovedor llegar
al asiento del autobús, al comedor o al sitio de visita con la vista de alguna
prenda de mi compañera que había apartado un lugar para nosotras. Cumplió con
darme preferencia para todo. Empecé a notar su habilidad para manejar solita su
equipaje, además de un montón de cosas que llevaba extra. Medicinas,
utensilios, cámara fotográfica, teléfono celular, vitaminas, miel, artículos de
belleza y maquillaje etc. ¡Era increíble!
Casi todos los
días el llamado para iniciar los paseos era a las cuatro de la mañana. Así que,
con una ducha rápida, salíamos “sin arreglar” para estar siempre puntuales. Muy
pocas veces me solicitó ayuda para maniobrar con tantas cosas que traía. Se
maquillaba durante el trayecto. Tenía la costumbre de vestir bien y lucir de lo
mejor. Tomaba los comprimidos, vitaminas y demás de su dieta. Conseguía lo que
le hacía falta en cada parada. Se daba tiempo para atravesarse sobre mi lugar y
tomar fotos del paisaje, o me pedía tomar la foto ya que yo estaba en la ventanilla.
Si otras compañeras de la excursión se alegraban con alguna bebida pasada a
hurtadillas, ella se apuntaba para brindar y ponerse a bailar en el corredor
del autobús con la complacencia de la guía que consideraba que esos festejos no
hacían daño.
Ver todo aquello
me hizo reflexionar sobre lo afortunada que es la gente que tiene oportunidad
de viajar. Sobre todo, disfrutar cada encuentro y cada lugar con toda su
energía para estar feliz. Es común en ese tipo de paseos que se reencuentren los
viajeros. Pero pocos son amigos o se conocen bien. A ella nada le afectaba de
manera negativa. Se adaptaba a cualquier situación y departía con todas las personas
con o sin invitación. Estaba dispuesta a desvelarse, madrugar, comer lo que
había, en dónde fuera, aprovechar los tiempos libres de la excursión para
organizar una visita extra con las que quisieran acompañarla. Si había agua de
por medio no se perdía de nadar. Ya fuera de mañana tarde o noche, su lema era
que había que ir a todos los lugares posibles y divertirse mucho.
Durante el transcurso
me dio a conocer un poco de su vida. Con mucha confianza me platicó detalles
buenos y malos sin reserva. Pude apreciar que la ilusión de viajar se cultiva
como un objetivo. Había que hacer el ahorro necesario y anotar cada país o
lugar atractivo. Ella había recorrido cuatro continentes desde joven y seguiría
con México en cada oportunidad que se le presentara. Los tragos amargos de su
vida personal eran más llevaderos yendo de excursión. Había superado muchas
cosas desagradables con la emoción de estar en ruta hacia cualquier parte.
Para mí era novedad
compartir como mancuerna. Así que me descubrí con el asombro de escuchar con
paciencia tantos relatos, convivir con su hiperactividad, su modo de ser tan
extrovertido, y al mismo tiempo hacerme confidente de etapas de su vida que me
resultaban muy sensibles. Por todo eso me di cuenta de que ella ya había ido de
paseo con algunos miembros del actual grupo. Para los que ya la conocían o para
los que no la habían visto les parecía complicada su presencia. Me propuse ser
compañera y apoyarla. Con esta actitud me uní a sus propuestas. Conocimos más
lugares, probamos más platillos y caminamos muchos más metros en cada visita. Eso
fue muy agradable.
Aprendí que es indigno
que se margine a las personas aparentando aceptación. Hubo ocasiones en que el
acceso se dio con otro orden a algún lugar así que ella se unió con otras
personas. Al regreso se apresuró para apartar una mesa para todos ellos. Cuando
la vi sola esperando, y a sus nuevos “compañeros” en otro sitio sin invitarla,
realmente me solidaricé con ella. A partir de ese día tomé lecciones de vida.
Participé con todos y en especial asumí mi papel de compañera de viaje. Una
noche me empezó a platicar lo que le sucedió con uno de sus conocidos. Era tal
su regocijo que no se le entendía. Sus risas cortaban la historia y se tiró como
niña a la cama para sostenerse y continuar contando con carcajadas lo que le
causó tanta gracia. Me contagió su alegría. Aún que como era tiempo de dormir
los vecinos reclamarían tanto alboroto. Dejamos para el desayuno sus aventuras.
Que por cierto al descuidar ver los mensajes de la guía tomamos tarde. Con otra
serie de risas porque pidió completo aun sabiendo que teníamos que abordar con
prisa el autobús. Al final los meseros comprensivos empacaron la comida para
llevar.
Nuevamente me
sorprendí festejando sus ocurrencias. Después de todo no afectaban el buen
desempeño del grupo para cumplir el programa. Recordé que otras personas sí se
portaban indebidamente al traspasar reglas de seguridad, o llegando impuntuales
a las citas. Peor aun portándose de manera miserable al robar prendas que
costaban para los huéspedes confiados en la camaradería de grupo. Era increíble
notar conductas envidiosas para hacer pasar un mal rato a otros viajeros. Eso
sí era un disgusto y desencanto al comprobar que hay gente que quiere hacer
daño sólo porque no soporta la alegría y hasta la buena suerte de otros.
Finalmente, la
frase de:” Los viajes ilustran” se reveló con nuevas perspectivas y un montón de
felices experiencias. El ejemplo de entusiasmo, alegría, buena actitud para aprovechar
cada oportunidad de viajar vale la pena imitarlo. Los enormes cruceros, trenes,
las playas cálidas, los paisajes de ensueño están en espera de que se aproveche
la oportunidad tan rápido como se presente. Hay compañeros de viaje que vale la
pena conocer para cultivar nuevas amistades.
Tal vez de los
consejos que se dice, podrían hacerse con mayor entusiasmo es: ¡¡¡Vete de
viaje!!! ¡Acepta desafíos y te sorprenderás!
Muy buena descripción, del personaje , eres buen detallista y observadora , -felicidades ! -jajajaja.. que ronca ! como oso y salvaje !Es bueno conocer a una escritora en potencia .Los viajes ilustran y encontramos sorpresa como tener una nueva amiga .
ResponderBorrarGracias por tú comentario! A seguir viajando!!!
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