Ofrecer una disculpa en algunas circunstancias es muy poco. Dos historias han quedado en el sentimiento como lecciones de vida constantes; Tienen que ver con procurar un estado consciente, similar a ser sensibles hacia toda manifestación de vida. Algo que lamentablemente, se olvida con frecuencia. Se ha dicho de muchas maneras, que estar consciente es vivir alerta, despierto. Es una cualidad que tiene que practicarse. Es ver, pero con una visión completa. Más allá de los prejuicios, la locura de vivir de prisa sin detenerse a valorar los momentos que son únicos. Observar las señales que la vida envía para que se le tome en cuenta. Especialmente los encuentros con las personas que conocemos, que nos quieren o que queremos.
Por ejemplo: Una
reunión por cualquier motivo es el momento para establecer un compromiso
sincero y enterarnos de cómo transcurren las vidas particularmente de la gente que
tenemos más cerca. Si hay algo que se aprecia por sobre muchas cosas, es darse el
tiempo que se puede dedicar a un semejante. Tomar en cuenta la presencia del
otro significa compartir lo más preciado para cada uno que es la vida misma.
Especialmente; Si
alguien hace una pregunta se puede realizar un esfuerzo. Tener la paciencia para
entender un interés genuino de saber algo más en el entorno de quien espera una
respuesta. Se puede estar atento, mostrar aceptación o inclusive desacuerdo de
una manera sencilla. Pero lo importante es ser consciente del momento y de la
persona. Hay situaciones sobre las que se puede aprender sin transitar por
conflictos indeseables. Si se considera además que puede ser la única vez en
que se intercambien opiniones, responder de manera cálida y amigable es siempre
una alternativa al alcance para evitar lamentos a destiempo. Arrepentimientos por
haber perdido la oportunidad de contribuir oportunamente a plantear respuestas útiles
en la inquietud de entender la infinidad de mundos que existen en el
intercambio de las vivencias de todos.
Clara tenía una mirada
azul celeste tan brillante y alegre que merecía toda la atención. Estaba con
dos amigas tomando el desayuno en un lugar agradable. La plática era propicia
para establecer una conversación sencilla. Era una gran oportunidad para tener toda
la intención de ser útil. Para dar algo y empezar a cultivar una muy preciada
naciente amistad. Pero no fue así. ¡Cómo es que se descuida valorar una situación
única para dar alegría!
La pregunta
surgió de manera inocente. Ella preguntó: ¿Qué es Cosmovisión? Un concepto
muchas veces repetido. Pero que era evidente que no todos conocían. Y mucho
menos se interpreta de manera equivalente. Una de las mujeres con quien Clara compartía
la mesa, con prisa porque iba a ver algo en una vitrina, dejó como en el aire
una respuesta confusa. La mujer no supo detenerse para describir con sencillez
algo que fuera comprensible. Algo que tomara en cuenta la presencia de alguien
que era en ese momento su compañera y se decía amiga. Tuvo en aquel momento a un
ser humano tan valioso como la pregunta que le inquietaba. Pero la pasó
desapercibida. Al escuchar la respuesta tan apresurada y dicha con tanta
superficialidad Clara se quedó en silencio. Perdió todo interés en hacer más
preguntas.
Aquella pregunta
necesitaba el haber tomado en cuenta un deseo de saber. Una inquietud por comprender
de una mejor manera un mundo propio. Requería haberle dicho que en ese concepto
era ella, Clara, el centro de toda una interpretación para que se sintiera
segura, se supiera amada, y reconocida. Desde un cielo hasta una tierra que se compartía
ahí mismo con quienes estaba y con todos los que la rodeaban en otros entornos
de su familia, trabajo, sociedad o en lo que ella quisiera poner su atención.
Pero la insensibilidad ganó.
Después fue
demasiado tarde. Clara falleció al poco tiempo. Se cerró para siempre otro encuentro. Lo que sí se presentó fue el arrepentimiento.
Un reclamo terrible. La conciencia en circunstancias de pérdida definitiva causa
mucho dolor. Proporciona lecciones amargas. Clara se convirtió en una maestra.
En su silencio eterno supo dar muchas más respuestas al estado de egoísmo con actitudes
descuidadas. Al desprecio irreparable para dar algo especialmente a quien lo
solicita con la esperanza de quien quiere saber, para superar muchos momentos de
tristeza y estados de soledad que pudieron compartirse en vida. Ya no fue
posible fortalecer una amistad con la alegría de las confidencias dichas entre
personas queridas.
Clara además logró
en su historia rememorar con mayor fuerza la importancia de ser sensibles. Ella
no conoció a aquel hombre. Sin embargo, movió otra conciencia. Él tenía ya muchos
años a cuestas. Le tocó ser solamente observador de grandes cambios. Se
guardaba para sus adentros el asombro ante tantas maravillas. Si bien no
entendía del todo, escuchaba nombrar con un vocabulario que desconocía a diversos
aparatos con componentes electrónicos. Le habían llegado de golpe un sinnúmero
de palabras nuevas que describían cosas que le intrigaban. En su tiempo de
juventud no tuvo la oportunidad de estudiar formalmente. Fue autodidacta en los
temas que le interesaban y leyó cuánto libro tuvo en sus manos. Sabía de la
belleza. Su entusiasmo por la vida lo maduró desde la práctica dura y sin la
consideración de nadie. Cuando se enfrentó a tantas nuevas palabras quería
saber. Pero se mantenía en silencio. Atento con cierta timidez ante las
personas que disertaban de los temas de su actualidad, pero ajenos a su
comprensión. Como era muy inquieto se acercó en una ocasión a alguien para
preguntar. Había oído cada vez con mayor frecuencia una palabra que le causaba
dudas. ¿Qué es “performance”? se atrevió a decir. Al que le dirigió la pregunta
le sorprendió una cuestión tan simple. Con mucho desdén contestó que era algo
así como “desempeño”. Continuó como si nada, la conversación con los que estaba
y se olvidó del asunto, y del anciano.
Para el hombre
viejo fue muy cruel que se le marginara. No solamente por su edad sino por su
interés en querer saber cosas de su tiempo. No le resultaba fácil hablar de
“desempeño” para referirse a máquinas, y aparatos, por lo visto toscos y
anticuados que él inclusive arreglaba en su taller. Esperaba entender algo de
lo que la gente con quien podía convivir todavía antes de su muerte. Ellos, a
quienes efectivamente les tocaba en suerte ser parte activa de los inventos que
revolucionarían nuevas épocas. Pero que él, ya de salida, no los podría usar ni
ver en los cambios que provocarían. Su rostro se quedó un poco triste. Se dio la
vuelta para regresar a su sillón y a ensimismarse en sus pensamientos. Se
sintió excluido, pero le preocupó mucho más la indiferencia con que le dejaban
a su suerte. No por él sino por la gente que se cree que tiene la vida por
delante y no comparte ni un puñado de lo poco que puede atesorar como si fuera
realmente “oro”.
Nuevamente la
insensibilidad ganó. La inconsciencia superflua desvaneció un trato digno para
la persona que preguntaba. No se dio una respuesta amable. Una explicación
sencilla. Que tomara en cuenta el ser sensible y le dejara al hombre sentirse orgulloso
de lo que sí conocía. De decirle amablemente que no se inquietara por modas, ni
alardes presumidos. Pero el supuesto experto en dar respuestas especializadas falló
sin darse cuenta.
El silencio del
hombre viejo al retirarse fue mucho más valioso que una palabra inventada que
lo desconcertó por un momento. De hecho, continuó su vida y seguramente
entendió el significado por otros medios. Pero el remordimiento quedó latente para
quien no supo dar atención plena y responder. De ahí que nuevamente, ofrecer
una disculpa sea inútil.
Para algunos
puede ser muy fácil entender sobre algo. Pero darse cuenta de qué tan poco
significa la migaja tan pequeña de conocimiento que se come comparada con el
resto del gran banquete disponible es un mérito mayor. La sensibilidad para
expandir la conciencia en cualquier oportunidad es un recordatorio que Clara y
Aquel hombre han dejado en estas historias. Estar vivos, estar atentos, ser
conscientes no son palabras novedosas. Pero sí sugieren retos para ser
sensibles y buscar por cuenta propia estar presentes y considerar a toda clase
de vida. Ahora mismo. No sólo con lecciones pasadas. Que no obstante siguen
dispuestas para dar conciencia por la generosidad de los que nos permitieron
conocer sus relatos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Escribe tus comentarios