El ambiente se tornó expectante. Nadie se atrevió a hacer ni un ruido. Ni un comentario. La persona que guiaba la experiencia giró y se acercó lentamente a una especie de bóveda. La puerta estaba cerrada. él la abrió con cuidado, pero sin problema alguno. Caminó unos pasos para acercarse a una repisa que sostenía una caja muy peculiar. Se notaba que era de un material suave, ligero y muy flexible. Tenía una forma rectangular y estaba dividida por fragmentos separados, pero unidos entre sí. daba la impresión de ser un pequeño contenedor con una serie de rayos internos que se interconectaban hacia toda la superficie y linderos dentro de aquella forma aparentemente sólida pero que podía irradiar hacia afuera un rayo de luz en cualquier momento.
El guía colocó
con un ademán de alegría y satisfacción el rectángulo sobre una mesa de
cristal. Lo contempló verdaderamente arrobado. Nos dijo que a pesar de ser
millones de estas formas que estaban bajo su resguardo cada una le producía una
gran satisfacción. Un sentimiento total de entusiasmo cuando como en esta
ocasión la podía poner a la vista y compartir todo el misterio que contenía en
el centro. Un destello que nunca se agotaba. Cada uno de los que estábamos en el recinto
fijamos nuestra atención en encontrar el único destello, pero se entrecruzaban infinidad
de rayos desde el primer segmento hasta el último con una velocidad alucinante.
Fijar la vista sobre
un solo blanco resultaba complicado. Sin embargo, fue un impacto observar el cómo
empezó a sentirse la respiración de los presentes individualmente acompasada con
sólo uno de los segmentos que le permitió ver con más detalle lo que ahí
sucedía.
Los que fijaron
su atención en un primer momento identificaron de inmediato un llamado
demandante para atender cualquier movimiento en el centro del contenedor. Parecía
una pequeña fogata que ardía apacible y se presentaba ahora justo en medio de
un entorno personalizado. Realmente los animó reconocer espacios conocidos. seguir
con su respiración y la mirada puesta en las flamas que se elevaban o descendían
con mucha calma. Al parecer solamente necesitaban pensar en proveer combustible
para que se mantuviera vivo el fuego. Ahí se quedaron inmóviles con sus
propios pensamientos.
Los que fueron
atraídos hacia un segundo sector tenían ante sus ojos ya no, la fogata, sino un
rayo más grande. Se iluminaba intermitente cada vez que su atención les
invitaba a aportar de su propia curiosidad más brillo. El destello devolvía
reflejos a cada uno. les permitían generar mayor alcance y tocar las paredes
aparentes en la forma completa. Así que se podían como asomar hacia los
siguientes segmentos y divisar sin mucha claridad, pero con la certeza de que
había más adelante otros campos iluminados en donde los destellos eran más grandiosos.
Si alguien
hubiera estado como en un observatorio circular mirando desde arriba lo que a
cada persona le llamó la atención, podría unirse a la sensación que transmitían
los rostros con la fascinación al identificar las reacciones de admiración. Los
haces de luz realzaban la belleza que todo el conjunto de luces irradiaba desde
diferentes partes, pero dentro del mismo contenedor puesto para que todos lo
exploraran juntos. Surgía la compasión hacia la sencillez que se devolvía con un
reflejo de distinta intensidad según los ojos que lo contemplaban. Las once
secciones que conformaban el rectángulo ahora eran fragmentos con un
significado particular. La maravilla era que todo estaba dispuesto para mostrar
con detalle lo que cada uno quería intercambiar con esos rayos para cruzar y
ver más de cerca lo que le interesara.
El conjunto
formó una nube de pensamientos. Dentro de la cual los relámpagos tenían la
intensidad que les confería el entusiasmo por transitar de un lado a otro de los
segmentos a su disposición. De pronto alguien se quedó con los ojos cerrados. Su
semblante se tornó pálido y su respiración era entrecortada. El guía se acercó
de inmediato para preguntar que le sucedía. El hombre abrió los ojos y empezó a
relatar que se había descubierto con muchas dudas. Que si aquello era un juego su
impresión al transitarlo era muy real. Le angustió haber dejado etapas en dónde
pudo haber tocado muchos fragmentos. Pero no encontraba los límites que le
orientaran para regresar a donde se sentía seguro. La sensación de vacío fue
tal, que se atemorizó. Al grado de no querer continuar. Se reprochó que aun
sabiendo que los destellos se originaban de una fuente inagotable él podía
quedarse a obscuras. Se sintió paralizado. Nadie le prestaba atención. Así que
decidió cerrar los ojos.
¿Sabes? Le dijo
el guía sentándose a su lado. Es muy frecuente que suceda lo que te ha pasado a
ti. Saber y no saber al mismo tiempo se presenta como un gran conflicto que
requiere hacer un alto. Tú reacción es comprensible. Lo que sentiste al final
es la constante duda e incertidumbre sobre lo que, a pesar de que se lo está
viviendo, reta a los sentidos para adentrarse a otras realidades desconocidas
pero presentes. Además, decirte que son desconocidas no es quizás un término
correcto. Tú sabes que existe algo que va más allá de las limitaciones de lo
que conoces, pero existe.
Cuando has
tenido la oportunidad de participar en una vivencia como la que se puso a tu
alcance puedes internarte en cada fragmento y a la vez recorrer desde el principio
hasta el final guiado por el mismo destello de la fogata que siempre está viva.
Desde algunos lugares parece ser más tenue. En otros resplandece. Pero siempre
está. Lo increíble es que a veces se tenga la sensación de que se ha perdido. Te
sientas desvalido y sucumbas al miedo. Pero te aseguro que, si quieres regresar
para continuar observando, tus ojos te guiarán hacia el destello con el cual te
sientas tranquilo y te permitía ver con claridad.
El hombre dijo
que prefería por lo pronto no regresar. El impacto que le causó sentirse
presente y ausente al mismo tiempo fue de total confusión. El guía con tono suave
le preguntó: Podrías contarme, ¿qué te causó tanto miedo? Todavía con los ojos cerrados él trató de
hilar una respuesta. pausadamente dijo; La sensación de ser muchos seres. Todos los que estaban conmigo tenían rasgos parecidos. Me reconocí en algunos pero no pude aceptarlo. Como si al transitar en
una sección del rectángulo se reviviera una parte de mi memoria con una cara de mil formas. En la cuál los
recuerdos por crecer y explorar otras partes me llevaran de inmediato a lo que
quería sin darme tiempo de ubicarme porque seguía con el afán de avanzar hasta
llegar a todas las partes de la pieza que nos habías puesto enfrente para
explorar. Sentí que podía apropiarme de toda la visión, pero se interponían los
haces de luz para los otros y no podía separarlos para dejarme el camino libre.
Creo que ese fue el momento en que se obscureció mi propio brillo.
El guía con paciencia preguntó: ¿Se te ocurrió que podías ver por el reflejo de otro rayo, para retomar tu recorrido? No. respondió el hombre. Creí que el tiempo era apremiante y si me detenía por algún otro no llegaría a dónde yo quería. Para mi sorpresa aquí estoy desconcertado y los otros siguen su experiencia con todo a su favor. Así es. Continuó el guía. Inclusive ahora que has dejado tu sitio alguien más se ha integrado al juego. Si embargo puedes conservar la imagen de la fogata incandescente que sigue para orientar el brillo que al inicio iluminó el rayo que tomaste. nadie más podrá hacerlo.
Me siento decepcionado, dijo en voz baja el hombre. Sabía que fui invitado en
contraste con muchos otros que anhelaban participar de esta aventura. La terminé cerrando los ojos ante el temor. Salí como arrastrado por algo que en verdad no era mío. Me expulsé de mí mismo en un momento de confusión. Lamento que si el nombre de “Juego de luces” se
convirtió en un gran deseo para estar presente, el fantástico número de rayos que aquí
se manifestaron me deslumbró.No lo acabo de entender.
Con profunda tristeza, para concluir, el hombre le dijo al guía: Voy a confiarte algo
antes de que tengas que dar por terminado el juego. Entré a la bóveda, pensando
que no todos de los que habías convocado apreciarían la experiencia. Me
interesó conocerte para poder contar luego de mi experiencia que tú pusiste
especial cuidado al guiarme, pero que mi fuerza era la que provocaba el ritmo que
el juego tomaría. El brillo que quise alcanzar antes que todos, deseaba que
superara al de cualquier otro. Mi mente deformó la visión que contemplaba.
Escuché distorsionadas los sonidos que pudieron ser tranquilizantes. Sin querer
mi boca emitió palabras sin sentido y el corazón ya no pudo latir al ritmo de
la armonía de todas las luces. Al final, la trama de luces se convirtió en una
red fría que inmovilizó mis expectativas.
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