No es la primera vez que escucho llamar a la gente mexicana Raza Cósmica. La idea ha sido plasmada en murales, pinturas, e ideales de grandes artistas, filósofos y personajes destacados de la cultura nacional, no obstante que sea vigente una profunda separación entre la gente leal al amor y respeto por su tierra, sometida sin escrúpulos por la avaricia y ambición sin límites de grupos que la deshonran. México es un país grandioso en donde coexisten un sinfín de aspectos que entrelazan sus raíces en las diversas tradiciones del vasto territorio nacional. Se destacan cualidades extraordinarias que forman a hombres y mujeres con el orgullo de participar en rituales que impresionan por su belleza. Transforman el carácter para sobresalir con luz propia y hacen resplandecer rasgos de la personalidad mexicana con un alto valor dentro y fuera de lo individuos; se proyecta para cautivar a los visitantes quienes quedan admirados de su historia y de su gente. La apreciación renovada de tales características se me reveló hace poco por un encuentro casual al conocer un relato que me conmovió. Se hizo patente con un sabor agridulce al estar consciente de esa grandeza oculta para una gran mayoría. Pero que al ser compartida espero resurja con gran fuerza; se atreva la voluntad, para persistir en las cualidades inherentes que nos identifican; sea fuente de orgullo y admiración.
Todo comenzó con la generosa disposición de mi vecino “el licenciado”, para entrar a una casa, su casa, que guarda con especial cariño una serie de monturas y arreos que son hechos con la creatividad admirable de las personas del campo. Mi anfitrión encantado señaló una serie de pinturas que adornaban el corredor de entrada cuya temática era la vida campirana; dirigió la atención hacia los detalles de la vestimenta, las tareas y escenarios coloridos que permitían el acceso a un mundo con una visión cautivadora. Al entrar al salón con chimenea, me invitó a una charla para que conociera una tradición y a una persona en su memoria. Es la historia de un modo de vida, que venera el dominio de la fuerza bruta de un animal maravilloso, el caballo. Un noble animal con una inteligencia que desafía a la propia inteligencia humana. Responde de una manera muy sensible al sentimiento de ira y de miedo del que pretende ponerle una rienda. De tal modo que sea suficiente para conceder ser domado en su naturaleza salvaje, en una primera etapa, por el mismo nivel en el alma humana. Para después ser aquietado por otras capacidades superiores.
Durante el
proceso de “darle rienda” a los caballos se requieren cualidades de fuerza,
valentía, paciencia. Entre otras. Conocer el temperamento del animal puesto que
cada uno tiene diferencias para su trato. Hilario es el nombre de la persona
que aprendió a superar el nivel animal sobre el que se finca un vínculo entrañable
cuando se ha alcanzado la doma. Él adiestraba los caballos de los que el licenciado era el dueño. Cada día se dedicaba a continuar el adiestramiento del caballo
que ya había concedido se le pusiera una rienda para iniciar el servicio al dueño.
Era por lo tanto Hilario el Arriendador de caballos. Un oficio de mucha honra y con requerimientos
de habilidades especiales. Así como de capacidades yo diría extraordinarias,
para no abusar de las espuelas o del fuete más tarde.
Las palabras
nuevas para mí, pero comunes para los amantes de los caballos, resonaron con la
amabilidad de mi vecino el día de la cita. con hospitalidad me invito a ver
algunos cuadros de un pintor afamado que describió con hermosos detalles
escenas del campo. Sus pinturas, pude observar, son bellas y capturan el
movimiento al mismo tiempo que la seriedad de algunas faenas con el ganado.
Toros y reses que los dueños del rancho con "la pala" que ejecutan sus ayudantes pueden lazar piales en las patas delanteras y traseras para derribar o inmovilizar al animal ya sea para alguna curación, o suerte de recreo. el pintor logró presentar los corredores, corrales y el campo abierto en
dónde se demuestra la habilidad para hacer toda clase de maniobras. Mi
anfitrión me explicó los diferentes atuendos para distinguir la jerarquía en
ese ambiente rural. Señaló la evidencia entre las telas, los adornos y la calidad
de la silla de montar. los sombreros de fieltro o de palma.
Describió con
cierta nostalgia lo que él mismo había tenido el privilegio de compartir con
una persona muy especial. Hilario estuvo a su servicio por muchos años. Aclaramos
primero, el cómo era correcto nombrar al oficio. Él enfatizó que Arriendar es lo
que se refiere al que “le da rienda” al caballo. es decir, al que lo doma, para
que pueda gobernarse al animal con justamente una rienda con la que obedece y
le da su gobierno al jinete. Por eso lo de “arriendador”. Al final constatamos que usar la palabra
arriendar o arrendar es correcto en ambas formas. Lo sobresaliente de tal
explicación es lo que me platicó sobre la capacidad del domador para
interactuar con el caballo. El personaje de Hilario concentró mi atención.
saber y motivar la curiosidad para buscar los rasgos de grandeza que hay que
rescatar de las personas aún sin conocerlas directamente. pero que dejan huellas en
los que tuvieron el privilegio de conocerlos.
Recordé que
había yo visto al Sr. Hilario muchas veces pasar por las calles con un aire
serio. Erguido sobre su montura. Si llegaban a cruzarse las miradas tocaba la
orilla de su sombrero de ala ancha y hacía un gesto de inclinación muy sutil
como saludo. Su rostro era austero con
algunas arrugas. Tenía un bigote obscuro yo diría de la forma clásica como el
de Emiliano Zapata. Sus manos asían la rienda con
seguridad y a veces venía con dos perros sabuesos que corrían al paso del
caballo. Hasta ahí pude recordar aquella figura. Ahora tenía la oportunidad de conocer
más por una agradable charla que conjugaba de primera mano mi impresión y sobre
todo lo que se percibe, encierra algo muy valioso en el fondo.
La explicación
en ese sentido continuó. El licenciado narró el cómo Hilario empezaba el
proceso de la doma. Se requiere de tener fuerza física sobresaliente. A tal
grado que como se da un arrión al caballo para que corra a todo galope,
solamente con una falsa rienda amarrada, el arriendador tiene en un momento
que parar esa carrera en seco para que el animal se “quiebre” literalmente. El
objetivo es que el caballo sienta la fuerza bruta a la que se enfrenta. Es
común usar un palo bramadero para sujetar la cuerda y que soporte el jalón
poderoso del animal. Sin embargo, me dijo el licenciado, Hilario llegó a
ejecutar esa maniobra con sus dos manos. Limpiamente agarradas a la falsa
rienda para detener al caballo con su pura fuerza. Mi anfitrión me mostró una
falsa rienda tejida con pelo de animal, torcida con un diseño sencillo. Me dijo
que había falsas riendas hermosas con tejidos diversos, muy bellos que Hilario usaba para su oficio.
Me imaginé entonces
las dos fuerzas brutas en competencia. La energía acumulada en un carácter con
el poder de detener otra energía desbocada. sujetarla para que se aquiete y respirar al
unísono hasta recuperar la calma. La
emoción contenida salió en preguntas sobre otros implementos que tenía a la
vista. Sillas de montar. Riendas, bozales, bocados. Materiales rústicos.
Maderas agrestes como el mezquite cuya fuerza y resistencia es ideal para
labrar el fuste, los hombros, la teja, los bastos. La montura recubierta con cuero de chivo retobada para dar fuerza de agarre entre las piezas. Había también en la habitación una anquera con una
orla de metal muy linda. El peso de esa prenda sirve para ayudar al caballo a
estar más asentado. Me encantó ver diferentes bocados con nombres semejantes a
su forma. Como el de “ boca de sapo” "bigotes de moro", y muchos más en dónde se ponen sabores que le
gustan al caballo y los lame para salivar. Habría que dedicarse un buen tiempo
para entender y conocer cada pieza, cada adorno, cada significado de tantas
maravillas.
Volvimos a
conjuntar todo esto con el carácter, que requiere ser paciente. Admirar la
belleza. Tener Fuerza para medirse sobre la base de arranque de instintos
animales que poco a poco se transforman para dar paso a la evolución hacia una conciencia
superior. en una convivencia de servicio y colaboración. Hilario poseía a su
modo esas cualidades. El licenciado desconocía con certeza que tipo de estudios
había realizado Hilario. pero al parecer había estudiado por algún tiempo en un
seminario. Su formación en familia fue fundamental. estuvo
bajo el cuidado atento de su madre y padre. Su papá era poseedor de un rancho
en el estado de Puebla.
Cuando Hilario
decidió trabajar fuera del rancho, su padre venía de vez en cuando, con la
devoción de ver para quien trabajaba. le hacía una visita para cerciorarse de
que se encontraba con gente de bien y que realizaba un trabajo honrado. Conoció
al licenciado como su patrón. Todo este cuidado él lo tenía muy presente para reconocer
la valía especial del apoyo que Hilario le brindaba por esa crianza y la manera
de ser de su familia. Hilario se convirtió en ocasiones en su acompañante en
una etapa de trabajo. en dónde la gente que los rodeaba también percibía algo
de especial en la personalidad de Hilario, que los mantenía atentos a su
presencia. Con esos antecedentes se puede entender el porqué.
En otras actividades,
le solicitaban que fuera juez en las competencias que se
organizaban en diferentes lugares. En las carreras parejeras su imparcialidad y
conocimiento del estado de los caballos inscritos hacía que lo identificaran en
rumbos distantes. Era reconocido por su participación como experto y persona honesta.
Otras de sus habilidades le permitían capar caballos. También podía herrarlos sin problema con el cuidado y precisión para insertar los clavos de plomo en los cascos. Con su conocimiento y la experiencia en tantos
aspectos, su consejo en la compra de animales aptos para la arrienda era muy
valiosa.
Si un caballo a simple vista estaba a buen
precio. Hilario podía advertir si estaba “amartijado”. un término usado para señalar
características de carácter inconvenientes para hacer posible su doma a
destiempo. Ahí me enteré de que los caballos pueden crecer en potreros. Dónde
van y vienen a su aire. En corrales, en los cuales solamente viven con el instinto
de rutinas para ir a comer, tomar agua, y mantenerse sin alguna educación. Por último,
las caballerizas en dónde deben estar los caballos que tras un período de
entrenamiento saben portarse para ayudar en diferentes actividades.
Los tiempos para
conseguir la arrienda son aproximadamente de un año y medio. Así que debe preverse
y elegir un ejemplar en la edad adecuada. Si un caballo pasa más de tres o
cuatro años en los potreros, decía Hilario, es mejor no comprarlo. ese consejo
le fue muy útil al licenciado quien se fijó en un caballo que lo impresionó por
su imagen salvaje al que quería bautizar con el nombre de “Barrabás”. Hilario
lo convenció que no le convenía. Su asesoría siempre era acertada al procurar el
bienestar de los animales y de los posibles dueños.
Hilario tenía por
sobre todo esto una gran curiosidad para aprender más. Su ambición se
desplegaba para el propósito de ser el mejor arriendador de caballos. Mi
anfitrión me platicó que, por esta disposición de superarse, una vez fueron con
el que era considerado el más alto conocedor del oficio. Una persona que al
mirar a Hilario le cuestionó algunas cosas y al final le dijo que le iba a dar
un consejo inigualable para lo que él anhelaba.
El énfasis que
puso mi amable anfitrión en descubrir aquella entrevista puso de manifiesto señalar
con la mirada, las manos y su mente enfocada en sus propios recuerdos la
importancia que le concedía. Yo estaba a la expectativa observando cada
movimiento. Cada añoranza. Todo el cariño que se siente hacia una persona
especial. Hacia el amor a una tradición de honor y maestría. De pronto su
actitud cambió. Me dijo que quería contarme algo que para él había sido como
una lección de suma importancia en ese medio.
Quiso relatarme
un suceso que le hizo valorar mucho más lo que había vivido con Hilario y con una
clase de gente sencilla pero tan especial del campo. con unas bases muy sólidas
en sus creencias y tradiciones. Nuevamente vino a mi mente lo de la raza
cósmica tan reiterada en las leyendas, en la mente. En mi propia vivencia con mi
familia en la tierra de Guerrero de mis ancestros.
Sucede que uno
de sus empleados tenía la obligación de ensillar el caballo cuando recibiera la
orden. Un día le ordenó que ensillara porque tenía ganas de hacer un recorrido.
Fue enorme su disgusto y sorpresa ante la negativa. La persona encargada le
dijo que no podía hacerlo. Sin más explicación se retiró. Por lo cuál fue
despedido entre frases de enojo superlativo. El empleado ni se inmutó. Recogió
sus cosas y se fue de la propiedad. El licenciado ensilló él mismo, y salió
hecho una furia. En el camino se encontró con un conocido. Alguien que sabía
perfectamente de las costumbres, tradiciones, jerarquías y demás de los deberes
y obligaciones entre peones, caballerangos, arriendadores, y patrones. Lo trató
de tranquilizar y le expuso que recordara que ese día era viernes santo. Que nadie en el lugar de su empleado se
atrevería a ensillar en esa fecha. no importara el precio que tuviera que pagar.
De inmediato mi
anfitrión comprendió el significado de la lealtad y el compromiso que aquella
gente tiene arraigado en su forma de vida. Ser de ley implica asumir una
responsabilidad y sus consecuencias. Es un atributo del ser un hombre que
merece y da confianza a los suyos. Que tiene respeto por la tierra, sus
semejantes y el lugar que por diversas circunstancias se asigna en un conjunto que
valora cada función y a cada individuo. Incluyendo a las llamadas bestias que
también poseen una inteligencia para servir en un orden se puede decir, sagrado.
La admiración y la
gratitud por ser parte de esa confidencia se transformó para mí en un honor.
Escuchar esas palabras se integró en un todo perfecto. Fue ahí que se creó el encuentro
casual. se dio para recibir la invitación a entrar en una casa. En una
tradición. En un aspecto que puede traducirse es el cimiento y fortaleza de una
raza con un potencial ilimitado. Aceptar una invitación fue propicio para
entender diversos rituales, lealtades, fidelidad y puntos de vista. Adentrarme en un espacio que guarda muchos
tesoros invaluables. Uno de los cuales es lo que finalmente me comentó mi amable
vecino el licenciado.
El maestro le
dijo a Hilario: Ser un arriendador de caballos implica la sensibilidad para que
tú; “Quites lo que les sobra y pongas lo que les falta”.
Estoy segura de
que el Sr. Hilario comprendió la gran sabiduría que contienen esas palabras. Le
comuniqué a mi vecino el licenciado mi aprecio enorme por su disposición tan
amable de compartir esta historia. Hilario ha fallecido.
Con afecto deseo
que en el lugar en donde ahora se encuentre usted Sr. Hilario reciba
multiplicada la sabiduría que buscó y supo aplicar en su oficio con maestría. Agradezco
lo que en su recuerdo supo transmitir. Una frase que resume un significado
enorme para quien sepa buscar, entender y aplicar lo que su alma quiere. La voluntad de pertenecer a
esa clase de gente-Raza Cósmica- de la que usted formó parte terrenal y trasciende más allá en el infinito. que con su vida manifestó, y es un ideal posible.