Perla continuó
su relato sorprendida de sí misma: En un momento la sensación de no tener
emociones se le hizo palpable. Normalmente era triste saber que no había
alguien con quien compartir lo que le pasaba en el día a día. Pero dos frases que escuchó pusieron en su
lugar lo que en cada momento era más evidente. Estaba en una convivencia
temporal. Subsistiendo de manera aislada, por su propio derecho de buscar cualesquiera
clases de experiencia. En algunas de ellas la expresión fraternal había generado
lazos muy sensibles de cariño. De esos que en otras personas había observado
los llevan a sufrir cuando se alejan. Consideraba que el reto en ese tipo de
relaciones para el desapego era uno de los más grandes de superar. Pero suceden
cosas que por ser grandes lecciones llegan de manera inesperada.
A ella la insensibilidad
la había encarado de frente sin darle oportunidad de retroceder. Así que pudo
por fin darse cuenta de que todo tiene un orden. Que todo está bien. Que al
final es un acto de bondad el que le había permitido aceptar las separaciones. Recordó
cuántas veces cuando era tiempo de despedirse de alguna convivencia muy entrañable,
surgían de pronto enojos. Se decían cosas hirientes o mejor dicho las emociones
alteraban la sensibilidad de las personas. Se volvían vulnerables a las
palabras o a las situaciones. como para
que llegado el momento de las despedidas no fuera tan doloroso decirse adiós o
hasta luego. Con esos desaires hasta se justificaba que todo tiene un fin y
había que alejarse para retomar cada uno su vida a su manera.
Al continuar con su relato, dijo que encontraba algo contradictorio. Muy complicado de asimilar.
Por un lado, ella había tratado de construir relaciones valiosas en el aspecto
emocional. Entendía la importancia de generar lazos para fortalecer y respaldar
sobre todo a los seres queridos. No obstante que muchas veces el afán de
protección o sobreprotección resultaba contraproducente. limitar las
capacidades de los más queridos era un gran error. En su experiencia, se hacían
presentes los desplantes de menosprecio que disparaban la sobre reacción de las
emociones. para que los sometidos a los miedos de otros tuvieran la oportunidad
de rebelarse. Hijos, hermanos, parejas y en general las personas más allegadas se
comportaban en una primera sensación como desconsideradas.
Ahora procuraba entender
que al igual que ella, era una manera de manifestar el disgusto por el apego a no
ser independientes. En cada etapa de vida esas acciones de ella misma y de los otros
podían interpretarse inicialmente como desamor. pero las emociones sin control
de los que pretendían retener el crecimiento de alguien tienen que descartarse.
Las lecciones sobre el amor y desamor eran un asunto muy complicado. Se entre
mezclan con fines altruistas, así como para los abusos de los más miserables. Al
parecer en este tema se camina sobre el filo de una espada. Pero depende de
cada uno continuar el aprendizaje sin lastimar o lastimarse.
Esclarecer la
diferencia en el trato con otros continuaba siendo un crucigrama. ¿Amar, para
luego dejar de hacerlo? Ahí había algo
que era incierto. En el fondo siempre resurgía un sentimiento de compasión. En
otro sentido; ¿Tener para después soltar? ¿Construir, para luego abandonar? Qué
clase de truco se esconde en la ambivalencia que resulta en un sentimiento de tranquilidad
sin importar la comprensión total de cada desafío. Para Perla era un aliciente explorar. Si en
principio los dos diversos puntos de vista le causaron dolor, desencanto, culpabilidad
y tantos sentimientos que permitió le hicieran daño. Ahora celebraba que con
cada supuesta pérdida había resultado una ganancia.
Comentó
que en su vida era constante la consigna de actuar. Sin embargo, admitió que era
increíble el cómo se olvida lo ya vivido. Relató que en los nuevos encuentros. diferentes circunstancias. persistía la misma
costumbre predispuesta a las emociones desbordadas que pueden distorsionar los
sentimientos para crear toda clase de reacciones sin control. Era consciente de la farsa de permanencia, para
conseguir o perder cosas. Inclusive de las conductas que sólo están atentas a
enfocar en un intercambio de conveniencia todas las posesiones que es seguro en
un momento se tendrán que dejar. Pero es tan intrincada la asociación que se
hace entre cosas y personas que por eso la ayuda viene de improviso. Con un
toque de amargura. Con una brizna de desilusión. Se templa el carácter con un
rechazo. Para que no se aferre a las
personas ni a las cosas. se deje continuar a la vida que se las arregla sola.
Saber que hay
muchos caminos que llegan a un mismo fin de bondad. Convivir en el disenso. Alegrarse
por el otro. Libre en sus decisiones. Con el riesgo calculado o no, para
sobrellevar su elección. Qué mejor que desentenderse del manejo que no nos
corresponde sobre la vida que evoluciona sin nuestra intervención. Sin hacer un drama porque es innecesaria
nuestra ayuda que por cierto no se entiende en el modo de ver de otra persona. Quitarse
de cargar pesos ajenos, que exigen desapego. saludable, para todos. Por lo que
asumir con sensibilidad un rol de observador es en muchas ocasiones lo mejor
que se puede hacer.
Para Perla fue complejo
el entendimiento del querer, construir, retener, soltar, o creerse
imprescindible. me explicó que había reflexionado y agradecía
el haber sido apartada de muchas vidas. Por esa incomprensible y hasta cruel acción
de unos, se acercó a la comprensión mejor de su propia responsabilidad. Aceptar
el desapego como el cierre de un gran trabajo que se compone de muchos ciclos de
principio, término y reinicio constante. Su aseveración significa posiblemente
un nuevo desafío para quien la escuche. Pero lo imprescindible es una forma que
no aplica a las personas. Sin embargo, en
el continuo de aprendizaje que cada persona requiere, es primero apegarse,
valorar. Admirar todo y a todos. Ofrecer el mejor servicio de toda nuestra
capacidad. Para concluir con un desapego también a todo, a todos, y empezar de
nuevo.
Para finalizar
la sesión Perla señaló que en el conflicto que se percibe de inicio, lamentaba
mucho observar el cómo algunas personas imploran por atención. sienten una
necesidad de apego y dependencia del reconocimiento por lo que hacen que raya
en la avaricia insana. Es una necesidad egoísta. Encubre el poco amor hacia sí
mismos en un papel de víctima o perpetrador. Fomenta la ignorancia. crea las
peores dependencias y apegos tóxicos. es la manera de ser causa de desprecio,
disgustos y desequilibrios de todo tipo. Comentó que de acuerdo con lo que
había observado, llegará idealmente una etapa de transformación en la cual se entienda
que desde un papel dependiente e irresponsable se impide el crecimiento y la
liberación del potencial que se posee por derecho propio. Temer desplegar esa
libertad es apegarse a un “salvavidas de plomo” con el cual es incompatible la
existencia.
Hay algo muy
valioso en el desapego: La libertad de realizarse integralmente como individuo a
la par de contribuir a la vida en todas sus formas. Emprender en un intercambio
de mejora lo que tenemos para dar y recibir. Cada día hay la oportunidad de tener una
respuesta actual para lo que sea necesario cambiar. iniciar lo que haga falta. Soltar
y empezar algo nuevo.
Un salvavidas de plomo, excelente analogía, toda la vida digo en las otras madres compañeras de mis hijos que nuestra misión es hacerlos independientes y libres. no, que no puedan vivir sin nosotros los padres, a algunas le sorprende y otras me contestan solamente con una triste sonrisa.
ResponderBorrarPero es así, yo lo descubrí cuando pude darme cuenta que durante la más tierna infancia de mi hija no pude disfrutarla por estar preocupada por un problemilla que tenía de psicomotricidad, me perdí 5-7 años de disfrutarla, pero por otro lado esos años me dediqué a que ella pudiera ser libre y ahora la disfruto mucho más, es así, ser libre con ellos, te necesitan porque te quieren, no te quieren porque te necesitan...
Complicado y sencillo a la vez.