FORTALEZAS

 Hoy continuamos con un ejercicio bastante peculiar al cual hemos llamado: Fortalezas.

Durante un tiempo estuvimos escuchando lo que cada uno quiso dar a conocer del cómo había transcurrido su vida. Vivencias llenas de mucha satisfacción y alegría, o momentos de tristeza y confusión. En cada etapa se han mezclado sentimientos de abandono, de dudas, incertidumbre. Inclusive surgió el entusiasmo por algo que está pendiente como estudiar, poner un negocio, reencontrarse con alguien, metas y situaciones de todo tipo. la sensación de confianza que se estableció en el grupo hizo posible compartir diferentes aspectos en la juventud, madurez y edad adulta, para concluir que todo lo experimentado ha servido para entender, y decir: “Que venga lo que sigue” con más aplomo y convicción para salir adelante.

Lucía levantó la mano para pedir la palabra. era una señora que le gustaba mucho escuchar. Ahora tenía algo que decir: "Cuando era adolescente, igual que muchos, mi inseguridad para ser aceptada me inquietaba. Bueno, más que eso. actualmente entiendo que necesitaba comprobar si era atractiva. Creí que la afirmación de mi persona estaba ligada necesariamente a que los muchachos se fijaran en mí. En el grupo de la escuela había muchas compañeras que tenían novio. A mí me llamaba la atención que de acuerdo con los “estándares de belleza” ellas no los cumplían. Pero tenían novio. a una muchacha especialmente fuera de todo pronóstico la trataban con toda clase de cuidados. su pareja tenía un rancho al que nos invitó un domingo. pasó todo el tiempo con ella platicando y llevándola a conocer los potreros, el campo. caminaban y hacían gestos de los más cariñosos. los demás nos dedicamos a jugar  en una  cancha,  y verlos a lo lejos como un ideal de convivencia.

En otra etapa de la escuela, había una compañera considerada de las más estudiosas. Usaba lentes. Tenía el cabello largo de color obscuro. tampoco me parecía” bonita”, pero su inteligencia atraía a los muchachos que se acercaban a ella para formar el grupo de los aplicados. No sé si por casualidad o por curiosidad llegué a conocerla un poco más. Un día nos invitó a su casa. Nos recibió su mamá muy amablemente. preparó bocadillos y al parecer le agradaba mucho que su hija tuviera amigos como nosotros. Pero, a pesar de que la inteligencia de mi compañera le hacía tener muchos amigos hombres ninguno era su novio. Así que había algo que yo no entendí. Salvo que eso de ser bonita, inteligente, de buena familia y buenos modales se percibe muy diferente.

Otra vez me invitó a una excursión la muchacha que se consideraba “la más bonita, y atractiva” en la familia y en la escuela.  Formamos un grupo al que sus padres llevaron en autobús a un balneario en las vacaciones.  mi compañera tenía un carácter extrovertido. le encantaba que todos los muchachos quisieran invitarla a bailar, dar un paseo, y hasta le resultaba gracioso “quitar el novio” a alguna ingenua que se lo presentaba. Decía que eso le pasa a las que son bobas, tímidas, o poco agraciadas. Todos conocíamos su forma de ser y muchos estaban de acuerdo. Le celebraban su desparpajo para disfrutar la fiesta, los paseos, la comida y todo lo que tenía al alcance. Era rápida para llamar la atención y muchas veces dejaba pensando a otros y otras que no entendían por qué se les adelantaba en todo. ¿Su carácter? ¿Su belleza? ¿Sus ganas de vivir para aprovechar lo bueno de cualquier momento?

De regreso, ella se sentó con un muchacho con quien había hecho amistad. así que el lugar a mi lado quedó vacío. Pero como los asientos del autobús eran contados, se acercó otro de los invitados.  Señaló para ocuparlo sin hablar. yo no lo tomé mucho en cuenta. miré por la ventanilla que el chofer subía  para emprender el regreso. Ya era de tarde y se veía en el horizonte que el sol estaba por ocultarse. Después de tanto ejercicio en el balneario casi todos empezaron a quedarse dormidos. Se hizo de noche y sólo se oía el motor que rugía en la carretera. De pronto escuche la voz en tono bajito del compañero a mi lado.  Me dijo que era el clásico “primo del primo” que habían invitado al paseo. Que se había divertido mucho. Me preguntó que tal la había pasado. Sin mucho entusiasmo le contesté que bien. Que me gustaba ir de paseo, nadar y la familia que nos invitó era parte de mi familia así que todo me había parecido bonito.  Las luces del autobús iluminaban el camino. Ya no se oían voces. Él continuó con la plática para decir que conocía a la muchacha de la que se decía era la más linda. Pero que al verme a mi le parecía que yo era mucho más linda. Entonces se hizo un silencio total.

¡Ya se imaginarán que fue una frase que se convirtió en una fortaleza! A partir de ese momento se afirmó mi personalidad. ¡La seguridad en mí misma esfumó todas las dudas! Esas palabras son algo que recordaré por siempre. De tal manera que me volví mucho más comprensiva para con las lindas, bellas, inteligentes, bobas, lentas, tímidas o poco agraciadas. Todos esos referentes que habían formado parte de mi inseguridad me sirvieron para auto afirmar que yo era bella de alguna manera para que a otros les resultara “ mucho más linda”.

Durante el relato de Lucía nadie le quitó la vista de encima. Todos suspiramos cuando terminó su historia. Se notó la nostalgia en cada uno. dando a entender que se compartía una sensación de simpatía posiblemente al recordar una situación semejante.  Con esa tranquilidad en el ambiente, Alfonso se levantó y solicitó contar su experiencia. Se puso en frente de todos y comenzó:

Lucía nos ha relatado cómo ella descubrió una fortaleza que la acompaña hasta el día de hoy. Mi encuentro con esa sensación de autoafirmación y seguridad la tomé de mi padre. No sé si ustedes piensan que parezco un tanto tímido. Me disgusta ser el foco de atención y a veces el no alardear con una voz fuerte o tomar la iniciativa siempre, se interpreta como falta de capacidad para demostrar lo que uno sabe. Pero he aprendido que para la Sabiduría es innecesaria la apariencia agresiva. En cambio, el tratar de desviar la atención por la ignorancia suele ser ruidoso.  En mi experiencia he conocido a personas de gran valía. Siempre han sido personas que aprecian el silencio o se quedan calladas para escuchar a otros. Me han enseñado que en ciertas circunstancias de verdadero poder se abstiene de demostraciones escandalosas.

Todo eso lo confirmé con mi padre. Fue un reconocimiento mutuo. Porque de él aprendí el ser “tímido”. Resulta que un día lo invité para ir a comer a un pueblo que le traía gratos recuerdos. Yo tenía un potente carro último modelo. De lo cuán mi padre se sentía muy orgulloso. Así que tomamos la autopista. En un trayecto la carretera tenía varias curvas en escuadra que son las más difíciles de manejar para una persona que sabe conducir. Los que creen que manejar en la carretera es más sencillo que hacerlo en la ciudad, denotan su irresponsabilidad. Eso también me lo había enseñado mi padre. Por lo tanto, firme en el volante, aceleré para “agarrar” la curva. ya no frenaba para no cortar el avance del auto hasta lograr completar el peralte de un solo movimiento. Entonces él dijo con voz clara y fuerte: “Excelente! ¡Así se conduce un automóvil! El sentimiento que esa frase me provocó en aquella ocasión se quedó grabado para siempre.  

Jamás dude desde aquel día de que yo manejaba muy bien. Las palabras de mi padre se constituyeron como una fortaleza. Aunque alguien dijera lo contrario en broma o en serio nadie me hizo dudar de mis capacidades. Algo también que ahora reconozco de la timidez aparente que él mostraba, es que una persona que es humilde sabe aceptar sus limitaciones. pero realiza con toda sencillez lo que domina. Eso es más que suficiente para conocer quién es quién.

Con las historias que escuchamos quedó claro que hay en algún momento de la vida, alguien que con las palabras justas nos regala el cimiento para formar una fortaleza que nos reafirma “a pesar de todo”. Acordamos que es importante tener presente, o recordar una frase particular que es una fortaleza. Dentro de la cuál nada ni nadie te hace dudar de quién eres actualmente.  

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