RECUERDO

 Ella estaba envuelta en sus pensamientos. Aquellos días habían sucedido infinidad de cosas que la hicieron recordar lo maravilloso que es un día soleado, dedicarse a arreglar pendientes, pero que no representaban la presión de ejecutarlos. Al contrario, todos sus asuntos estaban en orden. había que actualizar pagos, y sobre todo agradecer por estar en un lugar que le brindaba la tranquilidad de recorrer espacios queridos. Había regresado de un sitio en donde se hacía muy temprano de noche. Era raro pretender salir a la calle en medio de la obscuridad y ver el reloj que marcaba apenas las cinco de la tarde. No obstante, los habitantes de aquella población colmaban los almacenes y restaurantes con el entusiasmo igual que en cualquier parte del mundo a pleno día. El tráfico era constante y el bullicio de la gente aparecía en todas partes.

Alguna vez había pensado que no importaba si estaba cerca o lejos de su hogar, porque sentía que todo el mundo era al final de cuentas su casa. De distintas maneras, con diferentes paisajes, costumbres y personas que siempre le habían mostrado su hospitalidad. Así que los cambios de clima y horarios raros le eran familiares y los vivía con el mejor ánimo posible. Con estas ideas en mente, llegó al patio en dónde estaba una fuente. Un regalo divino decía ella. Cuánto tiempo había pasado sin ver el agua que caía en pequeñas gotas y formaba círculos y chispas de luz con un rumor apacible y cálido. Qué belleza y bondad representaba para ella, que la poderosa fuerza de vida dejara ser contenida en un adorno para reflejar el sol y cantar con su vaivén todo el recorrido desde el fondo hasta los chorros que escurrían en los bordes de la estructura. Miró al fondo y había hojas, animalillos y polvo atrapado que había que sacar para limpiarla. Así que tomó las herramientas y comenzó a juntar la basura. Frotó las paredes con un cepillo para arrancar el musgo que, si se dejaba, terminaría por apropiarse con su color verde de todo.  

En esta tarea le fue fácil volver a dejar volar su imaginación hacia las experiencias que había tenido con sus seres queridos a quienes había ido a visitar. Era sorprendente como todas las familias se adaptan a los cambios para realizar sus actividades y permanecer unidas a pesar de la distancia. Inclusive sabía que hay ocasiones en que los que están más lejos en  territorio, se acercan mucho más que los que se acostumbran a estar lejos porque viven cerca.  Era complicado entender a la gente en general. Al parecer estar cerca suponía la facilidad de verse en cualquier momento y se alejaban sin darse cuenta. En cambio, una residencia distante los hacía sensibles para valorar una presencia cercana.  Mientras ella se había perdido en estas reflexiones, sus manos habían terminado de limpiar la fuente. Ahora se veía el agua más clara y le parecía que el rumor del agua era un canto ligero y más alegre. También confirmó agradecida que tener una fuente en casa era un privilegio.

 Pronto tendría nuevamente la oportunidad de hacer otro viaje que implicaba dejar por largo tiempo su casa y por supuesto su fuente. Agradeció por lo tanto ese regalo; al contemplar el conjunto de piedra, con cada uno de sus componentes, y lo que significaba para ella, se le ocurrió una frase que con sumo cuidado y cariño recitó frente al agua: -Me voy otro rato. ¡Pero por favor guárdame el Sol! Guarda cada día un poco de su calor y brillo. Mantén alegre y claro tu canto. No dejes que se vayan al fondo animalillos ni basura, para que tu recorrido sea limpio. Embellece como siempre este espacio para nosotras. Dime que es un pacto.  Ya veremos como resulta el mantenernos con este acuerdo cerca, aun que me vaya lejos. Por más que se me ha presentado la oportunidad de dejarte, parece que la libertad que venero está en el regreso y volver a salir de vez en cuando después de haber agradecido que una fuerza tan poderosa está en mi casa aguardando y cumpliendo fiel su compromiso-. Así como acompañarme con su recuerdo en donde quiera que me encuentre. -

Después de aquel discurso improvisado desde el fondo de su corazón, se sintió con la quietud que había entendido en sus estudios sobre caminar por la vida como por un paraje hacia una tierra prometida.  Había en el trayecto muchas estancias temporales, pero lo importante es querer continuar. Algo así como entrar a una habitación para recuperar fuerzas y abastecerse de provisiones, pero con una meta que alienta el dejar muchas veces lo conocido para enfrentar lo inexplicable e incierto. Era bueno por lo tanto tener consigo una referencia tan apreciada como el canto del agua que corría sin cesar dentro de su resguardo aceptado para darle alegría cada vez que se sentaba en la orilla de la fuente para contemplar la luz que con múltiples reflejos le hacía sonreír y sentirse en paz. Consideraba que cada uno entiende la vida desde diferente punto de vista. Lo que era un hecho es que aferrarse a las situaciones y a las personas muchas veces amarra con sufrimiento el aprovechar la oferta de vida que siempre está presente. Encontrar una mejor opción para seguir adelante era la consigna.

 Con renovada calma que voy de prisa, como solía escuchar en la casa materna, se dijo que las estaciones se suceden y había que continuar. Con eso en mente comenzó a enumerar las actividades que tendría que completar. Lo que habría que llevar, prever en lo posible y sobre todo no desprenderse de aquella frase que de improviso le inspiró la fuente, el agua, la luz y que le pareció tan linda y oportuna para emprender otra aventura: “Guárdame el sol”!  Así podría caminar sin descanso, con la seguridad de que en todas partes habría una fuente que atesorara para alguien el agua, el brillo, la alegría, y la calidez de un reencuentro.