Muchos años de vida suelen llamarse con formalidad o en tono de broma; tercera edad, vejez, “tiempo extra”, etc. se asocian a múltiples deficiencias o pérdida de capacidades que van desde insuficiencias fisiológicas, hasta desprecios y señalamientos crueles, carentes de sensibilidad hacia la dignidad debida a una persona. Ciertamente los ancianos han vivido muchas etapas que se cuentan en días, meses y en muchos casos en el tránsito de un siglo a otro. Las personas sobrevivientes a todos estos conteos y señalamientos tienen muy diversas maneras de adaptarse a su propio estado de salud, a las opiniones mal intencionadas, y a las diferentes clasificaciones médicas, familiares, y sociales que pretenden tomarlos en cuenta como un grupo que a pesar de todo existe. Lo que es algo de suma importancia destacar, y merece una gran sonrisa de todos los añejos, añosos, viejos, de juventud acumulada, o como prefieran ser llamados, es que se ha alcanzado una edad en donde se puede hacer gala de una cualidad invaluable: Deshacerse de capas de egoísmo. Se puede cancelar el tributo a lo superficial y pasajero, con una mejor capacidad de sentir el amor propio y la comprensión hacia los demás.
Los muchos años
ponen en duda a infinidad de creencias, que en la mayoría encausan el
comportamiento, y se consolidan como lastres entre los grupos humanos de
acuerdo con opiniones generalizadas. Con frecuencia son una mezcla de suposiciones,
mitos, supersticiones, prejuicios, y un sinfín de conjeturas que interpretan lo
que se percibe de manera individual y colectiva. Dentro de todo esto, la
llamada imagen que se muestra ante los demás le da mucha importancia a la
juventud y a la apariencia joven. Por lo
tanto, se pierde el sentido de identidad para empezar “una carrera contra el
tiempo”. Se combaten las arrugas, se promueve la necesidad de hacer ejercicio,
la alimentación saludable y lo que contribuya a ampliar las etapas físicas para
conservar lo más posible al cuerpo atractivo y funcional. Pero en la constante
presión social, se confunden la apariencia y lo auténtico. se dan casos en
donde la gente sólo atiende a la apariencia y, por ejemplo, comprar ropa
deportiva justifica una facha casual, aunque se la use para estar sentado, con
la fantasía de practicar algún deporte.
Lo anterior
puede pasar desapercibido pero el engaño se nota cuando se mira un espejo. Los
tributos a la egolatría engañosa promueven grandes diferencias por el aspecto,
la edad, la ropa, los lugares, etc. y la competencia es fuerte por demostrar quién
es quién en una serie de prejuicios que rigen en diversos ámbitos sociales. Separar
y clasificar es una manera de crear estructuras muy útiles, cuando se aplica a
poner orden en actividades y cosas. No obstante, cuando se cree que define el
valor de las cualidades humanas en muchos casos resulta contraproducente. Por eso descalificar particularmente por los
años que los viejos han acumulado es de consideración aparte. dado que se
involucran factores como la experiencia, el aprendizaje, la valoración de cada
etapa de vida desde una perspectiva más amplia, y menos sujeta al que dirán todas
las creencias, que han oprimido de manera falsa el ser una mejor persona para aprovechar el tiempo de vida con alegría sin el yugo de la opinión ajena.
Al respecto, en un ambiente de competencia, las
diferencias señaladas por las creencias cambiantes, conveniencias temporales, y
demás prejuicios generan que en muchas personas surjan envidias, enojo,
frustración, y diversos sentimientos que propician el egoísmo. Es fácil dejarse
amedrentar por todo tipo de apariencias en la presión social. Con los años, se
aprende a distinguir entre lo que deslumbra y es pasajero. lo que tiene una luz
interna y que perdura. Así que se empieza a ceder el paso. Con la certeza de
que no por ir de prisa se alcanza un objetivo que valga la pena. Se sabe tomar
los alimentos suficientes para comer y se aleja de los grupos que casi se pelean
por llenar charolas de comida que al final desperdician o se engullen para ganar
kilos de más. Se puede admirar tantos artículos electrodomésticos, dispositivos
digitales, adornos, joyas, licores etc. Pero se adquieren solamente los
especiales que son los preferidos, personalmente, y no para coleccionar los que
dicta la moda del momento. Inclusive se busca lo más eficiente, que implica innovaciones
que ofrecen ser útiles para el uso diario, no para juntar aparatos, y cosas que
terminan guardados en alacenas.
Los añosos,
añejos, abuelos, que son invitados a las reuniones de familia aprenden a escuchar,
se callan y por supuesto que saben hablar. Pero ya pueden modular con mayor comprensión
su plática con cada persona y tratan con prudencia las discusiones. Recuerdan
su propio ímpetu, energía, y les alegra que exista la valentía para desear un
propósito de vida que exponga los pros y contras por los que cada uno se aferra
en defender. Sonríen sinceramente por los logros de las personas queridas y
hasta de los que conocen fuera de su círculo familiar, porque reconocen el
valor del esfuerzo y la necesidad de estimular la acción sin importar que haya
errores o equivocaciones. Algunos siguen activos laboralmente y contribuyen con
las empresas que reconocen y valoran el cúmulo de decisiones expertas que han
logrado en sus actividades de trabajo. Inclusive aportan a los planes de
capacitación que aprovechan las lecciones para que la gente mejore y haga
cambios en su manera de portarse con los otros, en la formación de equipos y
desarrollar habilidades que beneficien al conjunto.
Con la edad se reconoce el dolor. No solamente
el físico sino el emocional. Especialmente el que se causa por la imposición
violenta. Por las falsas creencias de abuso hacia los que tienen otros puntos
de vista, o se les ha dificultado un ambiente de oportunidades. Con los años se
amplía la gama de posibles respuestas que funcionan y salen de reglas impuestas
por la envidia, el resentimiento y la ignorancia. El odio gratuito que
estimulan todos los prejuicios que exhibe una sociedad intransigente y agresiva
hacia los procesos de evolución que no entiende. Se toman en cuenta desde otra perspectiva,
precisamente a los jóvenes, y personas de todas las edades que son creativos y están
dispuestos a probar otras alternativas que a ellos se les ocultaron o no tuvieron
la visión de poner en práctica por el miedo y la desconfianza heredados. Los abuelos hacen el esfuerzo por jugar con los niños. admiran su gracia,
atrevimiento, todo lo cual les causan un sentimiento de alegría y esperanza.
Por otra parte; Posiblemente
hay viejos que se han quedado a merced de un trato terrible e indigno. no es
que se pase desapercibido en este relato. Pero habrá alguna salida con
misericordia para ellos. Hay veces que por prestar su ayuda se encuentran con
que su manera de portarse y entender la vida choca con las ideas de los que les
reclaman su falta de energía. Se les exige ocuparse de algo con desconsideración
y enojo. Se enfrentan en desventaja, con ambientes hostiles que les hacen
desistir con tristeza en lo que podrían participar, existe un riesgo alto de
maltrato, y posiblemente lleguen a confundir su valía en situaciones con gente
inconsciente que los amenaza y los destierra.
Sin embargo, en cualquier
caso, lo que sobresale es que con los años se puede domesticar a la egolatría. Se vuelve una parte interesante que compone la
integridad individual reorientada para compartir. Es muy satisfactorio el dar sin necesitar algo
a cambio. Se puede practicar comprender a la gente y a las situaciones. La convivencia por tantos años consigo mismo
señala a la empatía como una forma inigualable para entender los sentimientos tan
complejos de expresar, y el rasero de dar más o menos ya no oscila en lo que se
aparenta, lo que da miedo, lo que se debería o lo que enjuicia con un dedo
acusador como de inquisidor ignorante y abusivo. El ego tan criticado, tan enaltecido, se
transforma en una parte que permite conocer el amor propio y lo eleva para
unificar el amor a los otros. Los viejos
hablan mucho consigo mismos. Se dicen: “Sí; Yo soy yo, pero te entiendo”. Los
años aclaran una visión que reconoce más a fondo el descubrir quién es el otro como
una clave para que se comparta sin egoísmo lo que nos une. ¡Tener más años es
un gran premio! Muchos años significa más sensibilidad para poner en su lugar todas
las partes que forman a un individuo. Es algo emocionante. ¿muchas partes que son uno?, ¿muchos unos que son
todo?
Muchos viejos,
que son muchos niños, y muchos jóvenes al servicio del todo. Sí los años
cuentan. Pero cuentan la historia de cada persona dividida y que, ¡por fin! Se
encuentra para dar lo que al principio lo obligó como egoísmo y ahora lo
integra como un árbol milenario pero espléndido. Con muchas ramas que ofrecen un
cobijo de tranquilidad y aprendizaje para quien quiera acercarse.