A ver, a ver; ¿Dices que cuando te enfrentas con una idea o un concepto que no te cuadra sale a relucir tú gran ego?, me imagino que empiezas a enfundarte en una armadura de hierro, tomas una lanza, tu escudo y te preparas para guerrear, o sea, resistir, rebatir, contradecir. -Pues no tanto así con la facha que dices, pero sí para poner en su lugar a la gente que cree tener siempre la razón. - Mmmmmm entiendo. El ego es una identidad muy usual a la que la gente le da poder para gobernar su vida. Lo escuchan como a un consejero para lidiar con la opinión ajena sobre todas las cosas y por encima de los que se considera son inferiores, ignorantes, de otro nivel, y cosas por el estilo. ¿Cierto? -Ajá, algo así. - ¿Te gustaría escuchar un cuento? es de alguien que trata al ego como un amigo, un adversario y a veces como las dos cosas.
Comienza en una
tienda muy peculiar que tiene un departamento principal con un enorme letrero
que dice: QUEJAS. Cuando llega un cliente con una sensación de ser objeto de
menosprecio, enojo, quejas diversas, le dan a elegir entre varios cinturones hechos
de un material muy pesado. Puede ser de
hierro, plomo, de piedra, o inclusive del material que la misma persona lleve para
que se le confeccione un cinto a su entera satisfacción. Se le asigna un
asesor de toda su confianza, cuya misión es convencerlo de que mientras más peso pongan,
podrá salir a flote de sus quejas y las consecuencias que le traen. Entre los
dos forman una especie de cadena, con bolsitas llenas del peso acordado. finalmente,
se le invita a ponerse su cinturón para que lo lleve los días que sean necesarios. se puede regresar para ajustarlo, y agregar más peso. La tienda cuenta con muchos planes para que
el cinturón se use inclusive toda la vida. Ese es su negocio. Vender,
rentar, ajustar; cinturones del material más pesado con la garantía de mantenerlo a flote bajo su peso y sobrellevar la vida con bienestar.
Un día llegó a
la tienda un cliente muy enojado, tenía ahora una doble queja. El peso de su
cinturón era insuficiente o su asesor de confianza le había lavado el cerebro
para hacerle creer que con esa carga se mantendría a flote. Dijo que a pesar de
ponerse el cinturón para realizar tareas que le desagradaban el peso no le daba bienestar como decía la oferta de su anuncio. Se sentía cada
vez peor y anhelaba cambiar de actividades. El encargado le dijo que había en
la tienda una sección que casi nadie visitaba pero que estaba a su servicio, amablemente
le explicó que era indispensable que pasara. él mismo desconocía que habría
adentro, pero era un espacio reservado para los clientes especiales y doblemente
insatisfechos. Lo acompañó hasta encontrar una puerta sin una
forma definida, le indicó que podía entrar y lo dejó solo. Aquella puerta parecía de pronto una ventana,
luego se cambiaba como una salida giratoria. Por un lado, colgaban candados, en
otro tenía cerrojos, y para rematar tenía muchos pares de cerraduras junto a
llaves chiquitas y grandes. Con aquella visión el cliente empezó a tener
miedo, la confusión se apoderaba de su conciencia, y sudaba frío. Le intimidaba decidir con cuál artefacto se abriría la puerta.
Al
verse solo se acercó en un primer intento, al parecer del
otro lado se escuchaban conversaciones. La puerta se balanceaba entreabierta y
se cerraba con un ruido seco. Era muy raro ver que estaba abierta y sin embargo
parecía cerrarse para mostrar todas las trabas que la componían. Como no había más remedio, por fin con un
movimiento el cliente empujó con fuerza y quedó ante un panorama que
lo confundió aun más. Había letreros por todos lados con interrogantes; ¿Se
siente utilizado? Agredido, incomprendido, despreciado, ¿MUY enojado? Las preguntas enmarcaban entradas y salidas que
hacían que temiera encaminarse hacia algún lugar. De pronto vio un letrero
diferente, decía: MAS PESO; MENOS PESO; DESECHAR. Al menos eso lo entendía
mejor que tantas preguntas que le producían incertidumbre. Tocó la puerta y una
voz le permitió el paso. Por favor tome asiento. Un poco desconcertado el
cliente se encontró en un cubículo cerrado con un vidrio opaco al frente que
impedía ver del otro lado. Con un tono amable la voz le explicó que era
conveniente mantener la atención en la queja que lo traía para reclamar, y que
iniciarían con algunas preguntas de rutina.
El cliente fijó la vista en el vidrio que reflejó su propia imagen. Al comenzar notó lo incómodo de su
cinturón, y se preparó para exigir la atención a sus quejas. La voz del otro
lado del vidrio le preguntó si sería conveniente dejar lo que hacía para
empezar actividades diferentes. El cliente se puso a la defensiva y contestó: -
¡Que fácil es hacer preguntas! Vine aquí precisamente porque no es sencillo
renunciar o hacer cambios. Tengo cuentas que pagar, compromisos con muchas personas que esperan
que cumpla con una imagen que he construido con mucho esfuerzo. Debo de ser
fuerte, cualquier titubeo me haría parecer débil. Qué pensarán de mi si
defraudo las expectativas que tienen. Para algunos soy hasta un ejemplo, para
otros represento la protección de sus intereses, es imposible descansar.
Muchos dependen de mí. es verdad que me
desagrada lo que hago, pero en cualquier parte hay inconvenientes. Allí donde
estoy al menos me queda cerca y puedo después distraerme. Cumplo con un horario
y luego me desentiendo de todo. Total, que tengo muchas ventajas y por eso me
tengo que aguantar…
-Además, la vida no es fácil. las personas en todos lados son desesperantes.
Las cosas han cambiado mucho. Eso del respeto, la educación, las buenas
costumbres muchos no lo conocen ni quieren aprenderlo. por eso vine a su tienda a comprar el famoso
cinturón, pero ni con eso ahora estoy tranquilo. - De acuerdo contestó la voz
del otro lado del vidrio opaco. Lo que vamos a hacer para ajustar su cinturón
es esto: A cada situación que ha señalado le corresponde una etiqueta; ego1,
ego2, ego3, ego4, ego5, …En conjunto representa al gran ego que es la imagen
que ha construido con tanto esfuerzo de acuerdo con sus propias palabras. Desconozco
cuánta carga se ha puesto…
Bueno, para no
hacerte el cuento largo, como decimos, el ego pone las cargas con el peso que
tú le consultas. También te puede mostrar alguna salida, pero te deja solo para
que elijas. depende de ti quitar las
apariencias de encierro y experimentar que hay por todos lados malestar. ¡Puede que
hasta se burle de que creas que con mayor peso puedes salir a flote! Si lo
pones como defensa sólo tú sabes a qué o de quienes tienes miedo. Lo que sí te
aseguro es que consume energía. Entre más confuso sea el lugar que le asignas
más poder le das para someter con absurdos tú vida. -Bueno ya. No creas que con cuentos voy a
desaparecer lo que me molesta. La imagen mía es muy real. Ser padre o madre,
amigo, hijo, trabajador, etc. me exige
asumir un papel, tú ni te imaginas qué es lo que yo debo de hacer. Mejor vamos a caminar.
Los dos amigos
después de divagar un rato se detuvieron en seco. Aparentemente sin querer habían llegado frente a
un cartel enorme que decía: “QUEJAS= EGO. Aquí tenemos la solución. Puede
entrar sólo o acompañado. Usted elige. contamos con el plan perfecto para salvarle la vida.” Por supuesto la puerta de entrada parecía una
ventana opaca, tenía un montón de cadenas, candados, cerrojos, llaves, y trabas. pero
se podía apreciar que estaba abierta, se mecía para dejar ver que del piso en forma de círculo, salían muchos corredores hacia varios lugares, con un común letrero: ¡Bienvenido!
Asombrados voltearon a mirarse. vino a su mente el cuento, la oferta de cinturones pesados para mantenerse a flote, y los consejos de su ego para seguir de largo o echar un vistazo.
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