REALIDADES

 Al entrar a la casa, se podía ver la luz que iluminaba la ventana cerca de la cuál ella pasaba la mayor parte del tiempo. Era el único lugar de su habitación en dónde podía sentir aunque sea a través del vidrio el calor del sol. Su fuerza física había menguado para poder ir con facilidad a otras partes. Por eso a veces la nostalgia confundía su mente y ya no distinguía si su vida había transcurrido entre sueños. Se sentía con vida, pero a veces muy a su pesar decía que era aburrido contemplar el paso del tiempo con dolor y cansancio. Había acordado con su amiga tener siempre en mente las buenas cosas que la vida le concedía desde su juventud para que, en los días de soledad y retiro, la fuerza del ayer con el presente le permitiera entender el cómo su vida había transcurrido, para qué había que continuar y al final reunir todo con  la certeza de un plan perfecto. 

Su amiga se acercó para saludarla con un cálido abrazo. Deseaba también entender y poder ayudarla. En un reconocimiento mutuo esperaban indagar los secretos para quitar el temor que produce la incertidumbre. Empezaron con la intención de sobrepasar en primer lugar eso; el miedo que se enmascara de mil formas para confundir y aprisionar la verdad personal que hace disfrutar con alegría el reencuentro consigo mismo. luego, con mayor empatía con todas las personas cuya visión generalmente difiere de la propia, y no obstante, requiere  el encontrar puntos de acuerdo. El ejercicio que llevarían a cabo cada día lo habían preparado ya desde hacía mucho tiempo, porque la existencia con limitaciones físicas implicaba un enorme esfuerzo. Así que algo habría que aprender, o hacer, o entender para que valiera la pena. Ambas pensaban que cada persona tiene una concepción de lo que le confiere el impulso de vida, la sostiene, y que va más allá de la comprensión de la mente racional. Coincidían en que hay “algo” que hace a cada uno el sentirse parte del universo mismo. Sobre todo, cuando se carece de la compañía de otras personas, y se viven momentos de soledad. Inclusive si a veces hay la sensación de vacío o la seguridad de pertenencia producto de la mente en un cuerpo joven.

Ella se alegró mucho al ver a su amiga, le dio los buenos días con entusiasmo, y le dijo:  Hoy amanecí con el ánimo alegre. Espero que tengas la paciencia para escuchar. Ayer quedamos en volver a invocar la energía de vida que puede revelar infinitas veces lo que es inmortal. Tú sabes cuánto amo a la naturaleza. cada paisaje ha sido para mí  un espacio de cierre de ciclos, y reconstrucción. Recordé como el agua es poderosa, suave y grandiosa. cuando visité cascadas, pude ponerme debajo de la caída del agua, para sentir su frescura, escuchar el estruendo del choque sobre las rocas, y el estallido que la convierte en una brisa de arcoíris que mueve con el aire a todo lo que alcanza. Realmente la sensación regresa a un presente que necesito agradecer para que me ayude encontrar respuestas. ¿Qué te parece?

¡Fantástico! te propongo ahora mismo imaginar lo que en mi entorno es usual en la temporada de lluvias. La calma que precede a un vendaval tan fuerte que hace silbar el aire entre las rendijas de ventanas y puertas. La obscuridad que se rompe con un latigazo de luz y el sonido atronador de los rayos que descargan la electricidad entre los árboles y las hierbas. La tierra entera conmovida con esa visión es impresionante. Sabes que hay gente a la que le produce un terror de pánico saber que se avecina una tormenta. Han visto fulminados a animales, plantas y personas. Así que les produce una sensación inquietante. Aprenden a rezar como su mejor refugio, y descansan agradecidos cuando termina todo ese concierto de poderío que los hace sentir pequeños e indefensos.

Con el rostro apacible ella retomó la palabra: Con tú relato es claro un contraste que he vivido. Me has hecho pensar en los inframundos que se entre mezclan, las combinaciones tan terribles o maravillosas como cada uno las construye. Tengo por lo tanto siempre presente la experiencia que me sucedió hace mucho tiempo. Se que existe un lugar de absoluta tranquilidad, la sensación que por unos instantes experimenté quiero traerla de nuevo, voy a intentar que se quede conmigo. Estoy segura de que es un mundo dentro de este mundo. Lo tuve a mi alcance unos momentos y por eso se que es posible. Se puede vivir entre realidades opuestas. Me consta. Lo que desconozco de ese transe es lo que me agota en buscar y rebuscar; qué hace falta para por fin capturar en qué lugar de mi existencia puedo eliminar el tiempo y volverlo eterno. Revisemos otra vez las rutinas aprendidas de la mente y las mentiras que se inventa por comodidad. Por cierto, últimamente me hace dormir y borra con letargo el esfuerzo de pensar. Por eso agradezco que tú estés alerta.

 Su amiga conmovida le aseguró que contaba con ella, y le advirtió que había encontrado otra perspectiva interesante. Una idea con la que podría invocar a sus seres más queridos, restablecer lazos entrañables. Con voz pausada comenzó: Encontré que la energía que se ha usado en las relaciones interpersonales también puede ser parte de las respuestas que buscamos. Tienes que reconocer por lo tanto cuántas veces impediste estar cerca de la gente, y permanecer fuera de entornos ajenos. Ella asintió. Sí, era normal para mí hacer eso precisamente porque en el estado perfecto que conocí todos transitaban en paz, ninguno se detenía para contar cosas desagradables. Sin embargo, una frase que dijiste cuando nos conocimos, me ha hecho recapacitar. Recordé las veces que un - No. Gracias- en un tono de desprecio hacia algo o especialmente hacia alguien, rompió sin querer una posibilidad de conocer otras realidades.

Tomar en cuenta al otro implica tratarlo como te gustaría ser tratado. Una conducta que por lo menos a mí se me inculcó como una regla de oro. Pero es tan placentero estar en silencio, que elegí sin culpa, abstenerme de oír, de ver, de sentir, lo que perturba la quietud de la vida que de otro modo se vuelve un inframundo que aborrezco.  Será que lo único que en ese entonces tenía para compartir y tratar a la gente era el egoísmo, y eso pone como una represa que estanca el fluir del agua de la que tanto hemos hablado.Con un gesto de cariño la amiga la abrazó.  Le dijo que  le iba a confiar un episodio que le relató una persona que ambas conocían, y comenzó: Sucedió cuando ésta persona era muy joven; una vez un chico muy atento y bien parecido le  llevó hasta su pupitre escolar un panquesito. Se lo ofreció con las manos abiertas, era muestra de cuidado, de interés para que fueran amigos. Sin cortesía ella no lo tomó. El muchacho se inclinó con el regalo, lo puso en el compartimento para los libros del pupitre y se fue. para ella aquel gesto no fue causa de remordimiento, se puso de pie y salió del salón.  Jamás él intentó hablar de nuevo. Muchos años después, siglos, podría decirse, no se había borrado de su mente cada detalle. Con añoranza concluyó: Nuestra edad, los rasgos del compañero de escuela, sus ojos verdes, una silueta desairada que se alejó con firmeza. Nunca lo volví a ver.

La insensibilidad hacia ese otro en su caso, me hizo elaborar una pregunta: ¿Es que algo sin importancia puede permanecer tan vivo en el recuerdo? No. Seguramente hay ahí un gran desaire a la vida. Que si fue sin conciencia, que si es normal para un carácter en formación, que si no distraerse de las metas justifica un trato indiferente para una persona o las personas en general, lo tenemos que agregar en nuestras preguntas y respuestas. Las dos amigas se quedaron pensativas, habría que revisar esos enlaces y desencuentros, entender en el pasado y en el presente la infinidad de realidades que existen. Lo importante era comprender, aprovechar en las oportunidades que de ahora en adelante tuvieran. Como el anhelo que una deseaba para permanecer en la realidad propia y serena pero que interactúa con otras realidades que posiblemente se complementan.

 

 

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