BIENVENIDA AMAYA ANA

 Querida niña: Quiero que sepas que fue una aventura emprender el viaje al que tus padres me invitaron para ayudar un poco en tu llegada. Fueron momentos muy gratos de espera con tu hermanita que también estaba muy emocionada. ¡En el gran día de tu nacimiento, la imagen que compartió tu papá me llenó de alegría y gratitud al verte tan hermosa! Supe del nombre elegido para llamarte y empecé a imaginar las cosas que se revelan con la presencia de un ser que viene con tanta luz y al que se recibe con todos los cuidados necesarios a una criatura por el momento, indefensa, pero en camino para despertar y llegar a sorprender con su capacidad del ser divino que se guarda en una forma llena de ternura e inocencia. Amaya Ana es el nombre que eligieron tus padres para llamarte.  Me enteré de que es un nombre en el cual contiene grandes significados. Por un momento me desconcertó, pero con el paso del tiempo veo que con la perfección de todo lo que existe revela misterios y milagros para ti y para los que te rodean.

Integra revelaciones reiteradamente entendidas como sagradas. Principio y fin de muchos procesos de iluminación y gracia. De protección y poder sustentado en lo infinito, en lo eterno de los seres luminosos.

Es un encanto ver tu desarrollo cobijada con todo el amor. Debo admitir especialmente apreciado como abuela paterna, aunado al orgullo de que tu padre comparta cada instante de su propia alegría por tenerte a su cuidado. Ya verás tú misma el linaje del cual procedes y que reúne a muchas familias de rasgos y temperamentos que se han mezclado para tu provecho.  De acuerdo con tradiciones milenarias y realidades aumentadas en un sentido importante de interés desde siglos atrás y tiempo presente.  Tienes Amaya Ana; Chispas del Aleph y del Omega; Del Grandioso Yo soy que supera en su creación muchos mundos dominados. El halo de gracia que te envuelve se nota en cada uno de tus movimientos y formas que se enriquece por los ojos que te miran con cariño y bendiciones.  Me conmueve profundamente que en tu mirada se refleje la ternura de mi madre; tu inocencia agraciada junto con la fuerza de tus movimientos cada vez más inquietos por explorar todo lo que está a tu alcance; los destellos de ilusión y de esperanza para tu mamá y tu papá con los que cada uno evoca lo querido y te procura una vigilia atenta para tu felicidad.

Te quiero mucho, mucho. Bienvenida a tú familia y a la familia extendida que es bendita con tu llegada.

Podría seguir con los pensamientos que vuelan para admirar desde diversos lugares a la vida que se las ingenia para prevalecer y mostrar lo grandioso de una existencia. De verdad es una maravilla contemplar tu lugar presente, en un país poderoso; tu lugar cuando quieras en otro país que se funda en la magia y poder con una cosmovisión de humildad grandiosa llena de sabiduría y conocimiento; de otros territorios que igual te dan luces que destierran a la oscuridad en sus fundamentos; tú lugar total que también te pertenece; todos están alegres y se llenan con tu presencia preciosa Amaya Ana.

¡Gratitud para todos, para bien y mejor!

JA, S, IhS, Am An.

 

 

ENVIDIA

 Te digo que no es envidia; es que da coraje que alguien que no ha hecho un esfuerzo por tener algo, le sea tan fácil estar feliz; disfrutar de lo que sea sin que le importe cómo se ganan realmente las cosas… Pues ya que me confías tu frustración; voy a darte otra versión del asunto; he conocido muchas personas a quienes lo que les molesta es la felicidad que irradian los que disfrutan de la vida. No es tanto lo que tienen, ni las cosas, ni la situación; para justificar su enojo dicen que la gente se conforma con muy poco. Pero el caso es que les choca ver como a otros igual les da estar en un lugar lujoso, en una ranchería, en un hotel calificado con muchas estrellas o en uno modesto, pero que comparten con un grupo de amigos, tienen buenos ratos que pasan platicando, comiendo, bailando, riendo de todo y de nada. Después de haber visto y te diré sinceramente que también de haberlo sentido, a todo esto, se le llama envidia. El que te moleste mucho que otros tengan beneficios de los cuales tú consideras que no son merecedores, es ni más ni menos; envidia.

Lo que sucede es que cada uno mide su enojo desde la perspectiva de lo que se niega a aceptar y agradecer en su momento, si te fijas, se han inventado muchos pretextos para rechazar lo que ha estado al alcance, y se deja de lado por comparar, meterse en la vida de otros, querer imponer puntos de vista, entre otra serie de intromisiones para corregir a los demás, en lugar de empezar por revisar el propio entorno. El por qué se hacen tales cosas es cuestión de cada uno. Tal vez empieza desde la infancia con una variedad de sentimientos mal encausados de posesión; de premios o castigos, inculcados cuando no se quiere prestar una pelota o le quieres quitar un juguete al compañerito que se entretiene con alguien. Si por fin obtienes lo que crees que te pertenece, resulta que si el otro sigue jugando; se sigue riendo, y no le importa la tal pelota, ni determinado juguete, tu enojo sube de tono, hasta que posiblemente durante la adolescencia, o mucho más tarde en otra etapa de tu vida, puedes ver que no es la pelota o el juguete, sino la risa, la compañía que se  tiene, la atención que se logra, y que tú no has conseguido, es lo que te lastima.

En este sentido ya no es la envidia solamente, se van sumando sentimientos de vacío que tú tienes y posiblemente no supiste ni has sabido cómo llenar. Es un tema muy complejo que se inicia para cada persona de diversas maneras, y perdura como un lastre, una tara como la que jalan los vagones de los trenes, que para transportar mercancías útiles de todo tipo, necesitan de contenedores que suman un peso para el transporte. Para las personas, las taras a las que me refiero, son malformaciones por creencias infundadas; son pesos de sufrimiento, que carecen de un contenido valioso para apreciar lo que muchas veces está al alcance y se desprecia.  Prueba para ver qué tanto te ofuscas cuando ves a otros enfrentar los días, aun en las peores condiciones, con entusiasmo. Aunque superficialmente se los califique de inconscientes, hay grandes diferencias.

Los que han aprendido de su experiencia para tomar de la vida lo mejor que en un momento les ofrece saben que quedarte en la envidia te carcome sin sentido. Si insistes en poner tus anhelos con un comparativo de lo que otros tienen, o hacen, o quieren, tu vida no es tú vida sino la imitación dolorosa de propósitos que no son tuyos, que no te corresponden. El merecimiento de los otros que te incomoda resulta que para colmo; ¡tampoco es un asunto tuyo!  te amarga la existencia y es un desperdicio de tiempo, eso es seguro. Inclusive, entre mayor es tu afán de juzgar si merecen o no tal o cual cosa, mayor es el enojo que te consume la energía de vida que es lo que verdaderamente te corresponde; que desperdicias aferrado al juicio y a creerte dispensador de premios o castigos, que al final se vuelven a ti con la intensidad que has puesto, especialmente para merecer lo indeseable en tu propia vida.

Lo interesante es que a pesar de los tropiezos que te fabricas, (léase, que te mereces) se vale repetir las lecciones; Te lo digo con conocimiento de causa; ¡se repiten! Además, en muchas ocasiones, hay que dar gracias si las consecuencias son fáciles de superar. De otra manera se complican y se multiplican en perjuicios mayores para hacerte ver que es muy cara la necedad; que no tiene caso convertirte en juez, fiscal, y condenado al mismo tiempo, puesto que  como se sabe desde hace mucho, la jaula en la que te metes tiene puerta, tiene llave y te tiene a ti para accionar el conjunto, encerrarte o dejarte libre, cuando tú quieras y elijas. Entre este laberinto la envidia igual que otros sentimientos que limitan, son aliados si los reconoces como factores para el cambio. Cuando se atenúan dan paso a diferentes beneficios que por cierto tienen la misma capacidad de multiplicarse, al reconocer lo que le hace contrapeso. Si me dices que no es envidia lo que sientes, entonces pon un nombre que reconozcas para estar alerta. Las consecuencias sólo tú las mides.

Escuché hace poco una frase fulminante, que despierta los recuerdos de todo esto que hemos platicado: “La memoria es una convicción emocional” por lo tanto en una misma situación cada uno recuerda selectivamente lo que le ha tocado. ¿Envidia?; ¿Enojo?; ¿Venganza?; ¿Desquite?; ¿Anulación de tú persona por darles fuerza o mantener tales sentimientos?; yo sé que un mismo padre y una misma madre, evocan para cada hijo diferentes sentimientos. Los hermanos difieren en sus recuerdos y olvidan detalles que otros tienen muy presentes. Cuando se cuentan historias seguramente alguien interviene para declarar, “que así no fue”. También sé que los otros que tanto te molestan seguirán con sus sonrisas; puede que hasta sin juguetes se diviertan, con o sin compañía no dejarán pasar un momento agradable, y hasta agradecen el estar vivos nada más. Pero tu versión es la que cuenta. Se te ha concedido un don enorme. Tú decides. Aquí estoy para escuchar.

 

 

RESIGNIFICAR

 Quiero decirte que es muy fácil criticar a alguien, pero no es así de fácil entender lo sucedido. Es verdad que tenía la oportunidad de escapar, salí con un montón de ropa y lo puse en la cajuela de mi coche, había tiempo antes de ingresar al trabajo o ya no recuerdo si era un día festivo, así que podía olvidarme de las horas para ir a alguna parte, pero no supe a donde dirigirme… No había una decisión previa, realmente fue un impulso, una necesidad de alejarme; ahora entiendo mejor que era como un deseo de desaparecer una realidad, y quitarme de una situación de infelicidad que yo misma había permitido sin darme cuenta. Entiendo tu cara de asombro; aquella mañana también el reflejo de mi imagen en el espejo mostró un gesto de incredulidad. El enojo y mil preguntas me apuraron a reaccionar ese día. Cómo era posible que la costumbre, y lo que se espera de alguien de acuerdo con la repetición de ciclos sociales tenga tanta fuerza! y que uno no se de cuenta que es su vida la que compromete?!

Mucho más tarde recordé la serie de rituales que se hacen para conformar esquemas de patrones que se repiten en complacer comportamientos aceptables en sociedad. Me asombró la insensibilidad con que se ejecutan acciones con solamente la inercia de los usos y las costumbres, que de alguna manera funcionan como compensación de agradecimiento, respeto, honra, y acuerdos implantados hacia los padres, la familia, los conocidos, que esperan cumplir cada uno con diferentes necesidades hacia sí mismo y hacia la comunidad en que se vive. Lo más simple es participar, pero es muy complicado después conformar una explicación ante el actuar sin pensar los alcances de lo que se hace.

En aquel día manejé con la guía del inconsciente automatizado de acuerdo con sus rutinas hacia un lugar cercano a lo conocido. Al estacionar el auto empecé a ver que a nadie le importa lo que hay en la calle ni la gente que camina en todas direcciones. Cada cuál sigue su rumbo y no le interesa lo demás. Actualmente me sigue asombrando la fuerza de arrastre que tiene algo de lo que no estás consciente. Entiendo la gran diferencia que es tomar una decisión; el destino puede ser totalmente alejado de las rutas conocidas, seguras que te atan. Decidir por encima de la incertidumbre es un gran logro. La contraparte es una reacción; posiblemente se convierte en un caminar instintivo que te vuelve al mismo lugar, como les sucede a los que se pierden en una montaña tratando de salvarse; no consiguen más que caminar en círculos, desgastan su energía y los pone en el mismo punto de partida sin solución. 

Todas las reflexiones que te comento no fueron parte de aquella carrera; en esa ocasión, por fin me tranquilicé un poco y bajé del coche para reconocer el pueblo a donde sin pensarlo me encontraba. Me di cuenta de que era un destino que yo no había creado, salió de la nada infértil, que consume tu energía, te agota para confundirte nuevamente, con la sensación de que tal vez los caminos más transitados que siguen las rutinas establecidas mantienen las cosas en su lugar sin más problema. Qué caso había en corregir o buscar algo fuera, si ya tienes lo normal en los modelos colectivos dirigidos; conformes; consecuentes; domesticados; que se obedecen por años y generan infelicidad, pero van de acuerdo con el marco aprobado de la mayoría. Me asombra ahora cómo es que pasó lo increíble;  imaginé mi regreso, hasta la misma puerta que permaneció abierta, y supe que nadie había notado mi ausencia.  

Con esos pensamientos, contemplé indiferente la típica iglesia que tienen todos los pueblos chicos y grandes, vi un mercado muy concurrido, perros deambulando que entristecen el paisaje aunado a voces ruidosas las cuales no me interesaban, señal de que era un mundo extraño en donde tantas veces se aborrece lo indeseable, rostros que aparecen divagando con las miradas extraviadas propias de los autómatas. Mi ánimo estaba abatido, me sentía desorientada y en lugar de empezar a planear mi huida, me tranquilicé sentada en el atrio de la iglesia viendo a los feligreses entrar y entonar los cantos de sus rituales religiosos; el tiempo transcurrió y no estuve atenta a que una de las tretas que usa la ignorancia para frenar lo que uno busca es distraer con lo conocido, lo seguro, lo corriente de un entorno inanimado.

Nuevamente fui presa de la inconsciencia que con sutileza hizo que olvidara las imágenes poderosas que me habían enseñado en mi infancia para superar desafíos; no temer a la incertidumbre; mostrar las agallas para levantar el vuelo, y no obstante tener recursos de dinero, conocimientos,  y habilidades,  ni siquiera se me ocurrió ver mi situación como un reto para buscar realmente un escape con múltiples opciones, así como las historia que dejan en tus manos elegir el final que más te guste o te convenga de acuerdo con tu propia valentía, descartando las imposiciones detestables y obligaciones forzadas. Sin embargo, al no tener claro lo que buscaba se desvaneció por completo una salida.

En otro momento ya fuera de ese episodio, entendí que la valentía para realizar un cambio drástico requiere un deseo verdadero, consciente, complicado de enfocar dentro de las costumbres y creencias arraigadas. Una vez preguntó alguien que si tu actuación sería la misma si tus padres fueran otros, si tu familia fuera otra, dando a entender que “sin darte cuenta”, te influyen las maneras de pensar ajenas; te conforman los comportamientos que justifican socialmente una moral cambiante cada tiempo según la conveniencia que manipula eventualmente las normas y reglas con desorden; la información que recibes contiene el miedo acumulado de muchas mentes y enmascara difuso el temor para limitar la evolución de los individuos que responden sin el esfuerzo de pensar para construir mejores alternativas a su libertad y convivencia en equilibrio.

Me di cuenta de que la valentía implica además del conocimiento, habilidades y destrezas, la actitud, para hacer creíble y patente un comportamiento coherente que ponga de manifiesto tu capacidad de realización en un espacio propio. Pero tal vez es necesario pasar como escalones en un camino ascendente más allá de los impulsos reactivos a la sola supervivencia, aunque parezca desconcertante. Aprendí que, sin conciencia, la evasión de una circunstancia para encontrar alternativas trae muchas cuestiones a destiempo que no funcionan. En cambio, la actitud con valentía te permite intentar de nuevo, sin utilizar los “hubiera” pasados e inútiles, con la aceptación y reconocimiento de la inmadurez como una etapa inevitable de experimentar para apreciar y resignificar lo que has vivido.

Como te he dicho es muy fácil lanzar una crítica, peor aún si dejas que te lastime o cedes a tus propios remordimientos. Después de todo con otra perspectiva, al paso del tiempo empiezas a reconocer lo que te guía en secreto, lo que siempre ha acertado para tomar una decisión, lo que insiste en que lo atiendas y por fin te permites escuchar. Es una ayuda que se presenta en solitario para resignificar lo que te has provocado, lo que has dejado pasar inadvertido. El episodio de escapada fue terrible, regresar a la misma situación como inanimada fue un reproche constante, de ira contenida, de enojo que califiqué de cobardía. Es verdad que el crítico más duro a veces es uno mismo y eso te incapacita.

Por lo tanto, una palabra detestable es resignarte. Son muy fuertes las ataduras de las costumbres y los prejuicios hasta para lo desconocido, pero cuando has tenido que regresar a lo que evitabas, la etiqueta de cobarde te incomoda más que el atreverte. Tomar el riesgo ahora calculado por el aprendizaje que has conseguido surge con nuevos significados. Ahora ya no te permites ser obligado; si es necesario ofrecer una disculpa, sólo a ti mismo en un sentido de amor propio es resignificar la verdad que has adquirido para confrontar a las palabras, a quien las dice, y en qué situación te encuentras. En un nivel más profundo el impacto de haber sido cobarde se sustituye al dar un nuevo significado a lo sucedido. Por fin aceptas que has crecido a pesar de todo y que al final es para bien que puedas transformar como un renacimiento cualquier condición adversa hasta dominar uno a uno tus miedos, la supuesta cobardía, o los reproches que te descalifican. Resignificar es reconstruir y siempre vale la pena.