De acuerdo, hacer cumbre debe ser un acto glorioso, ¿pero sabes? voy a decirte que se siente en cada momento al ver la meta, a unos metros, tan al alcance. Es algo semejante a entrar en una dimensión que se ignora hasta que alguien o algo te impulsa para ver otras posibilidades de conocer. Es un ascenso que inicia en diferentes montañas, de altura insospechada, en apariencia simple, porque te atrapa su belleza blanca apacible y radiante. Pero algunas son volcanes nevados que reflejan la luz del sol cuyos destellos aparecen intermitentes o se muestran con fuego contenido y fumarolas tan poderosas que te advierten que pueden estallar en cualquier momento. Son tierra sagrada en donde hay grietas, glaciares, avalanchas y precipicios, que, aunque la mayoría son conocidos o previsibles, confrontan para el que se atreve retos fabulosos. Mi gratitud siempre ha estado con los exploradores que abrieron caminos y luego comparten ese privilegio para guiar a otros en un descubrimiento personal en un ambiente sublime.
La visión de una montaña es como si te hubieran presentado a un ser magnífico que está en el horizonte hacia cualquier parte que mires. Te despierta un anhelo de ascender que queda sellado para siempre. Invocan recuerdos de la nieve, el viento, el frío que se impregna en la piel sin importar que lleves puesta una chamarra. Son caminatas entre árboles, arroyos y abismos que intimidan, pero te fortalecen. Ahí puedes escuchar sonidos tan suaves como el ulular de los búhos en una noche de luna llena que se vuelve mágica con la serenidad de sus cantos y el correr de arroyos helados que brillan hasta llegar a una represa donde hay agua que viene desde el cielo y la puedes tomar para refrescarte, aunque parezca contradictorio en un ambiente gélido de grados por debajo del cero.
Es un mundo de maravillas que surgen inesperadas para comprobar que existe algo más allá del instinto de supervivencia al aceptar sin chistar un retorno inesperado por señales que percibe la intuición del que ha comulgado verdaderamente con la naturaleza divina; con los seres que forman cada pico, cada muralla y sendero que guardan secretos sólo revelados a los valientes que pueden retroceder para esperar una nueva oportunidad de hacer cumbre con la paciencia que exige prepararse de nuevo. Por lo tanto, se forja una disciplina para ser constante en mantener una ilusión alegre, y algún día retomar el camino inconcluso pero abierto sin el acecho de peligros advertidos con bondad y sabiduría, despejados en la nueva oportunidad que llegará seguro si el deseo es grande, de conquista, pero a la vez es humilde.
Es inolvidable la experiencia por haber estado en un refugio con literas para dormir, formadas con tablones de madera, pero con el insomnio en la noche, la salida en la madrugada helada, para sufrir el famoso mal de montaña. Esto es que en los grupos que se forman, a veces, alguien siente que de pronto su energía se acaba, presenta mareos y desgano. ¡Ni un paso más y acabando de iniciar no el ascenso, sino sólo el caminito en las faldas a ras de suelo! En casos graves se expone al cuerpo a reacciones severas para ajustarse a las condiciones extremas a las que no está acostumbrado. Entonces los llamados de emergencia o las hazañas de los más capacitados para ayudar y bajar con pesos dobles hasta un lugar seguro para estabilizar signos vitales son admirables. Normalmente atacar un ascenso se realiza en grupo e idealmente se forma un equipo que solidario responde ante los imprevistos. Así que los que quieren y pueden continúan. Pero se comprenden situaciones que dejan aprendizajes valiosos en muchos aspectos tanto en las alturas como en las camillas de rescate.
Sí es verdad que hacer cumbre es un triunfo. Contemplar desde lo alto los valles, llena el corazón y el espíritu de poderío. Pero también te muestra que existen otras montañas increíblemente más altas que con su perfil dibujado en la lejanía te dicen que si cambias tu perspectiva ya te darás cuenta de que tan cerca y tan lejos puedes verlas, o sentirlas y al final tocarlas si te atreves. Ciertamente es un llamado que implica una serie de atributos físicos, de carácter, equipamiento especializado y de preparación que no cualquiera realiza. Pero lo más increíble es que con un sólo paso que emprendes en el primer sendero, quedas invitado a caminar, a escalar, y se abre la mente en múltiples puntos de vista inspirados en las cordilleras en donde se destacan las cumbres más elevadas. Nuevamente agradezco a quienes a pesar de haber vivido carencias se dejan deslumbrar por las montañas, volcanes y picos inaccesibles en su condición pero que, al contemplar tanta grandeza, tienen el poder de levantar la mirada y elevar su alma.
Es una experiencia y visión que perdura toda la vida. Son espacios de oración, en un encuentro cobijado por los elementos de la tierra que permite pasos firmes o te advierte con agua nevada o convertida en hielo que estés atento; con el aire en una brisa o en la ventisca inclemente que te obliga a enfocar la mirada para detenerte y retomar un rumbo; Con el fuego interno de tú anhelo contenido por un sol que resplandece o se cubre con nubes engañosas pero nobles que pasan ligeras o se quedan para propiciar una obscuridad que al final es luminosa y se aprecia desde arriba o abajo si se aprende el lenguaje adecuado.
Es usual que la poesía aparezca al describir a las cumbres y los intentos de alcanzarlas al igual que sus conquistas. Debe haber por lo tanto la hermandad en los que buscan sensaciones más allá de sus sentidos. Las Cumbres son como los padres y madres que enseñan a sus hijos, y trascienden el entendimiento de las muchas verdades que alientan a cada individuo. Te lo cuento de esta manera porque tengo entrelazados los recuerdos, las realidades, las imágenes presentes del” Izta” ,Iztaccíhuatl, el “Popo”, Popocatépetl, El Citlaltépetl, pico de la estrella o Pico de Orizaba, el “Nevado de Toluca” Xinantecátl, y tantos nombres y figuras que se encuentran como un cofre, un castillo, un arenal, un piso de pura piedra, un techo formado de estrellas, cantos y risas, camionetas desvencijadas, pero incansables para llevar a los que osan intentar lo que a su parecer es sencillo, un montón de nieve como silla, un té caliente de limón y una barra de chocolate para compartir con los cuervos que acompañan al caminante con sus graznidos escandalosos y sonoros que gritan ya en lo alto, hay que seguir, ¡Adelante!
Por enésima vez, ¡GRACIAS! a las cumbres imponentes en toda la faz de la tierra a las que he tenido el honor de ver, aunque sea de lejos como Los Himalayas; las que he cruzado, no a pie, pero jubilosa en un vehículo que se ladea en cada rodada en los Andes; Los Alpes dentro de sus glaciares; El Cervino y el Mont Blanc entre tantos paisajes majestuosos. Termino este breve recuento, para que tú lector, enumeres la infinidad de cumbres faltantes que llevas en tu experiencia. Seguro te han inspirado, seguro las tienes grabadas en tu mente y en el corazón. Al ritmo de himnos y cantos, con sonido de risas o llanto, como una aspiración, ilusión, realidad o aprendizaje. Algo hay seguramente para que la próxima vez que levantes la mirada estés seguro de que hay cumbres que, si te ha tocado verlas, tienen un mensaje puro para reunificarte, y estar más cerca de un gran plan de unión con el todo grandioso.
Esta narración va dedicada con todo amor para mis hijos; JA, A, G, y a sus abuelos; especialmente al abuelo J, cuya afición era el alpinismo, y al nieto que en algún momento disfrutó una experiencia con ese llamado que posiblemente se hereda por arte de la magia verdadera.
GRACIAS por compartir ,UN FUERTE ABRAZO AL TIO Jesús que hizo posible vivir un poco de ésta historia
ResponderBorrarEs hermoso que él haya dejado ése recuerdo en tu vida.
ResponderBorrar¡Muchas gracias!
Que bellos recuerdos y experiencias narrados Ceci
ResponderBorrarDejando muy lindos recuerdos a sus hijos y sobrinos y nieta, ahora uno de sus nietos disfrutando de maravillosos asensos y experiencias al igual que su abuelo
¡Gracias por escribir!
ResponderBorrar