Cuando escuché este relato, mi mente se detuvo. Hacía
mucho tiempo en que los pensamientos eran un torrente interminable de
inquietud. Podía entender el desvarío que azota a muchas personas cuando el
desorden impera y somete al pensamiento. Por eso la visión de las imágenes que
acompañaban a la historia que aquella mujer contaba, llegaron para hacer un
alto e imaginar sus emociones; comprender su esfuerzo y abatimiento en una
serie de circunstancias, donde era claro que había que avanzar o terminaría no
sólo ella sino mucha gente sin la posibilidad de encontrar una salida. El día
podría aparentar ser otro día cualquiera, dijo, pero realmente había
transcurrido como el principio de una tarea penosa y al mismo tiempo
liberadora. Compré la bolsa negra gruesa y grande, llevé la maza para romper el
cemento, guantes, mascarilla, y sobre todo el temple para presenciar una
excavación que se había pospuesto por varios años. Hubiera querido que nadie me
acompañara, pero era necesaria la presencia de otros testigos para reconocer
algunos rasgos.
El trayecto en medio del ajetreo de una gran ciudad
fue pesado, era un tumulto de gente, vehículos, y peatones en un estridente ir
y venir. Por fin, cuando llegamos al lugar, ya no había ruidos; cruzar la
puerta era como penetrar en otro mundo muy diferente, en automático se acallan
las voces, se oyen murmullos lejanos; la atención se centra en recorrer las
veredas marcadas en la tierra seca llena de escombros y yerbas marchitas hasta
encontrar entre tantas pisadas el único surco que lleva a un lugar particular
en dónde se levanta un polvillo que vuela en todas direcciones, pero vuelve a
posarse para señalar un lugar preciso. Los encargados iniciaron la tarea
de remover los pedazos de piedras y los trozos resquebrajados de una cubierta, en
un momento, la tierra en silencio hizo un espacio para permitir la aparición de
unos girones de ropa. Todo estaba en calma, la respiración de los presentes se
detuvo un instante, las miradas quedaron fijas y los movimientos afirmativos de
los rostros de los que presenciaban la excavación dieron paso a guardar con
cuidado cada hallazgo.
No hubo palabras, las miradas se ocultaron y los
pensamientos volaron igual que el polvo hacia muchos recuerdos, hacia un tiempo
que no existe, al asombro de las sensaciones que fueron terribles y se
transforman de diferentes maneras entre la nostalgia, el dolor emocional, y la
apacibilidad en la presencia de vacíos que se van llenando con vida, Inexplicable
y definitivamente para bien. La mujer estaba tan absorta en su relato que
capturó sin querer en un solo pensamiento, los recuerdos y sensaciones
de su audiencia en cuya imaginación se recreaban sus propias añoranzas. Retomó
la palabra con un profundo suspiro y lentamente explicó: Solamente en una
pausa previa se cuestionó si hubiera que buscar otra parte. La pregunta era tan
sorpresiva, tan usual en esas circunstancias, pero tan ajena que se quedó
grabada junto con la respuesta: “Sí estaba completo”; siguieron removiendo la
tierra hasta que apareció en la mano del que buscaba el faltante. Se cerró la búsqueda,
pero dejó impresa una imagen imborrable como un recordatorio de las
profundidades a las que está expuesta el alma mientras habita en su templo humano.
La mujer hizo una pausa y observó a los que escuchaban.
Reconoció a las miradas que como se dice en ciertos momentos, veían sin ver, porque
posiblemente estaban recreando en su interior algo que les hubiera marcado en un
discurso que involucra la idea de un alma, hasta la descripción detallada de situaciones
en cuyo contenido se revelan aprendizajes valiosos. Con un tono de voz
más sonoro dijo: Al terminar regresamos con pasos más ligeros, cada uno se fue para
continuar sus tareas, pero con la sensación de haber presenciado lo que
significa detener el tiempo para reflexionar en lo grandioso y a la vez
terrible de estar con vida. Agradeció la asistencia y se despidió diciendo:
Lo que quiero resaltar de lo ocurrido en ese día, es que la pregunta
sorpresiva, la imagen imborrable, reveló no el miedo, ni la angustia que podría
suponer el calificar el suceso como algo terrible, sino el gran reto que
significa responder a la oportunidad de vivir.
Sus palabras encontraron eco en una persona que
discretamente se puso de pie y se alejó para sentarse al final del salón. Al parecer
el relato le había tocado y necesitaba apartarse de la plática. En silencio, la
reflexión para entender los significados se manifiesta de muchas formas; se
escuchan voces de alerta para no perderse; se aclara la acción que se ha
realizado o que puede ejecutarse de otra manera. Mientras los asistentes
comenzaron a retirarse del salón, la persona pensó en cómo ella había batallado
incansable para ayudar a un ser querido empecinado en hundirse con apegos y dependencias
que lo degradarían hasta desconocer su esencia humana. Con el relato comprendió
como un final se convierte en un inicio, siempre y cuando se enfrente con la
determinación de hallar una respuesta. La situación en que se encontraba estaba
llena de supuestos y mentiras. Su ser querido en lugar de recapacitar aprendió
a engañarse y pretender engañar a los que le brindaban ayuda. Cuántas vidas se
someten atando la conciencia para defraudar con promesas incumplidas, para
ocultar con apariencias, lo que los lleva a ser esclavos bajo su propia
sentencia.
La decepción que ella había sufrido en cada recaída de
la persona que deseaba ayudar, era indescriptible. Se daba cuenta que a pesar
de su esfuerzo la impotencia la abrumaba; pudo comprender lo imposible de
librar una batalla cuando no era ni el intento de la otra persona. El relato de
alguna manera la puso frente a una verdad desgarradora pero irrefutable: La salvación
es un reto personal. Solamente el implicado en un desafío es el responsable de superarse
como tierra llana. Por más que se esforzara, ofreciera ayuda; la conciencia
y el amor propio menoscabado por las mentiras, se convertían en despojos, y lo
que quedaba reclamaba apoyo, sólo para seguir dependiendo de cualquier cosa y
justificar mentiras interminables. Le habían explicado que ayudar promueve el
dejar de buscar culpables, sin evadir la responsabilidad propia que crea
situaciones infra humanas a costa de fabricar engaños, disfrazar la verdad para
perder la conciencia de ser. Se alega debilidad, ignorancia, miedo, se perciben
enemigos, amenazas en cada acto fallido, y por lo tanto aumentan las mentiras
que al final se las cree y consolidan bloques infranqueables.
Es complicado desplegar la intrincada trama de
las emociones que poco a poco desequilibran la conciencia del ser, la identidad
que en un principio es divina, pero sucumbe a su propia creación distorsionada.
Para la mayoría el relato fue un pasatiempo
entretenido. Se imaginaron cuentos, que adaptaron según sus referencias a lo
que habían oído, visto o entendido en situaciones parecidas. Los compañeros de
la persona que se había separado la llamaron para indicarle que ya se iban y si
quería acompañarlos. La sensación que inspiraban todos ellos era de poseer la
interpretación correcta de lo que oyeron y querían conversar más sobre el tema.
Usualmente la gente cree tener la verdad y le satisface mucho convencer a otros
de su opinión. La plática había propiciado una dinámica en donde cada uno estaba
firme y seguro de tener la respuesta adecuada.
Cuál era el punto principal, al parecer estaría fijado
por los que ya iniciaban los alegatos para posicionarse dentro de la discusión alentados
por los supuestos de su propia importancia, encerrada en la imagen de sí mismos
comparada con los errores y deficiencias de los demás. Era evidente que con más
frecuencia había quien diera consejos, sancionara acciones, y se permitía
juzgar de inmediato para descalificar o conceder la expresión sin límites que a
cada uno le pareciera, pero sin importarles las consecuencias, salvo el
mostrarse conocedores de lo que probablemente desconocían. Como en un murmullo
lejano junto con el polvo en una tolvanera, la narración de la mujer cobró vida
nuevamente. El dolor, el asombro, lo inexplicable, hizo que la persona que se
había alejado se quedara en su sitio. Con un ademán les indicó que ya los
seguiría.
Sin embargo, caminó a su ritmo. Prefería invocar la quietud que a la par con la mente, dirigen los pasos hacia las múltiples veredas de una tierra llana pero capaz de florecer; rezó a su modo para que entre tantas pisadas se encontrara el rumbo hacia el lugar indicado para excavar; descubrir vacíos, que al final, como contienen todo, pueden acallar las bocas en un silencio grandioso que se escucha en todas partes, si encuentra oyentes dispuestos a reconocer su identidad primera que vibra inmersa en la perfección de todo lo que se ha creado.
Efectivamente a veces cavamos y buscamos queriendo encontrar algo completo cuando sabemos muy en el fondo , que ya no lo está , que la esencia y la felicidad que antes emanaba ese ser completo se fue hace mucho, pero seguimos queriendo en el fondo encontrarlo como lo dejamos, por otra parte efectivamente cada uno queremos tener la verdad absoluta y aquí tenemos dos problemas, el primero es querer que los demás a fuerza quieran tener nuestra opinión, el segundo es dejarse intimidar y convencer de algo equivocado que nosotros mismos no creemos.
ResponderBorrarAprecio mucho tus comentarios Artemisa (lindo nombre). Señalas dos aspectos muy interesantes para reflexionar.
ResponderBorrar