EN MEDIO

 En la gruta solamente resonaban los pasos y la conversación no tan amable de los exploradores, después de haber  cruzado por la cascada que con un sonido atronador era la entrada  a las cavernas, y formaciones que con el paso del tiempo se transformaban  entre destellos de luces y sombras. Al parecer ambos estaban cansados de su mutua compañía en esas condiciones. Uno de los amigos Comentó: Me disgusta este lugar, no entiendo para qué hemos venido. Cada paso es inseguro se necesita algún apoyo, apenas se ve el camino, y tú me apresuras para ir más rápido. El otro replicó algo molesto: Pues si no te gusta, regresa, no me sigas, si no te das cuenta, para mí es bastante cansado tu paso lento y quejumbroso.

El sonido de las gotas de agua  que se filtraban desde el techo a veces calmaba el diálogo;  en algunos lugares se asomaba por las grietas un pequeño haz de luz que iluminaba el punto en donde caían, para formar círculos concéntricos que se extendían hasta perderse en la oscuridad al fusionarse en el río subterráneo que a pesar de estar como escondido en la penumbra, dejaba escuchar su paso con una corriente llena de murmullos al descender entre las rocas y fluir en las caídas suaves de su curso. El amigo insistió: Realmente me siento cansado, tengo que detenerme. 

La respuesta no se hizo esperar: Como quieras, voy a seguir hasta la cámara mayor que señala el mapa, ahí comienzan varias rutas interesantes, te espero el tiempo que se marca para concluir este tramo. Si decides continuar o regresas ya lo veremos, comprendo que si no entiendes a qué has venido, es inútil que te cuente la sensación que experimento, mi interés en descubrir qué ha cambiado, es de locos creer que detrás de una cortina de agua que ruge cuando se precipita al vacío exista una entrada. Sé que es atemorizante incursionar en una bóveda oculta, oscura y resbaladiza, con la expectativa de ver amplios espacios iluminados y encontrar la salida entre varios senderos alternativos, pero es que ya he hecho el recorrido y te aseguro que no hay algo que temer, ni en la ruta ni en las salidas.  Es peor quedarse en medio como pretendes; pero estar un momento quieto de todas maneras puede ser que te sirva, solamente toma en cuenta la hora y no te olvides de checar el tiempo transcurrido para encontrarnos. Tienes razón, no puedo apresurar tus pasos. Cuando inicié en esta aventura tuve guías expertos que me acompañaron para que disfrutara descubrir con calma lo que hoy me asombra.

 Con un ademán de despedida el compañero reinició la marcha, su silueta se desvaneció a lo lejos. El que había quedado sentado aguzó el oído, y entornó los ojos para tratar de ver la distancia tanto del recorrido de entrada como lo que faltaba para la prevista cámara iluminada. Era difícil interpretar en el mapa la realidad que enfrentaba solo, en un lugar conocido a medias entre la descripción de su amigo que conocía algo y su ignorancia también a medias, porque había leído las crónicas y comentarios de los que visitaban esa clase de lugares para divertirse, hacer un trabajo de investigación o cualquier otro motivo. Ahora se sentía solo en medio de la nada, se preguntaba para qué se había dejado llevar, en lugar de estar muy cómodo sin arriesgarse hasta sufrir un resbalón que podría hacerle daño.

Empezó a imaginar con temor el lastimarse y que no había quien lo auxiliara, se vio con la angustia de arrastrarse hacia la entrada, con la barrera de la potente cascada, o la espera de su amigo que estaba mucho más lejos del regreso para ponerlo a salvo.  Su corazón se aceleró y pudo escuchar los latidos que resonaban secos junto con su respiración que se agitaba tratando de jalar el aire que le parecía insuficiente. Poco a poco la energía del lugar se torno densa, asfixiante, estaba paralizado por el miedo que se apareció como las múltiples amenazas de lo desconocido; la incertidumbre tomó fuerza; y si su amigo no esperaba, si  a pesar de conseguir llegar a una salida, el lugar era peligroso; si confundía el retorno y se quedaba en medio nuevamente.

Para ese momento ya no podía pensar con claridad. Apretó en su mano el mapa, ahí podía observar sus alternativas pero dudaba de sí mismo. No acertaba a tomar una decisión, y el tiempo lo atormentaba. Su indecisión  generaba más dudas que soluciones. En su desvarío, de pronto le pareció escuchar una voz conocida: Puedes escoger entre estos juguetes el que quieras. Pero mira que este es muy pesado, te puedes lastimar, aquel es muy ligero se puede quebrar, el grande estorba y no hay dónde guardarlo, el chico se perderá en la caja entre todos lo que ya tienes. Pero tú decide. Es tu regalo. Luego iremos a comer, piensa lo que quieres pedir. Te encantan esas cosas, pero que tal si pruebas las que te dije. Bueno, no te obligo tú decide, pero hay sabores muy variados, elige, quiero complacerte eres el invitado. 

 Desde otro rincón se oía una conversación: Fíjate bien, será una actividad que harás el resto de tu vida. Será la base para que después puedas mantener una familia, tengas todo lo necesario y ganes un lugar de prestigio y de respeto. O elige lo que quieras, total es tú vida, pero de aire no se come, además la “pareja” que quieres no se fijará en un cualquiera, pero bueno, tú eres especial y deberán apreciarte, así como eres, no te preocupes, sólo decide bien y contempla todas las posibilidades. ¡Ah! Y no te apresures, pero mira que el tiempo pasa y no es lo mismo a los veinte que a los treinta, cuarenta, cincuenta, bueno tú me entiendes. Se va el tren, el reloj biológico no se detiene, tus tíos, y familia esperan mucho de ti, de nosotros, no les podemos fallar. 

Se quedó quieto, recordó que en cada ocasión él sabía que quería, pero con frecuencia había alguien que lo cuestionaba y al final tomaba con desgano lo que fuera. Entre las tinieblas, le pareció ver una sombra que empezó a levantarse al frente, como los fantasmas blancos que espantan a los incautos; giraba muy lentamente y desplegaba un velo junto con su ropaje formado con pequeños trozos sombreados que se desprendían en girones; su atuendo fragmentado de un color negro, resaltaba entre la negrura que inundó su pensamiento. Le  provocó terror que aquellas fuerzas se acercaran  y de golpe lo llevaran a rastras sin piedad. La visión nublada le recordó sus culpas, situaciones de vergüenza, “pecados, faltas y fallas” de juicios propios y de otros tantos dictados por las sombras pequeñas que ahora danzaban alrededor para desquitar su furia, y le provocaban dolor.

Con cautela le miraron de reojo y recitaron en una letanía: No creas que lo hacemos para herirte, tienes que aprender que nada es fácil, que sufrir es parte de tu carga, es inútil que quieras escaparte para eso estamos aquí, para señalar que te equivocas, que tu opinión no cuenta, que haces el ridículo al pensarte agraciado o que eres valiente, mírate en un espejo. Pero tú decide, cambia lo que puedas recuerda que estamos contigo, muy de cerca para acompañarte. Aquí en medio es muy propicio tú lo sabes. Cada afirmación hacía más pesado el ambiente, y a él mismo. El supuesto descanso era contraproducente. 

En un instante las pequeñas sombras configuraron una gran imagen en un espacio deforme, justo en el medio de la decisión que no tomaba. Como resultado el pasado volvió en recuerdos con voces y visiones sorprendentes. Desdibujaba su presente y no acertaba a predecir qué futuro le aguardaba. Parecía desprenderse de algo que él mismo en su inacción estaba construyendo para dominarlo como un ente que le quitaba el aliento y se apoderaba de su situación. Sin embargo, ya no era un infante desvalido cuyas demandas son cubiertas entre engaños o inocencia. Tampoco tenía ya disyuntivas determinantes en una edad de rebeldía en perjuicio de sí mismo, se consideraba capaz de advertir los fantasmas blancos y las sombras negras que lo intimidaron, pero seguía en medio de una aventura que lo mantenía atrapado. 

 Como pudo, se levantó; desplegó el mapa y acercó la luz de la lámpara en su casco. Repasó la distancia de lo caminado hasta la entrada y los metros que había para encontrarse con su compañero. Por un lado, el torrente de agua era una puerta superada, que lo invitó a observar muy dentro algo atractivo, emocionante, complicado pero simple a la vez. Se atrevió a burlarse de sí mismo al saber que estaba en medio de una gruta bajo tierra que ni figuraba como un punto de referencia en la superficie de las montañas. Empezó a caminar y se alegró al escuchar la risa que salió espontánea. Había creado un drama él mismo, en medio de simulacros mentales que dispersan la energía en sitios indefinidos en una mediocre medida. En nada comparable al justo medio que define una gran decisión. Pudo reconocer que en movimiento retomaba su energía, y era mejor usarla.


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