PUEBLOS MÁGICOS

  Por la mañana habíamos ido entre campos sembrados, caminos rurales de terracería hasta una panadería en donde se hace el pan con un horno de leña, y visitado una región de prismas de basalto que forman grandes muros de piedra. En temporada de lluvias las formaciones de roca se adornan con caídas de agua, por lo que la coordinadora del paseo y el guía nos animaron a explorar una bajada en cuyo fondo se podía ver una cascada de mas o menos caudal dependiendo de las precipitaciones, y que se convierte en un velo blanco en donde se refleja el arco iris y refresca a los visitantes con la brisa que alborota el viento. Tuvimos suerte y entre piedras húmedas; hojarasca revuelta con ramas, se notaba que el torrente del día anterior nos permitiría ver una de las cascadas prometidas. Mientras nos acercábamos al sitio indicado el sonido del agua se escuchó entre los árboles; para las personas locales era alentador que fluyera el agua para alegrar la visita de los turistas y regar sus campos de siembra. Al  terminar ese recorrido nos dirigimos hacia el pueblo. La hora exacta no la recuerdo, solamente viene a mi mente el sonido de las campanas cuyo tañer repicó no tan sonoro y claro como en otras poblaciones, pero que convoca desde las torres de la iglesia principal, el llamado para que los feligreses acudan al rezo del ángelus que coincide con la hora del ocaso del sol. 

El panorama cambia en ese momento ofreciendo un espectáculo  magnífico; cuando en el horizonte se contempla un esplendor entre rayos naranja y rojos que iluminan como despedida la tarde, las nubes se pintan de tonos malva y rosa, y la tierra se llena de las sombras que preceden a la noche. Empezaba a sentirse el viento fresco y el ambiente se tornó semi obscuro; entre los muros y las casonas viejas del centro del pueblo se colaban las últimas luces como el escenario ideal para caminar y reconocer con entusiasmo las tradiciones, leyendas, y conocer un poco de la historia local. La expectativa en aquel ambiente alteró un poco la sensación de calma, que  se tornó en atención ante la llegada del guía que nos animó a ir a pie al recorrido de los rincones típicos, como las plazas y jardines, que forman parte de la historia nacional, escuchar los cuentos, anécdotas, misterios, y realidades del pueblo mágico en donde nos encontrábamos. 

Con una voz muy sonora empezó a señalar las construcciones hechas de piedra de la variedad de colores en una gama de gris, blanco, color arena, y negro que se extrae de las minas de basalto de la región; las canteras se explotan para aprovechar ese recurso que formaba la mayoría de las edificaciones.  Con paso lento bajamos por una calle empedrada que desemboca en una encrucijada que formaban cuatro puntas de construcciones viejas. En una de las esquinas se veía un techo de tejas que tapaba a medias unas ruinas con columnas de basalto gris. El terreno lo cerca un pretil ancho que impedía la vista del interior, pero que dejaba escapar la humedad entre las luces y sombras del atardecer. 

La persona que nos acompañaba en el recorrido hizo un gesto serio y dijo que al ver aquellas ruinas se le erizaba la piel  y pasaba  de frente con recelo para evitar ver los espacios entre los pilares que alguna vez tuvieron ventanas. Nos indicó que hacía tiempo investigadores de fenómenos paranormales había estado ahí; entraron para medir las energías del lugar y comentaron muy serios que en ese lugar permanecían vibraciones muy bajas. Quien sabe qué tanto y de qué, nadie quiso saber, pero el caso es que la propiedad permanecía abandonada, por más letreros de “Se vende” que le colocaran. Los huecos  de las ventanas semejaban boquetes negros que miraban a todos los que pasaban, y hacía que se apresurara el paso sin voltear atrás. Inclusive, porque en la casa paralela se decía que habitaba un Nahual como vecino de ese predio baldío. 

Durante la narración y siguiendo los pasos del guía llegamos a la contra esquina; nos detuvimos para observar una cruz dibujada con piedritas rojas,cuyo diseño se abría en una especie de abanico en sus puntas; la figura resultaba rara, pero cumplía con señalar a su manera los cuatro puntos cardinales, en uno de los cuales estaba una plazuela frente a la propiedad abandonada. El guía nos dio algunas fechas y datos de a una pequeña fuente en cuyo lado derecho tenía los remaches de donde se fijaba una reja de hierro negro forjado como barandal para dar paso hacia una escalera que bajaba un poco del nivel de la calle hacia un espacio muy peculiar y asombroso. Con mucha curiosidad y asegurando el paso en las escaleras de piedra mojada, bajamos en silencio. 

El techo de dos aguas recubierto de tejas color ladrillo, resguardaba  un manantial de agua cristalina;  el borbollón se encausaba como un riachuelo para abastecer una canaleta principal de donde algunas mujeres de rodillas, sacaban con jícaras el líquido que vertían en las prendas de ropa sucia; las  tallaban sobre un bloque de piedra plana con una barra de jabón que hervía en una espuma color  marrón de la tierra hasta que aparecía blanca; la enjuagaban  una y otra vez; la exprimían haciendo montones de ropa que acumulaban en una bandeja o cesta de mimbre para llevarla a sus casas a colgar para que se secara. Era fantástico observar la disposición de cada una de las piedras que servían para restregar; estaban enmarcadas en un recuadro con una pequeña canaleta que desviaba el agua sucia y enjabonada hacia una cañuela que bordeaba todo el conjunto y la sacaba hacia un drenaje sin contaminar para nada la corriente de agua limpia. 

La visión de todo aquello era pasmosa, por la creatividad de los arquitectos o constructores que ideaban con detalle la funcionalidad de un recinto que además se convertía en un confesionario y testigo de historias; amores secretos; espantos que vengaban la infidelidad de la gente más devota de la localidad. Tanto así, que los lavaderos guardaban una leyenda espeluznante de dos amantes sorprendidos en falta y que un caballo relinchando enfurecido a la orden de su jinete vengó con sus cascos destrozando  a los infieles. El guía con voz pausada nos contó que, si alguien se atrevía a incursionar de noche entre las pilas de agua y piedras en esas horas silenciosas, una voz iracunda resoplaba al viento para expulsar con terror a cualquiera que la escuchaba, y más valía salir corriendo, por la escalera de la plazuela o por otra salida que estaba en el fondo, también con una escalerilla de piedra que desembocaba a otra plaza como especie de terraza de una casa. 

Al terminar el relato, el grupo se dispersó saliendo unos por la puerta que habíamos entrado, y los otros por la puertecilla que daba a la terraza. La casa era de la construcción clásica que se repetía con una entrada de pretil ancho, pilares que sostenían el techo de tejas rojas, puertas y ventanas de madera. Tal vez la salida/entrada hacia los lavaderos era parte de la casa, como una comodidad extra. La puertecita de dos hojas de hierro con adornos que permitía el paso comunal, o privado, se encontraba al pie de un enorme árbol de pirul que mecía sus ramas con manojos de hojitas verdes de donde colgaban racimos de semillas rojas parecidos a uvas miniatura. El pirul es un gran árbol cuyo tronco con el paso de los años se vuelve bulboso y retorcido, tiene raíces tan fuertes que se desparraman por todos lados hacia el fondo de la tierra, pero también hacia la superficie, rompiendo cualquier tipo de piso de lozas o concreto. 

En las tradiciones populares se dice que su leña no sirve para hacer fuego y sólo echa humo que hace llorar…también es un árbol que usan los hechiceros y Chamanes para hacer limpias y ahuyentar las malas influencias. El espléndido árbol se erguía frente a una ventana de un cuarto en la parte superior de la casa. Lo extraño era que también esa construcción estaba abandonada. Las vigas de madera se notaban muy secas y raídas por el paso de los años y la ventana que sobresalía en el techo era como un cuadro denso, un espejo opaco que reflejaba el vacío, con un aire misterioso que de igual manera era parte de la leyenda de los lavaderos continuada por otro relato que el guía se complació en explicar...

´-Sucede que en todo lugar hay niños traviesos y muy latosos; las madres tienen que llevarlos consigo para realizar los quehaceres domésticos; en este caso, el lavar la ropa, así que no habiendo opción los dejaban jugar en aquella terraza frente a la casona en la que habitaba una mujer que todos conocían por sus dotes misteriosas. La llamaban con una palabra que empieza con “B” que pocas veces se atrevían a pronunciar. No obstante, los niños se divertían aventando piedras a la ventana y le decían en coro la palabra prohibida. Se decía que los traviesos sabían que en la casa vivía la señora que elaboraba hechizos; que se disgustaba con la algarabía y el bullicio de los niños que, para acabar pronto, detestaba pero a ellos les provocaba hacer mucho más barullo y aventar piedritas para atinarle a la ventana. 

La mujer muy enojada salía para amenazarlos y los corría de la terraza, pero ellos insistían en molestarla, y continuar con su tormento, hasta que una vez ella muy enfadada subió al cuarto del segundo piso, levantó los brazos, pronunció un hechizo, y de los niños no se supo más. Desde entonces los niños desaparecidos de las mujeres lavanderas no se encontraron; los demás niños se cuidan de no pasar frente a la casa porque en el tronco del árbol de pirul comenzaron a crecer los bulbos con deformaciones más de lo normal, todo el tronco del gran árbol creció como con burbujas deformes; si se fijaba bien la mirada se podía ver rostros entre las deformidades que tenían los ojos viendo hacia la ventana  de la casa abandonada tal vez pidiendo perdón, para escapar de esas celdas de madera que arrullaba el viento todas las tardes entre los racimos de semillas rojas y hojitas muy verdes que caían constantes para alfombrar de verde la terraza.Para finalizar, en  la otra calle que venía en una pronunciada bajada hacia la encrucijada, seguía de frente hasta perderse en el campo, se decía que un grito lastimero recorría de arriba a abajo el trayecto parecido a la leyenda de otros rumbos en donde la Llorona con un lamento profundo buscaba a los hijos que había perdido.

El grupo se quedó quieto divagando entre sus propios pensamientos; de pronto el sonido de las campanas los volvió a la realidad; ya estaba obscuro, los callejones aparecían iluminados con el tenue resplandor de las farolas antiguas. Comenzaron el regreso con el embeleso del recorrido; sobre calles empedradas; el quiosco en el jardín central, gente que al atardecer y la noche salía a tomar un café y platicar en los portales todavía con sus pretiles anchos, sus columnas de basalto, y techos de teja rojiza. Cada uno a su manera se despidió de aquel ambiente apacible, con pocos autos, algunos jinetes en sus caballos con paso lento retornaban del campo hacia sus hogares. Los turistas como nosotros, relatarían seguramente su experiencia para promover el encanto de reconocer no sólo ese pueblo mágico sino todos los sitios que con tanta belleza se han ganado esa denominación en México que desde diversas perspectivas, son inigualables. 

 

 

 

       

REGENERAR

 Las palabras que encontré escritas en un regalo de una querida amiga resonaron con la fuerza que puede retener un recuerdo y hacer eterno un momento:

El regalo al que me refiero es un libro delgadito, con las pastas duras de color marrón, bordeado con una cenefa dorada. Ella me lo obsequió hace un par de años y se había quedado en un estante entre libretas, notas, y otros libros como pendientes de revisar. Una tarde me dedique a ordenar papeles revueltos y ahí estaba en espera de que le dedicara un tiempo. Fue un encuentro inesperado pero que debía suceder, puesto que la búsqueda constante de señales para confirmar una identidad, la ampliación de la conciencia y el entendimiento de lo que quieres conocer, se alinea para sorprenderte. La búsqueda personal recorre múltiples enfoques, indaga sobre las ideas desde muchos puntos de vista, para enfocar más claramente cuál es un motivo diferente, superior, personal y/o colectivo para superar una variedad de limitaciones preestablecidas. Sobre todo, en una época en donde separar lo correcto, lo bueno, lo deseable para la evolución del ser humano es cada vez más complejo de distinguir. Los conceptos elaborados entre muchos se reinterpretan indefinidamente. Los significados son tan variables que se confunden en el transcurso del tiempo como en la antigua torre de Babel, que de acuerdo con su historia fue imposible construir dentro del desorden creado.

Por el contrario; la imagen y el recuerdo de mi querida amiga se presentó de una manera sencilla y clara con una nota dedicada a mi nombre:

*Cómo esperas encontrar respuestas; con la complejidad enorme del eco que generan millones de voces o con la simplicidad callada de tu propia voz. Lo “espiritual, la divinidad, el amar, la aceptación,” son conceptos abiertos a la percepción de cada palabra dicha, de cada experiencia vivida. Desde lo más mundano, hasta lo más preciado que sólo para ti representa algo valioso. Esperas entender con las limitaciones que te indican tus sentidos o desplegado lo que intuyes, pero que no acabas de aceptar ni de comprender. Lo importante es que te atrevas a pensar, que te atrevas a saber. En algún momento has creído que hay una sola respuesta, que hay un solo camino y has seguido dócilmente los pasos de muchos. Has copiado y repetido sin darte cuenta patrones de conductas que deforman tu habilidad para pensar; estás sometido inclusive por la fuerza para hacerte obedecer. Has aprendido a amar lo que te disgusta, a reproducir modelos de todo tipo, realmente no distingues quién eres tú como sucede con el niño que se siente desprotegido, llora cuando lo dejan en una estancia desconocida, y se ve por primera vez rodeado de extraños grandes y pequeños fuera de sus lugares familiares.

Posiblemente de esas primeras experiencias has percibido amenazas que te angustian y el miedo se apoderó incipiente de tu experiencia. Empezaste a construir una red intrincada de relaciones que cuestionan, contrastan, o inhiben tú habilidad para pensar por lo cual se obstaculiza la percepción del yo individual entre las constantes influencias distorsionadas por los miedos primarios, la imitación colectiva que supone seguridad; se asignan significados que en muchos casos refuerzan miedos, y enquistan temores que inhabilitan el pensamiento y el valor para saber por cuenta propia. Tu visión se ha nublado y en tinieblas persigues en un círculo sin salida los mismos retos inexplicables, persistes en las quejas y los dramas incomprensibles. Entiende que está otra opción abierta en una espiral con nuevos desafíos siempre y cuando te atrevas a separarte de los apegos a los que te has encadenado. Cuántas veces, en cuántos escritos, libros sagrados y profanos están plasmadas verdades que reconoces que son tuyas y te empeñas en negarte. Los que se atreven a saber con una percepción afinada en el conocimiento y en su experiencia, han puesto a prueba creencias, comprensiones a medias, y han desechado el culto a personalidades que deslumbran, pero esclavizan. *

En aquel momento el pequeño libro se transformó. Volví a leer el índice que resume el contenido sobre conceptos como la verdad, la conciencia, los significados, la identidad, entre otros temas. Me asombró la fecha de su edición en otro siglo, el autor de un país con una cultura tan diferente y al final adjuntos con la aportación filosófica de otros escritores de diversas partes del mundo. Por lo visto la inquietud de saber tiene una vigencia permanente, como una parte sustancial y única para el ser humano. Como mi amiga ahora estaba de viaje, me propuse hacer un diálogo entre lo que una línea abierta al azar quisiera decirme ahora en su nombre. Su regalo estoy segura, tenía una intención profunda, puesto que el libro no era nuevo, al contrario, su padre se lo había regalado cuando ella era niña, con el afán de que se interesara por los temas que a la mayoría le resultan una pérdida de tiempo, comparados con la diversión que ofrece la existencia sin las complicaciones de pensar tanto. Ella misma no comprendió del todo algunos capítulos y lo había releído mil veces. Así que ahora me lo cedía para ver que podía enseñarme en sus hojas amarillentas, entre sus pastas duras adornadas con bordes dorados.

Hasta ese día comprendí una serie de verdades personales. El cariño impreso en cada palabra que se dice, lo valioso del afán de los padres y madres para transmitir de alguna manera el cuidado al ser el guía de tu propia vida, pero atento al cúmulo de la sabiduría de todos los tiempos, sumado todo a compartir para que sea referencia grata, interesante, y práctica. Como una imagen instantánea me imaginé el rostro de mi amiga entre alegre y triste, preocupada tal vez por desprenderse de un tesoro, por quizás dudar de si sería apreciado tanto el libro tan querido como su contenido, pero con la certeza de que eventualmente la regeneración de ideas es lo que trasciende y es el punto de unión que se anhela desde siempre. Entonces entre líneas aparecieron señales, habíamos tenido muchas pláticas encantadoras al respecto, la imaginé diciendo:

* Qué significa ser algo… ser alguien… empieza con entender y delimitar dentro de lo diverso lo que es inmutable; eso es un asunto bastante complicado. El ser es inaplicable a lo que es inconsciente de sí mismo. La conciencia de ser está en el orden de “lo humano“ pero se han retomado clasificaciones para los seres “sintientes”; que se reconocen a sí mismos, hasta llegar a percibir que son iguales pero diferentes. Sin embargo, prevalecen las capacidades más amplias, aunadas a las emociones que ya están en manos de la inteligencia artificial con lo que se complica aún más el entendimiento, la capacidad de pensar y el atreverse a conocer. Las creencias, rituales, dogmas, opiniones etc. siguen siendo el modelo de comportamiento masivo y se pierden los límites, se desconfiguran las formas, se permite la inclusión de una mezcla irresponsable que persigue en muchos casos ganar popularidad monetizada, o se promueve la compasión guiada por las emociones descontroladas que generan dramas, quejas, y resentimiento social para predisponer a combatir a los supuestos semejantes. Se vuelve una y otra vez a los apegos de codependencia que consolida la debilidad, la ignorancia revestida de miedo en infinitas variedades, que se opone con violencia o sumisión al desarrollo del valor para ver alternativas en libertad. *

¡Ay, amiga! Cuantas veces nos tuvimos que callar ante la mirada incrédula de la gente que sin querer escuchó algo de nuestras pláticas. Pero que alegría mirarnos a los ojos para continuar el intercambio de vivencias, discursos raros y maravillosos. Lo que tengo por cierto es que en un momento atemporal nos seguimos comunicando. Te prometo, sin promesa, que volveré a leer el libro, y que también será un regalo para otro que se atreva a saber, que se atreva a pensar, para regenerar al mundo y lo que haya más allá.

ACOMPAÑANTES

 El hombre platicaba como en un estado de ensoñación, apoyó su codo en la mesa del café, tocó su barbilla, y sus pensamientos volaron alto para continuar la descripción de un encuentro que lo conmovió: -No puedo olvidar su rostro. Sus facciones tenían la marca de las personas que muestran una gran paciencia, pero estaba con la mirada baja, había algo más sobre su aparente apacibilidad. Su cabello era muy negro y lacio; los ojos un poquito rasgados; la boca con labios finos y la nariz aguileña. Miraba atento lo que sucedía a su alrededor en una sala de atención a clientes de un lujoso inmueble, sin que al parecer entendiera bien de lo que se trataba. Sostenía entre sus manos un bastón de buena calidad, con un mango reluciente, que la persona a quien acompañaba le había entregado para sentarse en un sillón emitiendo un sonido de cansancio. Él tomó el bastón en silencio, se sentó, y empezó a entretenerse con apoyar y dar vueltas al objeto que servía de auxiliar en la marcha. Conocía muy bien ese instrumento y otros que tenía que mantener limpios y funcionales para cuando la señora tuviera que salir a la calle. Ante la escena mi mente comenzó a divagar sobre el sentir de una persona dedicada a ser acompañante. Su imagen apacible por el compromiso de servir a otro, parecía contener al mismo tiempo la inquietud que tiene cada individuo para realizar su propia vida. Posiblemente él había dejado su comunidad en busca de mejores oportunidades y su servicio lo mantenía en ese trance para estar presente, pero en un mundo extraño.

Me pareció admirable, y a la vez fue muy penoso entender el cómo se consumía su vida en la espera; con la paciencia en el transcurrir de minutos o de horas sentado; girando un bastón que él no necesitaba; en un ambiente que no era suyo. En un momento sentí mucho pesar por aquel hombre y a la vez le di las gracias, no exactamente a él, sino a lo que pudiera permitirle tener la serenidad para acompañar a otra persona, ayudarle a caminar con un bastón costoso, esperar interminables horas en diversas tareas para facilitar una vida ajena dedicando su propia vida a un servicio complicado, difícil desde mi punto de vista. Realmente yo desconocía su lugar de origen, pero sus rasgos hablaban de arar la tierra; caminar en amplios terrenos de siembra; respirar aire fresco en escenarios verdes llenos de vida y de sol. Quizás su entorno también era complejo, pero contenía a mi entender, lo más preciado que es la sensación de libertad. Sin artefactos engañosos, ni compras indiscriminadas, de prendas de marca en telas, pieles, o accesorios que se creen necesarios para adornar la decadencia de un cuerpo que a pesar de todo, efectivamente necesita ayuda. El contraste que pude ver persiste con asombro humilde y admiración.

Es inquietante determinar el valor que se adjudica al sí mismo en la costumbre de muchas comunidades que inclusive veneran a los ancianos o desvalidos. Suelen llamarlos almas que aceptan cumplir ese papel, para acompañar a una alma aprisionada que requiere liberarse, pero no todos comprenden esa idea. Existen infinidad de creencias y sobre todo, múltiples prejuicios creados por la inhumanidad. En aquella ocasión resaltaba el bastón fino, la señora con un peinado de salón, con el cansancio evidente de un cuerpo que necesita ayuda, pero con un aspecto de indiferencia hacia su acompañante. Parecía como como si tan valiosa compañía fuera lo normal en una posición inconsciente de su fragilidad o decadencia. Desde ese punto de vista recordé el aprecio invaluable que otras personas muestran para quienes asumen la voluntad de servicio. Se agradece profundamente la fortaleza dedicada a celebrar un cumpleaños más, junto con las visitas al médico, y en general los lazos generados en la compañía mutua que en un momento dado no sólo rebasa la rehabilitación del cuerpo, sino atenúa el dolor y el sufrimiento en la enfermedad, el deterioro, y el abandono.

Es complejo el entender de ambas partes la obscuridad o transparencia de su pensamiento, distinguir o unificar el espíritu que se guarda en cualesquiera de esas condiciones. Qué difícil aceptar la ayuda, pero qué difícil ofrecerla. Volví a mirar a la pareja, el acompañante se puso de pie para ayudar y le entregó el bastón. Ella caminó hacia la oficina seguida del hombre que procuraba anticipar cualquier obstáculo, dio paso a la señora y cerró la puerta. Regresó despacio a la sala de espera y nuevamente se sentó. Miraba sin ver el trajín de personal y clientes; sacó de su bolsillo un papel con la lista de las tareas pendientes. Me imaginé leer lo que una amiga solicitaba en una vacante para contratar a un acompañante. Su madre era anciana y requería cuidados que, como hija debía ofrecerlos, pero la agobiaban agotando su paciencia. Por lo que escribió: Aprender cuidados especiales de dietas, ejercicios, y pasatiempos para hacer llevadero cada día. Volverse los ojos, los oídos, las sensaciones ante acontecimientos cotidianos para platicar con entusiasmo y en algún momento hacer más leves las penas de enfermedad, desamor, soledad, y olvido-. El recuerdo me produjo un escalofrío que corrió por el cuerpo y la conciencia. 

Cuando por fin se resolvió el trámite que a mí me correspondía, sentí que fui salvado por la interrupción de pensamientos que venían para ampliar la visión de acompañantes en una diversidad de situaciones. Salí del lugar dejando atrás el rostro que había provocado tantas imágenes. Sin embargo, la visión de ser acompañante reapareció con la gente de todas edades que por gusto o necesidad buscan transformar una serie de emociones en sentimientos de compasión o solidaridad antes que sucedan situaciones críticas de todo tipo. En días pasados alguien me comentó que era confuso acompañar a una persona. Es agradable dijo,  compartir momentos y espacios, pero de ponto eso de la armonía y el equilibrio desaparece. Increíblemente se vuelve una carga muy pesada el ser acompañante en una situación de equidad. Lamentó que solamente en las crisis se tratara de volver a ser mejor persona. 

Como  puedes ver, no todos tienen la paciencia para ser acompañante cuando se empieza a escuchar historias que tal vez no son de tu interés, se requiere comprender ideas muy diferentes, acordar valores tan dispares en una escala muy personal que  más bien separa. Puede ser optativo continuar en el disenso para no fracturar relaciones de amistad, de familia, o de servicio. Aunque me consta que en situaciones particulares una decisión es lo necesario para terminar con esas compañías que en lugar de ayuda infringen heridas dolorosas que luego hay que superar entre críticas y costumbres que dificultan retomar el amor propio como un principio incuestionable.

 Al fin y al cabo, los acompañantes somos todos. En el transcurso de las historias de vida el papel es de intercambio para desempeñar esa tarea. En un momento eres niño que acompaña con su energía a un viejo que renace a una infancia compartida. O te vuelves viejo para acompañar a la juventud que empuja fuerte y acompaña en los cambios duros, incomprensibles, pero necesarios para todos. De alguna manera hay que rejuvenecer para seguir en el entendimiento de la vida que no se detiene. Igual que hacer un alto, aunque seas joven, para encarar el deterioro o decadencia de quienes te acompañaron cuando eras indefenso, y tenías necesidad de cuidados.  Por lo tanto, los acompañantes se revisten de toda clase de apariencias, o mejor dicho cada uno los identifica de acuerdo con lo que ha dado y recibido. Entonces hay que reconocer constantemente de qué lado estamos. Es por eso que deseo para el hombre quien  propició este relato, ver su rostro en alto y que su labor sea en conciencia; que pueda alegrar su cara, o se libere y pueda declinar  como corresponde a cualesquier otro acompañante venga de donde venga. 

ALEGRÍA

Él había acudido a un llamado casi urgente de su amiga. -Veamos a qué se debe tanta alegría. Tu mirada se ilumina y eso es buen augurio así, haces sonreír a los que te encuentras al paso.  Ella hizo un gesto gracioso y dijo: -Supongo que los encuentros agradables reconfortan y provocan el alegrarse-. Sonrió para señalar una banca bajo las ramas de un espléndido árbol entre cuyas hojas se filtraban rayos de sol. La mañana era fría, así que eligió aquel lugar para conversar al aire libre, pero con la calidez que ofrecía aquella fronda iluminada y llena de vida. Tomaron asiento, y comenzó la plática: -Mira, es algo sencillo, tan simple, que a veces es difícil de entender. Sucede que hace un par de días salí a comprar cosas que necesitaba en la despensa. De regreso a casa me di cuenta de que me faltaban unas legumbres para la comida y paré el auto en la tiendita que me queda en la ruta hacia casa. Desde hace muchos años conozco a la familia que la atiende; ellos dejaron su tierra para establecerse en el comercio y probar suerte. En su negocio me han presentado a sus familiares que poco a poco ellos trajeron para que aprendieran y ayudaran en toda clase de tareas; sobrinos, tíos, y conocidos  se dedican a descargar la camioneta que trae las mercancías y en algún momento, saben hacer sumas y restas para cobrar. Me ha tocado ver durante años cómo los niños se convirtieron en jóvenes, y adultos que inclusive ya se han casado.

Con el paso del tiempo algunos se han independizado y se establecieron en lugares cercanos para seguir “echándose la mano” pero ya cada uno por su cuenta. En sus locales siempre hay música,  y a veces videos para amenizar la compra a sus clientes. Podría seguir describiendo cada detalle de muchas de sus vivencias, porque con amabilidad comentan de su vida con las personas mientras les ayudan a llevar las bolsas hasta sus coches. Normalmente me entero de si alguno había tenido oportunidad de ir a la escuela, o si prefería ganar dinero en el negocio; me cuentan alguna anécdota desde que los traían a la capital, niños de 10 años o adolescentes que ya necesitan trabajar. Se acomodan con parientes y entre todos hacen planes-. Ella seguía divagando con la mirada perdida en sus recuerdos; narraba todas sus conversaciones como reflexionando sus pensamientos en voz alta. A su amigo ya le parecía el cuento muy largo. Entonces abruptamente ella volvió su mirada como aterrizando en el presente, lo miró y le dijo: - El día que te cuento, me alegró de una manera que hace mucho no sentía. Me hizo, como se dice, la mañana, tarde, noche y lo que le sigue. ¿Puedes creerlo? - El amigo algo impaciente dijo: -¡El qué! ya dime porqué tanto alboroto, qué en una tienda de legumbres puede causarte tanta alegría.

Ella sin alterarse retomó la palabra: - Cuando me acerqué al mostrador, el muchacho en turno, dejó para despachar enfrente mío un libro grueso. Un libro que a mucha gente le daría flojera leer y hasta cargar. Me saludó  y preguntó si compraría otra cosa, pero señalé al gran volumen con pastas gruesas y el marcador de las páginas; de verdad fue grandioso el impacto al ver su cara iluminada cuando le pregunté qué estaba leyendo; me pareció algo muy especial, su respuesta. Contestó que el libro se titulaba: “La Bailarina de Auschwitz”, se animó a relatar un resumen hasta dónde llevaba leído, y con un vocabulario fluido me dijo: Me parece interesante cómo una mujer que estuvo en un campo de concentración pudo sobrevivir en condiciones inhumanas, y luego de ser liberada se dedicó a ejercer su profesión ayudando con la danza y la música a personas que necesitaban creer en sí mismas y… bueno todavía me falta, pero es interesante. Quedé maravillada, me conmovió su relato. En mi entender alguien que captura aspectos de la naturaleza humana mediante su imaginación; logra describir sus sentimientos sobre situaciones críticas, y desplegar su empatía hacia una persona en condiciones infrahumanas, es admirable.

Escuchar a un joven hablar con un vocabulario amplio, con el interés por un tema muy complicado de una etapa de barbarie que ha dejado huellas profundas en muchas naciones y conciencias fue sorprendente. Ver su esfuerzo por pronunciar palabras en otro idioma sin temor a equivocarse, me causó una alegría enorme.El amigo se quedó mudo, y con muchos gestos trató de hilar algún comentario: Mmmm bueno, me parece muy bien que la gente lea; que trate temas tan ajenos a su medio, es asombroso; que… ¿por qué me mira de ese modo? Ella sonrió comprensiva.- Sí a mi también a veces me parece que hay que ir más de prisa, que es una tontería algo tan simple para emocionarse. Entiendo que tal vez es muy grande mi entusiasmo, actualmente hay infinidad de distractores maravillosos para jóvenes y viejos. Sin embargo se que aprecias lo grandioso de que un muchacho adolescente, lea un libro grueso y pesado; que muestre su capacidad de comprender significados; le emocione la danza y la música clásica; comprenda una vida en una situación brutal que priva de la libertad a la gente por tener ideas diferentes  y pueda reconocer sitios como Auschwitz en un país lejano que tuvo que buscar en el mapa.

Permíteme continuar, porque su mirada era profunda al comprender la espera para morir ligando sus emociones con aquella mujer  dedicada al arte; me hizo ver tantas cosas que en su mente y su conciencia se desencadenaron que por éso te llamé.  ¿No es cierto que es un tema de suma importancia? Ante tal cuestionamiento el amigo la miró a los ojos y contestó:  Te entiendo, creí que este tipo de historias son cansadas para la gente. Yo mismo a veces me impaciento, y paso a otro tema lo antes posible, pero también he tenido encuentros muy valiosos de manera inesperada en lugares insospechados. Bien dices son tan simples y sencillos que para muchos pasan inadvertidos. Es frecuente mostrar insensibilidad, perder la oportunidad de los momentos para reconocer al “sí mismo” que en ocasiones se busca en rituales elaborados; con vestidos blancos; frases hechas en ambientes con fragancias y luces artificiales. Se supone que se debe entrar en un trance especial, como extraño a los que pasan muy cerca de ti, pero no quieres reconocer, porque están a simple vista.

La conversación de pronto fue interrumpida por una voz conocida. Era un compañero al que a veces esquivaban, porque traía cuentos muy largos para salir con una tontería. Se miraron y sonrieron al mismo tiempo que saludaban al recién llegado. Con mucha alegría les dijo que seguramente estaban conectados por telepatía.- Estaba pensando en ustedes, sentí como un llamado para acudir a su encuentro. Tengo que contarles que estoy a punto de iniciar un viaje, y posiblemente no los veré en mucho tiempo. Pero quiero agradecer haberlos encontrado en el camino; su paciencia de escuchar y tener el tiempo para compartir nuestras historias y lo que hemos aprendido-. Él se complicaba mucho pensando y repensando para entender, para encontrar respuestas. Le parecía que el mundo podría aprovechar los cambios, para que la palabra hermandad prevaleciera. Por eso emprendería un viaje que lo inspirara. Era de las personas propensas a imaginar mejores escenarios. Le encantaba contemplar los cambios de luz en los atardeceres y le fascinaba la noche a pesar de los ruidos inquietantes que la rodeaban. Sin razón le daba por saludar a desconocidos, aunque se le quedaran viendo confundidos, para él todo era motivo de felicidad.

Con entusiasmo dijo: – ¿Recuerdan al viejo al que le compramos una vez calcetines? Pues ahora nos agradece. Lo encontré otra vez en la calle, y me dijo que ese día pudo completar con nuestra compra, lo de su estancia en el cuarto donde lo admitió una señora, quien le daba de comer a cambio de que saliera a vender las prendas que conseguía de remate en el centro. Me pidió darles su saludo. Ya se que tal vez ustedes ni se acuerden de quien les hablo, a ustedes les intrigan asuntos serios, pero el mensaje está dado. Ahora me voy. Me alegra haberlos encontrado. Procuraré en mi recorrido ser más sensible, hablar menos y hacer más. Basta de cuentos largos e incomprensibles. Con un abrazo se despidió. La pareja quedó inmóvil, la mañana se había esfumado.

Desde un auto que pasó raudo se asomó por la ventana alguien que les gritó: -¿Todavía pensando? - Los dos se dieron cuenta que habían permanecido callados, sentados en la banca bajo el árbol que había formado una alfombra de hojas doradas tiradas en el suelo. ¿Hacía tanto tiempo que no se veían o el amigo había regresado? Simple y sencillamente, no lo sabían.

UNA NORIA

 Posiblemente, tú lector, has escuchado la palabra noria con el significado de una  rueda que en algunos casos se mueve por la tracción de un animal que la hace girar en un plano circular dando vueltas y vueltas. El término también se ha asociado para describir un esfuerzo que desgasta, y es inútil para avanzar hacia un destino diferente puesto que se realiza en un redondel preestablecido. Otra aplicación es para explicar un círculo nefasto, como el que forman una especie de orugas llamadas procesionarias, que caminan en fila para conseguir comida, pero que al seguir por instinto a la oruga que encuentran enfrente suyo, forman un círculo que sin darse cuenta consume sus energías y al final las lleva a sellar su propia muerte. La visión de un círculo desde una perspectiva práctica y de avance, se hizo presente en el festejo de un amigo que como es usual decir ahora, había completado “otra vuelta al sol” en el día de su cumpleaños. Entre risas y felicitaciones se formuló de pronto una pregunta: ¿Te has dado cuenta si repetiste algún camino? ¿Como en una noria que cansa sin sentido, o los gusanitos que circulan y mueren de inanición? El cumpleañero hizo un gesto un tanto sorprendido y empezó a desmenuzar de a poco la pregunta lo bastante compleja para capturar la atención de los amigos que se sentaron para escucharlo.

Me parece que ahora reconozco, como los viajeros frecuentes, haber pasado por ciertos lugares conocidos, pero que tienen rincones que no había visto. A veces he querido regresar con la añoranza de ver lo que estaba seguro no cambiaría y resultó que todo aquello había desaparecido. Sin embargo, en la vuelta de mis años, se entrelazaron los recuerdos y los nuevos atractivos para entender que conmigo o sin mí todo cambia. Pero saben una cosa, igual he disfrutado lo que hay, porque se ha renovado la mirada personal desde una visión lineal, en donde lo que pasó ya no vuelve, junto con la idea del círculo que en un momento te hará regresar al mismo sitio, para sorprenderte o pasar desapercibido lo mismo, lo cual sería lamentable. Es decir, me ha tocado experimentar los dos puntos de vista para caminar en la vida y aprovechar lo mejor posible cada momento. Realmente he sido afortunado. Otra pregunta surgió con un tono de incredulidad: O sea que, ¿te has imaginado una”línea circular”? ¡Exacto! dijo el festejado. Ha sido la mejor pregunta/respuesta que he compartido, se acercó al que había formulado el vocablo y le preguntó: ¿Quieres decirnos qué es lo que piensas al respecto?

El amigo que había lanzado la idea comenzó a describir cómo un camino en línea recta tiene la sensación de avanzar, con la imposibilidad de regreso. A veces, dijo, quisiera haber podido volver sobre mis pasos para arreglar asuntos, pero ha sido inútil. Los años que se cuentan, no regresan. Cada vuelta al sol contiene 365 días “quemados”, ¿me explico? Se van en un continuo paso del tiempo. Han visto en algunos relojes la manecilla que no se detiene y si te quedas parado viendo como da vueltas no te das cuenta de que han transcurrido segundos, minutos y horas de tu vida que ya no regresarán. Uno de esos relojes me dejó en Shock. Yo quieto y MI tiempo esfumado. Así entendí el andar con el conteo pactado de paso del tiempo; te des cuenta o no, me sirvió para decir despierta, camina, el tiempo se queda el que pasa eres tú. Otra persona intervino: Pero entonces la visión del camino en círculo, ¿dónde queda? –-Quizás en el deseo de recapitular, contestó el amigo. En las famosas segundas oportunidades por el arrepentimiento de algo que en otro momento pudo haber ocurrido de una mejor manera. No obstante, implica como una decisión de regresar sabiendo que las condiciones han cambiado. Por eso me imagino una línea circular. Un camino es ascenso, una espiral que contiene avance, pero que vuelve y mira desde otra perspectiva lo pasado. ¿Qué les parece?

Otro tomó la palabra: Personalmente me parece como lo que buscan los exploradores que quieren volver a lugares ya visitados, para  encontrar novedades y descubrir los rincones que pasaron desapercibidos. Esa inquietud podría ser una opción, porque hay rutinas de ir y venir que se convierten en norias, pero me consta que se tiene la posibilidad de saltarse la ruta y jalar para otro lado. Es como un cierre de las brechas y abismos que construimos para retomar la decisión de uno mismo, fuera de lo obligado que nos impide aventurarnos hacia lo que nos entusiasma. Coincido en que el arrepentimiento sobre las oportunidades perdidas puede transformarse en una línea circular en acenso como han dicho. Aunque esto ya me parece un juego de “agrega otra palabra” en la historia que se construye entre todos. La ocurrencia alegró el ambiente y animó a otros para compartir lo que pensaban. 

Una mujer propuso que las famosas norias, las líneas sin retorno, o la línea circular en espiral para ella se complicaba. Pausadamente retomó el tema: En algunos casos no ha sido solamente una noria específica para sacar provecho del agua, o de alguna otra energía; el surco sobre los mismos pasos se ha ahondado tanto que dificulta la marcha. Me imagino la necedad, la ignorancia o el miedo por lo que se insiste en continuar sin levantar la mirada, obedeciendo a mandatos de intransigencia obligados a la fuerza, nublando el entendimiento, para seguir el círculo sin fin de la costumbre. Así ni las bestias, ni lo que las comanda obtienen ni más ni menos. Es un camino plano, sin alternativa, aburrido y predecible hasta la saciedad. Que no colma por satisfacción sino al contrario, hasta decir basta. ¡He oído a muchos decir “estoy harto! Pero siguen caminando con la mirada baja, respirando el polvo que levanta la tierra a cada paso con sus quejas, críticas y desacuerdos, pero dentro de la noria a la que se apegan como un lugar de seguridad. Sus diálogos internos les refuerzan que el atreverse al cambio es un riesgo; que un camino conocido es más seguro; que están tan atrofiadas sus fuerzas que empezar desde otro punto es inútil.

Alguien muy inquieto reaccionó para señalar: Parece que has conocido personas para las que las vueltas al sol ya son cansadas. Pero se puede entender qué les ha hecho pensar su particular  diálogo interno, sobre el compromiso de vivir que con frases de desaliento y renuncia suponen pueden incumplir. ¿Tú consideras que pueden hacerlo? De manera independiente a las  múltiples creencias de la visión circular o recta, en espiral o plana, están vivas. Aunque pretendan no estarlo, el cuerpo puede ceder, la mente inclusive apoya para aparentar que están aisladas y al margen de la corriente vital, pero respiran. ¿Has probado alguna vez quedarte sin respirar? Cuando se te ha cerrado la garganta y la nariz para impedir el paso del aire, te aseguro es una sensación de angustia terrible, pero aun así, hay una fuerza que   se sobrepone al pánico y te alienta más allá de lo que hemos comentado; tan asombrosa que te invita a cuestionar todo lo que has percibido e interpretado, y confronta "tus verdades", lo que conoces en tu propia experiencia, y desafía las conductas aferradas a repetir los mismos caminos, las mismas limitaciones, para reafirmar la noria que te tiene harta o permitir que sigas con vida. ¿Lo has experimentado?

Las respuestas quedaron en cada mirada, y sin palabras, con un impulso de fraternidad unieron con un abrazo a los invitados al festejo. En el grupo se instaló la calma que con tranquilidad dio paso a un pastel lleno de velitas. Nada de soplar dijeron todos. Hay que apagar las velas con un aplauso. Todas las preguntas que surgieron en la convivencia y lo aprendido en el suspenso mundial, por muchos ya olvidado, habían puesto en claro lo vulnerable de los posibles cumpleañeros del planeta, y el interés latente para continuar la vida. Por lo que formaron  un círculo para bailar al ritmo de una melodía que por lo visto les encantaba a todos. Claro, no faltó el que se salió de la rueda como una chispa de las que saltan en los castillos de luces multicolores, y que resplandece en el fondo obscuro de la noche, lo cual me pareció bastante raro, pero comprensible.

 Qué opinas querido lector, porque estás posiblemente para completar otra vuelta al sol en este 2024, por lo cual, te felicito.