Las palabras que encontré escritas en un regalo de una querida amiga resonaron con la fuerza que puede retener un recuerdo y hacer eterno un momento:
El regalo al que me refiero es un libro delgadito, con las pastas duras de color marrón, bordeado con una cenefa dorada. Ella me lo obsequió hace un par de años y se había quedado en un estante entre libretas, notas, y otros libros como pendientes de revisar. Una tarde me dedique a ordenar papeles revueltos y ahí estaba en espera de que le dedicara un tiempo. Fue un encuentro inesperado pero que debía suceder, puesto que la búsqueda constante de señales para confirmar una identidad, la ampliación de la conciencia y el entendimiento de lo que quieres conocer, se alinea para sorprenderte. La búsqueda personal recorre múltiples enfoques, indaga sobre las ideas desde muchos puntos de vista, para enfocar más claramente cuál es un motivo diferente, superior, personal y/o colectivo para superar una variedad de limitaciones preestablecidas. Sobre todo, en una época en donde separar lo correcto, lo bueno, lo deseable para la evolución del ser humano es cada vez más complejo de distinguir. Los conceptos elaborados entre muchos se reinterpretan indefinidamente. Los significados son tan variables que se confunden en el transcurso del tiempo como en la antigua torre de Babel, que de acuerdo con su historia fue imposible construir dentro del desorden creado.
Por el contrario; la imagen y el recuerdo de mi querida amiga se presentó de una manera sencilla y clara con una nota dedicada a mi nombre:
*Cómo esperas encontrar respuestas; con la complejidad enorme del eco que generan millones de voces o con la simplicidad callada de tu propia voz. Lo “espiritual, la divinidad, el amar, la aceptación,” son conceptos abiertos a la percepción de cada palabra dicha, de cada experiencia vivida. Desde lo más mundano, hasta lo más preciado que sólo para ti representa algo valioso. Esperas entender con las limitaciones que te indican tus sentidos o desplegado lo que intuyes, pero que no acabas de aceptar ni de comprender. Lo importante es que te atrevas a pensar, que te atrevas a saber. En algún momento has creído que hay una sola respuesta, que hay un solo camino y has seguido dócilmente los pasos de muchos. Has copiado y repetido sin darte cuenta patrones de conductas que deforman tu habilidad para pensar; estás sometido inclusive por la fuerza para hacerte obedecer. Has aprendido a amar lo que te disgusta, a reproducir modelos de todo tipo, realmente no distingues quién eres tú como sucede con el niño que se siente desprotegido, llora cuando lo dejan en una estancia desconocida, y se ve por primera vez rodeado de extraños grandes y pequeños fuera de sus lugares familiares.
Posiblemente de esas primeras experiencias has percibido amenazas que te angustian y el miedo se apoderó incipiente de tu experiencia. Empezaste a construir una red intrincada de relaciones que cuestionan, contrastan, o inhiben tú habilidad para pensar por lo cual se obstaculiza la percepción del yo individual entre las constantes influencias distorsionadas por los miedos primarios, la imitación colectiva que supone seguridad; se asignan significados que en muchos casos refuerzan miedos, y enquistan temores que inhabilitan el pensamiento y el valor para saber por cuenta propia. Tu visión se ha nublado y en tinieblas persigues en un círculo sin salida los mismos retos inexplicables, persistes en las quejas y los dramas incomprensibles. Entiende que está otra opción abierta en una espiral con nuevos desafíos siempre y cuando te atrevas a separarte de los apegos a los que te has encadenado. Cuántas veces, en cuántos escritos, libros sagrados y profanos están plasmadas verdades que reconoces que son tuyas y te empeñas en negarte. Los que se atreven a saber con una percepción afinada en el conocimiento y en su experiencia, han puesto a prueba creencias, comprensiones a medias, y han desechado el culto a personalidades que deslumbran, pero esclavizan. *
En aquel momento el pequeño libro se transformó. Volví a leer el índice que resume el contenido sobre conceptos como la verdad, la conciencia, los significados, la identidad, entre otros temas. Me asombró la fecha de su edición en otro siglo, el autor de un país con una cultura tan diferente y al final adjuntos con la aportación filosófica de otros escritores de diversas partes del mundo. Por lo visto la inquietud de saber tiene una vigencia permanente, como una parte sustancial y única para el ser humano. Como mi amiga ahora estaba de viaje, me propuse hacer un diálogo entre lo que una línea abierta al azar quisiera decirme ahora en su nombre. Su regalo estoy segura, tenía una intención profunda, puesto que el libro no era nuevo, al contrario, su padre se lo había regalado cuando ella era niña, con el afán de que se interesara por los temas que a la mayoría le resultan una pérdida de tiempo, comparados con la diversión que ofrece la existencia sin las complicaciones de pensar tanto. Ella misma no comprendió del todo algunos capítulos y lo había releído mil veces. Así que ahora me lo cedía para ver que podía enseñarme en sus hojas amarillentas, entre sus pastas duras adornadas con bordes dorados.
Hasta ese día comprendí una serie de verdades personales. El cariño impreso en cada palabra que se dice, lo valioso del afán de los padres y madres para transmitir de alguna manera el cuidado al ser el guía de tu propia vida, pero atento al cúmulo de la sabiduría de todos los tiempos, sumado todo a compartir para que sea referencia grata, interesante, y práctica. Como una imagen instantánea me imaginé el rostro de mi amiga entre alegre y triste, preocupada tal vez por desprenderse de un tesoro, por quizás dudar de si sería apreciado tanto el libro tan querido como su contenido, pero con la certeza de que eventualmente la regeneración de ideas es lo que trasciende y es el punto de unión que se anhela desde siempre. Entonces entre líneas aparecieron señales, habíamos tenido muchas pláticas encantadoras al respecto, la imaginé diciendo:
* Qué significa ser algo… ser alguien… empieza con entender y delimitar dentro de lo diverso lo que es inmutable; eso es un asunto bastante complicado. El ser es inaplicable a lo que es inconsciente de sí mismo. La conciencia de ser está en el orden de “lo humano“ pero se han retomado clasificaciones para los seres “sintientes”; que se reconocen a sí mismos, hasta llegar a percibir que son iguales pero diferentes. Sin embargo, prevalecen las capacidades más amplias, aunadas a las emociones que ya están en manos de la inteligencia artificial con lo que se complica aún más el entendimiento, la capacidad de pensar y el atreverse a conocer. Las creencias, rituales, dogmas, opiniones etc. siguen siendo el modelo de comportamiento masivo y se pierden los límites, se desconfiguran las formas, se permite la inclusión de una mezcla irresponsable que persigue en muchos casos ganar popularidad monetizada, o se promueve la compasión guiada por las emociones descontroladas que generan dramas, quejas, y resentimiento social para predisponer a combatir a los supuestos semejantes. Se vuelve una y otra vez a los apegos de codependencia que consolida la debilidad, la ignorancia revestida de miedo en infinitas variedades, que se opone con violencia o sumisión al desarrollo del valor para ver alternativas en libertad. *
¡Ay, amiga! Cuantas veces nos tuvimos que callar ante la mirada incrédula de la gente que sin querer escuchó algo de nuestras pláticas. Pero que alegría mirarnos a los ojos para continuar el intercambio de vivencias, discursos raros y maravillosos. Lo que tengo por cierto es que en un momento atemporal nos seguimos comunicando. Te prometo, sin promesa, que volveré a leer el libro, y que también será un regalo para otro que se atreva a saber, que se atreva a pensar, para regenerar al mundo y lo que haya más allá.
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